LIBROS
Luis Mateo Díez, nuestro gran clásico
NARRATIVA
A sus ochenta años, ha llegado a tal grado de excelencia que hace lo que quiere con el lenguaje, con la imaginación y con el humor
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Iniciar sesiónRecién cumplidos los ochenta años ha llegado Luis Mateo Díez a tal grado de maestría que hace lo que quiere, con el idioma, con la narrativa, con la imaginación, en una creatividad desbordante y voluntariamente desbordada. Lo acompaña el lector de nuevo por sus ... ciudades de Sombra, Armenta, Ordial, si bien el territorio de Celama que las contiene propina esta vez un giro muy notable a su estilo expresivo. Es como si Luis Mateo Díez no quedase nunca satisfecho y nos invitara a experimentar ese otro lado de las vicisitudes que más que pertenecer al alma, como fueron las 'Fábulas del sentimiento', son deudoras ahora de los aconteceres del cuerpo. No hay flujo, mucosidad, deposición o penuria somática que en esta novela no aparezca. Nunca Luis Mateo Díez había entrado con tanto detalle en males de hernias, estrangulamientos, poluciones e hiatos, y muy pocas veces había desatado con tanta holgura y dilatación su escritura humorística, donde la risa adopta todas las formas posibles.
Hay risa que proviene del ejercicio lingüístico con paronomasias y derivaciones léxicas que juegan con variaciones fonéticas que creíamos impensables pero que esperan en el depósito del idioma a que este narrador las visite como nadie.
NOVELA
'Mis delitos como animal de compañía'
- Autor Luis Mateo Díez
- Editorial Galaxia Gutenberg
- Páginas 492
- Precio 23,50 euros
Algunas humoradas se ligan a la senda picaresca, pues la primera mitad de la novela reproduce la infancia y experiencias del protagonista en el colegio, con las hermanas, con otros tipos originales y estrambóticos que pululan, cada uno prendado a un nombre raro. Su personaje protagonista a quien no concede nombre, logra la representatividad de tantos humanos que viven las enfermedades sin distinguir muy bien si son del cuerpo o del alma, en todo caso son hijas de la vida y de la muerte en el aquelarre de la desquiciada lucidez que las aproxima con inexorable contigüidad.
Casi siempre anuda escenas que parecieran nacidas del teatro del absurdo
Otra novedad de esta novela es el juego metaliterario, al imaginarla como dictado de un programa narrativo sobre el que reflexiona junto a sus amigos escritores, si bien para no hacerles caso, especialmente cuando imagina a Merino o Longares reconviniéndole a la sujeción de su creatividad por sometimiento a un propósito argumental cohesionado, que la novela pugna por no tener. No puede haber cohesión porque quien narra está pirado, pero advierto que no es un loco sin razón. Es un ser que narra como si lo hiciera desde un más allá. Lo que nunca deja de estar en primer término es el idioma.
Luis Mateo Díez parece querer decirnos que cuanto acontece a su héroe es un juego de espejos y mesa de trucos imaginado para que abordemos desde cada situación la hermosura de la lengua que la crea. Unas veces es la agudeza verbal conceptista, otras veces el brote se asemeja al expresionismo valleinclanesco tampoco sometido a razón. Casi siempre anuda escenas que parecieran nacidas del teatro del absurdo, donde se hermanan la profundidad de Beckett y la jocosa explosión de la astracanada o el vodevil. Es tan importante el teatro que se permite meter a su personaje como actor teatral para evidenciarlo. Otras imaginaciones histriónicas provienen del cine, como si la parada de monstruos se realizase para que viéramos nacer a criaturas descompuestas, ideadas para mostrar el lado histriónico al que toda realidad social puede verse abocada.
Estigia
Nunca había ido tan lejos Luis Mateo Díez en la crítica social a la pederastia de los curas, a las incertidumbres caprichosas de los jueces, a la insolvencia radical del sistema educativo. Ni siquiera la estructura familiar queda en pie. Hay, eso sí, una sorprendente piedad hacia los ejercicios del enamoramiento y la seducción en escenas excelsas, como si la infancia y la adolescencia que pobló las fantasías eróticas fuese un territorio al que vuelven los pirados, los viejos, y quienes nada tienen que temer, una vez arriban a una estación que se denomina Estigia. No me cabe ninguna duda, Luis Mateo Díez es nuestro gran clásico.
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