'Kandinsky, pionero del arte abstracto': al son del pintor en el Centro Pompidou-Málaga

Así pues, tenemos la posibilidad de acceder a un relato canónico de este creador, articulado en cinco etapas cronológicas que obedecen, en mayor o menor medida, a los principales enclaves geográficos y acontecimientos en los que desarrolló su producción, con los hallazgos y contribuciones que lo convierten en un artista crucial, así como con las consecuentes variaciones y 'contaminaciones' al entrar en contacto en esos escenarios con artistas de una talla análoga a la suya.

Una cartografía artística y vital que pivota entre su Rusia natal, que aquí se revisita especialmente en su vuelta al estallar la I Guerra Mundial y en su participación en las nuevas estructuras académicas y planes pedagógicos nacidos tras la Revolución, lo que le permitiría asumir algunos principios del Suprematismo dinámico de Malévich; la Alemania en la que se forma (a partir de 1897 en Múnich) y vive momentos tan capitales y expresivos cromáticamente como los ligados a la localidad de Murnau (1908-09), su relación con Franz Marc, con quien cofunda Der Blaue Reiter, y su estancia como profesor en la Bauhaus, entre 1922 y 1933, en la que se percibe el eco de Klee y el rigor geométrico; y la Francia en la que descubrió la pintura impresionista y posimpresionista (a partir de 1889 en varios viajes), en cuyas coordenadas arranca su carrera y esta cita, y en la que acabó residiendo hasta su muerte, incorporando el Biomorfismo de artistas como Miró.

Este conjunto se apoya en obras soberbias que permiten describir solventemente la evolución y sus principales aportaciones a la abstracción y que, además y en algunos casos, incorporan una dimensión biográfica, ya que algunas fueron regalos a su mujer, imágenes de su vida doméstica o se usaron en su cotidianeidad, como la pieza que arropó su féretro expuesto.

Obras que proceden del portentoso fondo que el parisino Centre Pompidou posee del artista y que, en gran medida, llegan a la institución como legado de su viuda, Nina Andreïevskaïa. De este modo, encontra- mos ejemplos de las tres tipologías de creaciones abstractas que alumbra entre 1909 y 1911, en paralelo a la finalización de su esencial libro 'De lo espiritual en el arte'. A saber, 'Improvisaciones' a partir de 1909, 'Composiciones', desde 1910, e 'Impresiones', de 1911 en adelante.

Un relato canónico que, por otra parte, no ofrece grandes sorpresas ni plantea abordajes de la producción de Kandinsky desde perspectivas que procuren avistar escenarios o relatos desatendidos o reveladores, pero que se fundamenta en obras excelsas y en cumplir sobradamente con el 'retrato' que mayoritariamente tenemos de él. Sin que se pueda deslizar de estas palabras demérito alguno a esta entrega, resulta francamente difícil que no acuda a nuestro recuerdo la exposición que el Museo Ruso de Málaga le dedicó en 2017. 'Kandinsky y Rusia' se convirtió en un auténtico y trascendental ejercicio de redescubrimiento del artista.

Así, aquella cita conseguía identificar y contextualizar elementos de su universo que evidenciaban la importancia para su conformación del arte popular ruso, de viajes de investigación por el norte del gigante euroasiático y de la influencia y diálogo con la pintura tradicional rusa, con los iconos, haciéndonos comprender cómo detrás de mucha de la sígnica que empleaba Kandinsky, aparentemente abstracta, se encontraba la traslación de motivos que aparecían en iconos de los siglos XVI y XVII y, por tanto, figurativos.

Esos episodios reveladores se asentaban, además, en la impagable estrategia de confrontar extraordinarias piezas de Kandinsky con iconos, con los tradicionales grabados 'lubkí' –en esta ocasión, sobrevuelan sobre algunos dibujos a témpera de 1903-04– o con imágenes y objetos propios de las artes populares. De hecho, en algunas cartelas de la muestra del Pompidou se insta a considerar estas relaciones con la cultura popular y los iconos rusos.

Un relato sobre Kandinsky que recorremos al son de Kandinsky, ya que se aprecia con rotundidad la importancia que tiene la música para él y la traslación a su indagación plástica (se formó musicalmente a partir de 1874, mantuvo amistades con compositores como Thomas von Hartmann y Schönberg, colaborando con ellos, o agrupó xilografías bajo un título como 'Sonidos').

La música, por su carácter no-objetivo, por no obedecer a un 'referente exterior' y por su capacidad para transmitir sensaciones y estados de ánimo, se convertiría en 'espejo', en ideal. No extraña, por tanto, que conceptos como impresión, improvisación, composición, sonido, vibración, resonancia y disonancia vertebren su universo. A ello debemos sumar que el artista contaba con la facultad de la sinestesia, de modo que los sonidos se traducían en colores y viceversa.

'Kandinsky. Pionero del arte abstracto'

Centro Pompidou-Málaga. Pasaje Doctor Carrillo Casaux, s/n. Comisaria: Angela Lampe. Hasta el 7 de septiembre. Cuatro estrellas.

Esto nos lleva a destacar la excelente museografía desarrollada por Francisco Bocanegra, que asume colores significativos de la cambiante paleta de Kandinsky en las distintas etapas del recorrido. Etapas que modulan el espacio con una geometría suave y variable que permite enlazarlas en una suerte de efecto dominó cromático y abriendo algún insospechado vano que, desafiando a la arquitectura, pone a dialogar obras de distintos periodos.

Un recurso tan valioso como elegante. Y una oportunidad en la que debemos disfrutar de la capacidad cromática y de la infinidad de recursos pictóricos que derrochó Kandinsky.