Disidencias de Robert Crumb
Publican en España las memorias de la gran leyenda del cómic 'underground'
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Iniciar sesiónEn 'Memorias de Robert Crumb: remembranzas y otras chanzas', recién editado en España por Kultrum pero una obra de 2005, a medias con Peter Poplaski, el legendario artista del cómic 'underground' repasa su vida con enfoque psicoana- lítico y múltiples reflexiones. «¡El mejor ... arte es obra de Amateurs!», dice, con esa grandiosa 'A' y ese desapego a lo industrial en la sociedad de consumo, autoconsumo y prostitución. «La vida se ha vuelto demasiado complicada… Me he quedado empantanado en un mar de tejemanejes económicos. Obligaciones legales. Ataduras empresariales… ¡Una ristra inacabable de gilipolleces! Esta no es la vida que yo quería...», se lamenta en el bocadillo de una viñeta. Barroco y zafio, ese jamonismo en las mujeres que pintó, ese feísmo y obscenidad, tienen una base estratégica para alejar a la burguesía de su genio. ¡Fuera, anti-antisistemas!
Cuando empezó, el cómic no tenía 'sex appeal' ni en los ambientes artísticos, ligabas menos que un poeta trágico en 'La Isla de las Tentaciones'. Pero, al tiempo, el rollete de los tebeos 'underground' pasó a convertirse en un negocio de tomo y lomo, llegó a periódicos y revistas, y cogió cierta solemnidad. Se rebeló: «No quería convertirme en un artista de postalita para la contracultura. No quería integrarme. Ahí dejé salir mis perversas fantasías sexuales». Bukowski le dijo: «Eres bueno, chaval. Aléjate de las fiestas». Y Crumb comprendió. «Tenía razón, había asistido a la ruina de escritores y artistas de éxito apagados por mor de la atención que se les prodigaba, sobre todo por parte de los ricos. Dejaron de tener algo que decir. Les compraron».
Para el creador de 'Mr. Natural', la cultura de masas es un 'palatal', una manipulación calculada del impulso ligado al placer cuyo valor nutritivo es mera casualidad. Es más, todos los que trabajan en la cultura comercial «forman parte de una conspiración contra el hombre medio para despojarle de su dinero». Mira con ira y libertad al Nirvana: «Odio tener que levantarme cada mañana para encarar otra jornada de demencia».
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