crítica de libros
'Los hechizos perdidos', de Robert Macfarlane: pequeños salmos frente a la melancolía
Poesía
En este libro, el escritor británico vuelve al optimismo de estar en el mundo. La majestad de las cosas. Crítica de Diego Doncel
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Iniciar sesiónDecía San Francisco de Asís que hemos sido llamados para curar las heridas, para unir lo que se ha roto y para llevar a casa a los que no encuentran su camino. Parece que estas palabras hubieran sido escritas como baluarte frente a la ... melancolía moderna, frente a su trágica cosmovisión, e hicieran de la poesía una forma sanar, de unir, de alejarnos de tantos mundos sin sentido, de tantos lugares de nadie en los que el hombre ha sido destinado a ser solo una insignificante silueta.
En 'Los hechizos perdidos' vuelve el optimismo de estar en el mundo, vuelve el canto y el vuelo de los pájaros, el rumor de los robles, la iluminación del tronco de los abedules en el bosque nevado, las margaritas como perlas o astros.
POESÍA
'Los hechizos perdidos'
- Autor Robert Macfarlane
- Año 2023
- Páginas 240
- Precio 22,50 euros
En todas estas naturalezas vivas hay un mensaje: ver la majestad de las cosas, de los seres más simples para que sigan anunciando el cotidiano secreto de su hermosura y de nuestra fragilidad.
Robert Macfarlane ha escrito un libro, por eso, que busca las intensidades de la extraordinaria vida común, se ha puesto a contemplar desde la ventana de cada poema las epifanías de las aves más allá de las desposesiones modernas, el camino de huellas que va dejando una liebre para que no nos sintamos abandonados en los fríos y en las pérdidas de nuestro tiempo.
Como la lechuza aspira a que cada poema escuche el susurro de los seres de allá abajo, de los seres que sienten temor en medio de la noche. Y como las ramas de las hayas aspira a que cada palabra sea una música en medio de todas esas tormentas que se desatan en nuestras biografías, un mar de hojas que se agita en el oleaje de nuestro corazón.
Macfarlane se sirve de las palabras más sencillas para conjurar el misterio, no levanta la voz para no perturbar el sonido de la realidad. Quiere que cada poema tenga la dimensión de un susurro, de un secreto dicho en voz baja, en la intimidad de una conversación. Poemas que son pequeños cantos, pequeños salmos dichos al oído, a veces de una dimensión tan aparentemente naif que parecen escritos por un niño, por la inocente mirada de un niño, pero que expresan esa rara solemnidad, ese misterio que tiene lo vivo, esa maravilla que posee la realidad.
Hay aquí, por eso, una medicina para nuestra mirada perdida, una moral para la inmoralidad de nuestra época, una celebración para combatir todas nuestras soledades con la compañía de esos seres que siguen queriendo formar parte de nuestro ser.
La edición del libro quiere ser tan bella como su contenido, de ahí todas esas ilustraciones
En estos hechizos tenemos la oportunidad de volver a esa belleza intensa que nos han usurpado las elegías de nuestro tiempo, y parecen decirnos que mientras vuele un pájaro o lo oigamos cantar en una rama, mientras corra la savia por el tronco de los árboles el fin de mundo todavía queda lejos.
La edición del libro quiere ser tan bella como su contenido, de ahí todas esas ilustraciones en las que vemos los ojos de un zorro o una mariposa nocturna atravesando la esfera de la luna. Sin embargo, los poemas quedan demasiado perdidos, demasiado deslavazados y dispersos, hasta el punto de que en su lectura la propia música de cada texto se rompe.
El encanto sigue ahí, no obstante, porque habla de eso que nos hace creer que aún podemos esperar, que aún podemos confiar, que acercarse a la naturaleza es acercarse a nosotros mismos. Es el encanto de decir que no estamos solos, que debemos buscar la salida en la contemplación.
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