Cinco minutos de gloria
Vivir (o viajar) contracorriente
En plena vorágine artística en la capital monté en un tren con destino (des)conocido
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Iniciar sesiónNunca había decidido dar un portazo a ARCO, y a las ferias adyacentes, y coger las de Villadiego, como se dice coloquialmente. Y este año me 'piré' a buscar otros estímulos a otros lugares ¿Quién se acuerda una semana después de tanto ajetreo ferial ... ? Nadie. A lo que iba, a contarles que en plena vorágine 'socialité' monté en un tren con destino conocido, Murcia, porque allí expone un artista que no es uno entre tantos: Juan Uslé. La estación de salida en Madrid, Almudena Grandes, y al aproximarnos, casi al final del camino, a Orihuela, la megafonía anuncia que entramos en la estación Miguel Hernández. Nunca había recabado las distintas denominaciones de las terminales ferroviarias. Madrid, también tiene la de Clara Campoamor (Chamartín). Valencia, Sorolla. Sevilla, Santa Justa. Murcia, misma, (del) Carmen, a secas... Escritores, poetas, artistas, políticos, santos...
¿Quién piensa aquí en la obsolescencia programada de lo moderno?
A los aeropuertos les colocan nombres más cosmopolitas, menos de carne y hueso. Volar, surcar los cielos, mirar entre las nubes, en nada se parece a arañar la tierra con la mirada, ver paisajes, atravesar campos, encontrar al paso casas abandonadas en el horizonte o en la cercanía de las vías. ¿Quién habrá perdido este tren? ¿Quién habrá vivido allí? Nadie en su sano juicio. Eso, seguro. Recuerdan a los chamizos arrasados en las películas del Oeste. De hecho, en este terruño enmarcado por la ventana del vagón se podría haber rodado un 'western' con todas las de la ley. Tierra rojiza. Puede que hubiera un río, puede que un yacimiento de cualquier mineral ya esquilmado. A plantaciones de placas solares, le suceden bosques de molinos de viento. Ya no estamos en el lejano Oeste. Nos encaminamos hacia la civilización. Aunque por las calles de una ciudad de provincias un viernes cualquiera el tránsito urbano se resume en señoras/es con su carrito de la compra calle arriba, calle abajo. ¿Y quién piensa aquí en la obsolescencia programada de lo moderno? Nadie. La vida hay que vivirla. Calle arriba, calle abajo. Sin más.
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