'Dime quién eres yo': ¿Qué hacemos –qué están haciendo– con Luis Gordillo?

Una programación que, lejos de perfilar una determinada línea de estudio sobre el arte español contemporáneo, parece rehuir de criterios historiográficos o críticos que respalden el sentido de este nuevo canon institucional. Dicha ausencia de propósitos podría ser una de las razones que explique la falta de rigor evidenciada en esta nueva cita.

Resulta llamativo que para hablar de los trabajos de Gordillo iniciados a partir del nuevo siglo no se recurra a los investigadores que le han acompañado en este mismo periodo, sino a Beatriz Espejo, crítica de arte cuya fulgurante carrera como comisaria incluye el pabellón de España 'corregido' por Ignasi Aballí en la última Bienal de Venecia. Su análisis de Gordillo se basa en una convicción: estamos, recuerda, ante «un artista indiscutible»; su selección de obras se apoya en criterios laxos: todas las piezas reunidas tienen «algo de aventura y de prueba», donde no se aprecian «cambios radicales, pero sí matices».

La propuesta se materializa en un montaje que busca conferir «una dimensión distinta» a sus pinturas. No obstante, el carácter escenográfico característico de las mejores exposiciones del artista, con 'Iceberg Tropical' (Museo Reina Sofía, 2007) como paradigma, se reduce a puntuales juegos de color y altura, concentrados en una nave central que alberga una cantidad excesiva de obras.

La cita bebe directamente de la revisión del último Gordillo planteada por el comisario Sema D'Acosta en 'Memorándum' (Museo de la Universidad de Navarra, 2021), de la que retoma su planteamiento dialéctico y no cronológico, con especial atención al diálogo entre la pintura y la fotografía.

De hecho, en el texto que da la bienvenida al visitante de Alcalá 31 se replican de forma literal varias líneas del catálogo de la exposición de la Universidad de Navarra, aquellas que señalan que el objetivo «es mostrar las tensiones y energías que desprende su obra desde dentro ofreciendo una doble perspectiva: por un lado, una visión macroscópica de familias afines de cuadros o temas recurrentes a lo largo de los años; por otro, una observación detenida de las convulsiones, exploraciones y derivas del actual proceso». ¿Plagio, apropiacionismo o respuesta de ChatGPT?

La Comunidad de Madrid ha editado una publicación que cuenta con un ensayo de la comisaria y otro de Chus Martínez. En ellos, no se discute ni menciona a cualquiera de las voces que hasta ahora han analizado en profundidad la obra de Gordillo, como si se pretendiera hacer 'tabula rasa' de todo lo conceptualizado anteriormente. Una jugada operativa si las nuevas firmas gestionaran investigaciones de altura. No es el caso. Mientras que Espejo se demora en cuestiones descriptivas y celebratorias, Martínez explora la ruptura de la unidad visual en la estética del pintor para concluir que su obra nos brinda «una sustancia desde la que dramatizar las diferentes pulsaciones de la existencia», sea lo que sea lo que signifique esto.

En su libro 'Little Memories', Gordillo confesaba: «Algo en mí sabe con precisión algo». Su producción siempre se ha orientado hacia la búsqueda de ese conocimiento inefable. De ahí, un afán experimental que no ha menguado en las últimas décadas. A sus 89 años, y con el unánime respeto del sector del arte, Gordillo sale tan campante de una exposición donde demuestra su 'músculo' pictórico, aunque su fuerza se dispersa entre experimentos y hallazgos.

Una conceptualización bajo mínimos deja fuera una argumentación crítica acerca de la calidad de su trabajo, una confrontación con otras propuestas estéticas internacionales o una valoración de su influencia en la joven pintura española. En la rueda de prensa, los responsables de la muestra advirtieron del escaso reco nocimiento de Gordillo más allá de nuestras fronteras, al tiempo que presentaban una narrativa aún más difícil de exportar que las anteriores. Tal vez sea el momento de volver a preguntarnos por qué Luis Gordillo es un buen artista.