Crítica De:
'El jacarandá', de Gaël Faye: responsables de la verdad
Narrativa
El escritor, hijo de padre francés, y madre ruandesa, cuya familia sería exterminada durante el genocidio de la población tutsi en la guerra de Ruanda, lo narra en una estremecedora, y a la vez emotiva novela
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Iniciar sesiónHijo de una madre ruandesa, cuya familia sería exterminada durante el genocidio de la población tutsi en la guerra de Ruanda, y de un padre francés, Gaël Faye (Buyumbura, Burundi, 1982) crecería como muchos de los hijos y nietos de salvajes carnicerías y matanzas ... , en medio de silencios evasivos que sus mayores elegirían para no traumatizar, en una cadena sin fin de dolor y padecimientos, a sus descendientes.
Este sería precisamente el caso de Gaël, cantautor y novelista, que decidiría narrarlo en una estremecedora, y a la vez emotiva novela, 'El jacarandá', llena de esperanza y de fe en rescatar lo mejor del género humano, pasados conflictos de una ferocidad inconcebible.
NOVELA
'El jacarandá'
- Autor Gaël Faye
- Editorial Salamandra
- Año 2025
- Páginas 252
- Precio 21 euros
Una novela recompensada muy justamente con el último Premio Renaudot en Francia. Anteriormente, ya había sido el autor de una excelente primera novela, 'Pequeño país' (igualmente en Salamandra) ambientada en aquel caso en Burundi, el pequeño país vecino de Ruanda, donde vivía el protagonista, el joven Gabriel.
¿Hasta dónde tienen que llegar las amnesias curativas, la abolición de memorias y horrores vividos para sanar a las jóvenes generaciones? La novela de Faye arranca en el momento en que Milan, el narrador de esta historia desgarradora y a la vez sumamente bella y subyugante sobre «personas que vienen de historias que les hicieron tragarse sus emociones», mientras sepultaban ríos de lágrimas y recuerdos hacia lo más recóndito de su interior, es interpelado en su escuela de Versalles.
¿Hasta dónde tienen que llegar las amnesias curativas, la abolición de memorias y horrores vividos para sanar a las jóvenes generaciones?
Cuando en 1994 al ingenioso y travieso Milan de doce años la delegada de curso le pregunte la causa de sus catastróficas notas, él no dudará un momento en exclamar: «¡La guerra!». Podía haberse inventado cualquier enfermedad pero, para inspirar lástima y compasión, sabía que lo más perturbador era mencionar la guerra en el país de su madre, entonces en curso. Todo, las pesadillas que impedían concentrarse, las atrocidades y sufrimiento de su madre, parecía creíble. Pero como todas las mentiras que buscan una rápida conmoción, la verdad no tardará en llegar.
Hasta entonces, el pasado de su madre (casi una total desconocida para el febril adolescente, deseoso de respuestas que se evitan) «era una puerta cerrada». Lo único que conocía eran las imágenes de muerte, violencia y éxodos interminables, que entraban aquellos días a través de la televisión, contemplada por todos en silencio, casi todas las noches, mientras Milan espiaba cualquier gesto de su madre, siempre ausente en un rostro pétreo e inexpresivo.
Pero un día, un joven de su edad, Claude, malherido en la cabeza, probablemente por un machete de aquellos con los que acostumbraban a matar a familias enteras las hordas de asesinos hutus, llegará a su casa, acogido por unos días.
Por fin, en 1998, Milan visitará Ruanda por primera vez y allí, con nuevos amigos y la guía de Claude, conocerá de primera mano la historia del país y todo lo que hasta entonces había sido una amalgama dormida y fantasmal de memoria escamoteada, en la que asesinos y víctimas se cruzan sin cesar por la calle. «No podemos elegir lo que hacen nuestros padres», dirá entre lágrimas uno de los nuevos conocidos de Milan, que había falseado su pasado. A lo que Milan le contestará: «Pero sí eres responsable de la verdad. Tenías que haber denunciado los crímenes de tu padre y tus hermanos».
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