palabras contadas
El 'Good Bye, Lenin!', de ahora
Me pregunto cómo nos ven desde el poder. A los poderosos les gusta mucho lucir gafas demoscópicas, tan molonas. Con ellas ven las estadísticas, que nos manejan como números
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Me pregunto cómo nos ven desde el poder. A los poderosos les gusta mucho lucir gafas demoscópicas, tan molonas. Con ellas ven las estadísticas, que nos manejan como números, y así se sienten, los políticos, sacerdotes de las interpretaciones. Y entonces vemos a un presidente ... del Gobierno subir al púlpito —como hizo Sánchez el otro día en el Museo del Traje— a explicarnos (en plan ‘mansplainning’ ideológico) que sólo vale la cultura comprometida con la agenda política que él decide con su sanedrín, y que la cultura ya no puede ser lugar de encuentro de diferentes, incluso muy diferentes, sino de los mercenarios o los entusiastas de ciertos valores que él decide imponer y sus equipos riegan con los presupuestos.
Entonces, reúne al sector y pide un informe. Le dan un buen titular: por cada euro, la cultura produce 1’7, y la conclusión que saca es: «Otra guerra a la fachosfera», en vez de una ley de mecenazgo para que muchos más euros vengan a la fiesta del mágico 1,7. Esta sordera voluntaria significa que hay que negar la realidad, inventar otra para que nosotros, meros números y votos, no despertemos.
Y eso me recuerda a la madre de ‘Good Bye, Lenin!’ a la que había que engañar con percepciones para que no supiera que el comunismo, como el Muro de Berlín, había caído en Alemania oriental. Quieren que seamos esa señora mientras se les cae el tenderete. Y que pensemos que solo existe lo que dicen. Es tiempo de otros muros y fantasmagorías. Pero el ‘emperador’ viste como solía, aunque desfile por el Museo del Traje.
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