CRÍTICA DE:
'La literatura infantil y juvenil en la Guerra Civil', de Jaime García Padrino: ¿qué leían los niños de la guerra?
ENSAYO
El escritor y docente madrileño investiga sobre la literatura infantil y juvenil en el trienio que va de 1936 a 1939. De cuentos a propaganda
Otros textos del autor
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEspléndidamente ilustrada con infinidad de imágenes a todo color y en blanco y negro de cubiertas y páginas de libros publicados en la España partida en dos por la Guerra Incivil, aparece en librerías una joya más de la bibliografía apabullante que Jaime García Padrino, ... catedrático de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad Complutense, viene dedicando desde hace años a la literatura infantil y juvenil española.
En este caso, el autor circunscribe su investigación al trienio que va de 1936 a 1939, malhadado espacio de tiempo en que las dos Españas de Antonio Machado se enzarzaron en una lucha a muerte que dejó heridas aún abiertas, casi noventa años después, en nuestro país.
ENSAYO
'La literatura infantil y juvenil en la Guerra Civil'
- Autor Jaime García Padrino
- Editorial Espuela de Plata
- Año 2024
- Páginas 272
- Precio 24,90 euros
El panorama de la literatura española para niños en los años anteriores al 36, no podía ser más alentador. Lola Anglada, Antoniorrobles, Salvador Bartolozzi, Elena Fortún, Joan Junceda, María Luz Morales, José Zamora, K-Hito, Francisco López Rubio o Josep Serra Massana son diez de los muchos nombres brillantísimos que, en su mayoría, habían iniciado su carrera en los años 20 como dibujantes y/o escritores especializados en un público infantil y juvenil. Pero los tiempos bélicos desautorizaron de inmediato la búsqueda del arte y la belleza por sí mismos e instauraron una cultura de la propaganda ideológica que, en palabras del propio Jaime García Padrino, «convirtieron la literatura infantil y juvenil en un elemento manipulador utilizado por los dos bandos rivales para secuestrar la voluntad de los más jóvenes y hacerles comulgar con sus mayores a la hora de aceptar y defender sus respectivos ideales».
Cierto es que hubo, tanto en el campo republicano como en el franquista, algunas excepciones a la regla de la manipulación interesada, pero fueron escasas las publicaciones que se mantuvieron en un plano puramente recreativo y formativo, al margen de todo adoctrinamiento.
Los tiempos bélicos desautorizaron de inmediato la búsqueda del arte y la belleza
Entre ellas destaca en la España nacional la colección 'Osvernia', del catalán Serra Massana, discípulo aventajado de Junceda, quien, durante el bienio 1938 y 1939, dio a las prensas ocho cuadernos maravillosamente ilustrados que presentaban un mundo irreal, Osvernia, parangonable con los universos fantásticos de un Swift en el siglo XVIII (Lilliput, Brobdingnag, Laputa) o de un Edgar Rice Burroughs en el XX (Barsoom, Amtor, Pellucidar).
Pinocho hispano
Probablemente sea esa colección, dotada de unos personajes diferentes en cada uno de los ocho cuadernos, pero también de otros que aparecían aquí y allá en toda la serie, la principal creación literaria para la juventud que surgió en la España de la Guerra Incivil. Recordaré aquí, como detalle curioso, que Serra Massana, además de sacarse de la chistera el fabuloso reino de Osvernia, regido por Mandrino I el Grande, fue el inventor de la celebérrima página «Los grandes inventos del TBO», con el inefable profesor Franz de Copenhague como protagonista.
Si tuviésemos que medir las consecuencias en los niños de la guerra de la literatura infantil y juvenil manipulada por cada una de las dos facciones en conflicto, tal vez tendríamos que concederle a la propaganda republicana más efectividad que a la nacionalista. En el fondo lo que se dirimía en nuestra guerra era el triunfo de una o de otra ideología totalitaria: las de Stalin y Hitler si tengo que citar nombres propios.
Mientras que el dictador nazi se limitó a ayudar militarmente a los generales sublevados y no malgastó en exceso el ingenio de Goebbels en materia de propaganda, la Rusia soviética sí se empleó a fondo en ese campo, tan importante en toda contienda armada.
El autor del libro no duda en señalar a la Segunda República como ostentadora de la supremacía en la edición de libros infantiles durante la guerra. Ejemplo de ello fue la editorial Estrella, que operó primero en Barcelona y luego en Valencia, donde pasó a depender de la editorial Nuestro Pueblo, que el Partido Comunista había montado para Rafael Giménez Siles. O la excelente labor en pro de la República de un genio como Antoniorrobles y de su colaboradora la dibujante Piti Bartolozzi, hija del creador del Pinocho hispano que tanto éxito tuvo en la década precedente.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete