Auster: el azar pica, pero no explica

Ha muerto el escritor y tengo junto a mí 'El cuaderno rojo', el pequeño libro de un cazador de momentos, un álbum donde recopiló historias en las que el azar abría caminos entre su realidad y sus ficciones, o viceversa. Todo lo que cuenta es verdad. La llamada equivocada que recibió en su casa, preguntando por detectives Pinkerton, y que inspiró 'La ciudad de cristal'. O lo de los pinchazos: las cuatro veces que tuvo que parar el coche y cambiar una rueda viajaba con el mismo amigo de la juventud, en países distintos.

Auster no se asombra tanto por descubrir casualidades como contagia en nosotros una manera de leer la vida. Un estado de escucha, de atención, para percibir con todo detalle esa música del azar, en el que la realidad es suelo para la ficción y las historias inventadas cuentan verdades que persisten al salir de las páginas de un libro. El azar pone picante a nuestro paso por el mundo.

Auster ya ha escrito su última página, final abierto, casi como el de 'Baumgartner', su última novela. Gracias a él, todavía podemos seguir atentos, leyendo el mundo, a la espera de que aflore una de esas melodías, concertantes, desconcertantes, por pura casualidad.