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Luis Chitarroni, el hombre que leyó demasiado

Fue mi editor y compinche de los viejos tiempos. Era un personaje borgiano. Alguien lo denominó estos días «un lector excesivo»

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Luis Chitarroni (Buenos Aires, 1958-2023)

¿Puede una persona abandonarse absolutamente a los libros y morir por esa hermosa desmesura? El dilema no le habría disgustado a Borges, y Luis Chitarroni era un personaje borgiano. Si ambos no hubieran descreído con tanto énfasis del cielo y del infierno, y ... hubiesen acordado que el paraíso tiene la forma de una biblioteca, sería dable pensar que desde el jueves 17 de mayo ambos se encuentran tomando café en ella y revisando con lujuria libresca y fina malicia los vastos anaqueles universales, e intercambiando con Bioy Casares y Macedonio Fernández impresiones acerca de clásicos sobrevalorados y grandes autores desconocidos. Chitarroni, a no dudarlo, había leído más libros que todos ellos, aunque fingiría caballerosamente en ese edén una errática y cómica ignorancia para no ofender a los maestros. Alguien lo denominó estos días «un lector excesivo».

Murió a los 64 años quizá precisamente por ese glorioso exceso, puesto que defeccionó en algún momento de todo cuidado personal, como si solo tuviera sentido la realidad etérea y paralela de las páginas excelsas: Luis leía obras y escritores en red, en una deriva infinita que en realidad constituía todo un sistema secreto de conexiones. Era un crítico excepcional, un biógrafo exquisito y un editor legendario, tanto de la vieja editorial Sudamericana como de La Bestia Equilátera. Se calcula que, entre una y otra, tenía el record mundial de redacción de contraportadas: en la primera publicó a narradores argentinos fundamentales; en la segunda rescató del olvido a escritores británicos olvidados. No tenía prejuicios: admiraba tanto a los vanguardistas como a los cultores de los géneros. Era capaz de dar conferencias, con igual conocimiento y convicción, sobre el Quijote, César Aira o Agatha Christie.

Escribió sobre Eduardo Mendoza y Martin Amis con la misma admiración con que lo hizo sobre P.D. James en su libro 'Siluetas', retratos que lo hicieron célebre. En su lucha contra el cliché dio a imprenta 'Peripecias del no', una novela sobre la imposibilidad de escribir novelas. O sobre la paradójica impotencia de escribirlas luego de haber leído todo y saber con dolorosa lucidez que ya todo ha sido probado y que por lo tanto queda el gesto último de comenzarlas varias veces y abandonarlas.

Fue mi editor y compinche de los viejos tiempos, y el momento más emocionante que me tocó vivir en la Academia Argentina de Letras fue cuando leí su elogio. Pero sucesivos problemas de salud lo fueron alejando de las tertulias y sesiones. Me contó que se había tenido que mudar a un piso más reducido y se había visto obligado a vender con gran pena una parte de su biblioteca: 15.000 libros.

Hablando del género policíaco, me confesó que había analizado minuciosamente las cuantiosas contraportadas que Borges y Bioy habían escrito en su famosa colección Séptimo Círculo, y había detectado burlas cifradas contras los propios autores. Queda de Luis Chitarroni no solo el mito, sino un libro inédito y, sobre todo, una tonelada de cartas y correos electrónicos —género donde también brillaba—que este erudito mantuvo en distintos idiomas con los más importantes escritores del mundo durante cuarenta años. El día que se publique esa obra asistiremos a uno de los grandes acontecimientos de la literatura occidental.

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