CRÍTICA DE:
'Una liturgia común', de Joan Didion: testigo privilegiado
NARRATIVA
'Una liturgia común' es la tercera novela y la mejor ficción de la más conocida como neo-periodista Joan Didion. He aquí una obra maestra
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Iniciar sesiónLa portada de mi añejo 'paperback' de 1978 de 'A Book of Common Prayer' (tercera novela de la entonces más conocida como neo-periodista Joan Didion, título original de 'Una liturgia común') lleva una ilustración con 'femme fatale' digna de algo de Jacqueline Susann ... o de Harold Robbins.
La portada de mi primera edición en español del mismo libro —mismo año y en Grijalbo y traducido como 'Réquiem para una burguesa'— es algo más digno de Domminick Dunne (cuñado de la Didion) o de Erica Jong.
NOVELA
'Una liturgia común'
- Autora Joan Didion
- Editorial Random House
- Año 2024
- Páginas 224
- Precio 20,90 euros
Ahora, mi 'hardcover' original de 1977 y firmado por la autora sigue manteniendo su elegante diseño tipográfico con el nombre de la autora más grande que el título y un pequeño grabado de árbol frondoso a sus pies. Y, sí, quedaba claro que había una cierta dificultad para definir/ubicar a Didion y a lo que hacía como ninguna, como nadie hacía.
Todo lo anterior —justificando la multiplicidad de encarnaciones en mis estantes— para decir aquí que, seguro, 'Una liturgia común' es, por mucho, la mejor ficción de Joan Didion (Sacramento, 1934-2021) y que, por suerte, a veces pasa, el tiempo ha puesto a las cosas en su sitio y a ella en su sitial y a esta novela en su trono. Porque 'Una liturgia común' es aquella a donde van a dar sus dos novelas anteriores y de la que se desprenden, casi como variaciones sobre su aria, las otras dos novelas (están los que piensan que la siguiente, 'Democracia', es aún mejor; yo no lo creo pero, claro, leí antes 'Una liturgia común') que Didion firmó después.
Por suerte, el tiempo ha puesto las cosas en su sitio y a ella en su sitial y a esta novela en su trono
Pero es aquí donde acaba de conformarse el estilo Didion para la narración (una cadencia fragmentaria pero nunca espasmódica, un ritmo aforístico y epigramático y sentencioso y siempre digno del casi constante subrayado por parte del lector) que ya estaba presente en sus muy celebradas crónicas. Y aquí se fijan, también, motivos típicos y recurrentes en lo suyo: el lugar exótico y ajeno, el largo viaje y la más larga demora, las relaciones difíciles con una hija a la que se ha entregado a la 'Historia' y que está extraviada debido a 'complicaciones' (asunto al que, como bien precisa Evelyn McDonnell en su reciente ensayo 'The World According to Joan Didion', la autora sentía dolorosamente próximo, y que endulzó un tanto en los autobiográficos y agónicos 'El año del pensamiento mágico' y 'Noches azules'), las turbulencias político-histórica en el extranjero pero Made in USA y los poco serviciales servicios secretos a la vista de todo y de todos, el miedo a la oscuridad y a lo encandilador y el ajuste de cuentas (alguien se convenció de ser la inspiración para el más bien desastroso marido de Charlotte que amenazó con llevar el asunto a los tribunales) con algún conocido a quien se querría desconocer.
Y por encima de todo, en principio y finalmente, una exploración de la condición femenina que aquí se hace oír a través del diálogo entre dos mujeres. Una de ellos es la testigo y narradora y antropóloga 'expat' y casada con poderoso local Grace Strasser-Mendana quien —desde la primera y hasta la última línea de la novela— se propondrá, infructuosamente, ser testigo y dar testimonio de la penitencia de Grace Douglas autoexiliada en una habitación del Hotel del Caribe: madre en la no dulce sino amarga espera de que su hija regrese de su delirio marxista-terrorista (evocando un tanto, aunque contado con modales muy diferentes, a lo que Philip Roth pintaría dos décadas después en 'Pastoral americana'.
Había una cierta dificultad para ubicar a Didion y a lo que hacía como ninguna, como nadie
Una y otra beben 'cocktails' en Boca Grande (republiqueta centroamericana que parece limitar en el mapa junto a territorios explorados por Joseph Conrad y Ernest Hemingway y Graham Greene y V. S. Naipaul y Robert Stone) y miran y se miran apenas viéndose mientras el tiempo pasa a ritmo de siesta eterna y de trance en suspensión casi opiácea. Porque sí, aquí —como en todo Didion— lo que acaba imponiéndose es esa cadencia de monólogo casi sonámbulo. Ese tempo que no sólo marcó a fuego a Bret Easton Ellis (acaso el mejor alumno de Didion) y al Denis Johnson de la aún por traducir 'The Stars at Noon' y a buena parte de Amy Hempel sino que, también, ha irradiado atómicamente a la más reciente ficción hembra y firmada por Emma Cline, Lauren Groff, Catherine Lacey, Clare Vaye Watkins y Ottessa Moshfegh.
Eso que la propia Didion, en su entrevista con 'The Paris Review,' catalogó como «una voz distraída» pero, aún así, atenta al detalle ínfimo y definitivo en el relato de anécdotas aparentemente inconexas pero que acaban configurando un perfecto e impiadoso pero no exento de cariño retrato de dos mujeres perdiéndose y encontrándose en la no más muerta pero sí más zombi de las naturalezas hasta que —como al final de aquel desierto de los tártaros— estalla la crónica de una revolución anunciada.
En su muy recomendable biografía de Didion —'The Last Love Song', de 2015—, Tracy Daugherty cuenta que al publicarse 'Una liturgia común' vendió relativamente bien pero que, también, desconcertó y sorprendió y provocó todo eso que solían y suelen provocar y siguen provocando las litúrgicas obras maestras tan poco comunes como esta.
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