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Seducir a Sofía Loren

La reina lo rozó con sus labios y se fue, y el gran Casanova, Guillermo Coppola, se retiró como lo que era: un caballero derrotado por el amor

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Guillermo Coppola con Maradona

Se había enamorado, en un remoto cine argentino, de aquellas piernas largas y perfectas de la película 'Ayer, hoy y mañana', cuando ella se quitaba con gran arte unas medias negras con liguero. Muchos años después, cuando él ya era el controversial e irresistible 'manager' ... de Diego Maradona, se volvió a encontrar con aquellas piernas en una piscina del hotel Quisisana. Todos los viernes Guillermo Coppola acompañaba en barco a Diego y a su esposa Claudia hasta la isla de Capri.

El Diez ya era una leyenda mundial y para los napolitanos era también la viva encarnación de San Genaro: se persignaban a su paso. Después del almuerzo, Coppola salió a fumar y se quedó atónito al descubrir bajo los rayos del sol a Sofía Loren. Se presentó, arrobado, y le dijo quién era. La diva, que estaba lejos de su familia y rodando una cinta en Nápoles, se mostró interesada por conocer a Maradona, de manera que Guillermo corrió a buscarlo y a rogarle a su esposa que lo ayudara para tener la oportunidad romántica de su vida.

Pronto los cuatro confraternizaban bajo una sombrilla, y Maradona la invitaba el domingo siguiente a un palco en el estadio San Paolo. Las anécdotas de Coppola, desgranadas en múltiples programas de televisión y hasta en un espectáculo de 'stand up', se han vuelto tan célebres en Buenos Aires que ahora han decidido hacer con algunas de ellas una serie para Star Plus llamada 'El representante'. Aquel domingo en cuestión, pasó a buscar con una Ferrari a la Loren por su piso de vía Petrarca. La gran dama bajó con trajecito gris y unos 'stiletto', y luego quedó encantada con el partido: ese día Napoli ganó y en la antesala del vestuario Diego le firmó para su hijo una camiseta. Fue en ese momento cuando Coppola atacó: «Sofía, ¿vamos a cenar?».

Ella aceptó y el 'manager' volvió a buscarla de noche a vía Petrarca: esta vez la reina bajó con un 'palazzo' negro que destacaba su figura sensual e inoxidable. Cenaron los cuatro en La Sacristía, el restaurante favorito de los Maradona, y Claudia le advirtió que Guillermo era el soltero más codiciado del país. Al terminar, Coppola jugó su última ficha: «¿Dónde vamos?». Sofía lo miró y le dijo: «Al hotel». El 'manager' sintió que tocaba el cielo con las manos: no volvían a vía Petrarca, sino que iban directo al Excelsior, donde además Coppola tenía una suite en aquellos años dorados.

La Ferrari atravesó rauda el 'lungomare' y frenó en la fastuosa entrada. A la recepción llegaron del brazo; ella recogió la llave de su habitación y se dirigieron, como en un sueño, hacia la zona de los elevadores. Cuenta Guillermo Coppola que al abrirse la puerta, la Loren giró y le dijo: 'Fino qua'. Él se quedó de una pieza, y entonces le preguntó en italiano: «¿Hice algo que te molestó?». Sofía Loren le dijo, con media sonrisa: «No, tú eres un hombre fascinante, para enamorarse… Pero yo estoy enamorada de mi marido». Con taquicardia, Coppola pensó en el maldito Carlo Ponti y con un pie en el estribo reaccionó como pudo: «Entiendo, Sofía, ¿aunque sea un pequeño recuerdo?».

La reina lo rozó con sus labios y se fue, y el gran Casanova se retiró como lo que era: un caballero derrotado por el amor. «Me fui –dijo alguna vez, melancólico pero digno– con el caballo cansado».

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