ARTE
Guido Reni, el pintor de lo divino (y lo humano)
Pintura
El Museo del Prado consagra al pintor italiano como influencia determinante de todo el Barroco español
Reni, 'el divino': una vida en busca de la belleza
Javier Rubio Nomblot
Madrid
Caravaggio y los Carracci, afincados en Roma, condicionan toda la pintura italiana en los albores del Barroco y su arte y el de sus epígonos, entre los que sobresalen Pietro da Cortona y Guido Reni, resultó determinante también en España, Francia o los ... Países Bajos.
Se trataba, en definitiva –y en el contexto de la Contrarreforma– de superar el ideal clásico del Renacimiento y la óptica excesiva del Manierismo y buscar un retorno a la realidad cotidiana, observada con atención y retratada en sus más pequeños detalles. A menudo, ese empeño se traduce en un análisis fascinante de la carnalidad de los cuerpos y en la aplicación de unas luces puntuales y potentes que coexisten con amplias zonas de oscuridad.
Así, el Barroco es de hecho una nueva espiritualidad (es muy evidente en el caso de Guido Reni, apodado 'el divino' a causa del fervor que destilan sus obras, o el de Murillo, representado en la exposición, ya que la casi totalidad de su obra es de temática religiosa), una forma superior –y revolucionaria– de representación de lo trascendente, que supera el estatismo del ideal geométrico propio del clasicismo y que busca la razón del mundo en su constante movimiento (y en la unidad de ese movimiento, tesis canónica de Hervé Bazin).
Buenos contactos
La figura de Guido Reni (1575-1642), está especialmente vinculada a España, no solo porque muchas de sus obras le fueron encargadas por la Corona y la aristocracia, sino porque Alfonso E. Pérez Sánchez, en su clásico 'Pintura barroca en España' (1992), lo relaciona con prácticamente todos los pintores del Siglo de Oro.
A este aspecto se dedica la gran antológica que ha preparado el Museo del Prado y que reúne casi un centenar de pinturas y dibujos procedentes de cuarenta museos de todo el mundo y en el que figuran obras tan emblemáticas como 'El triunfo de Job', procedente de la catedral de Notre Dame de París, la 'Inmaculada Concepción' del Metropolitan, la 'Cleopatra' de The Royal Collection de Londres, 'Dibujo y color', del Louvre, o 'Salomé con la cabeza de San Juan Bautista' y 'Magdalena penitente' de las Gallerie Nazionale d'Arte Antica di Roma.
Además, la versión –prácticamente idéntica– del gran 'Hipómenes y Atalanta' de Capodimonte se expone junto a la del Prado; un 'San Sebastián' restaurado y despojado del repinte que ampliaba el paño de pureza, la 'Predicación de San Juan Bautista', de reciente atribución y que se encuentra en el convento de las Madres Agustinas de Salamanca, o un 'Baco y Ariadna' inédito, de una colección particular suiza.
El Prado ha editado, además, un catálogo definitivo en el que se analizan pormenorizadamente las obras, se recopilan las más recientes aportaciones historiográficas y se atiende, como se decía, los vínculos de Reni con España y la influencia que ejerció sobre los pintores barrocos españoles, de Murillo a Velázquez.
Reni, que no ocultaba su deseo de ser un nuevo Caravaggio–y en no pocas ocasiones reaparece la inolvidable boca de la Medusa–, heredó de su primer maestro, el flamenco Denys Calvaert, una cierta visión comercial (y no ocultaré que la exposición puede resultar aburrida dada la omnipresencia de cristos, vírgenes, santos y temas mitológicos) y con esas pequeñas pinturas al óleo sobre cobre se inicia el viaje que propone el Prado y que concluye con el «Non Finito de Guido Reni»: unas obras sorprendentes, muy adelantadas a su época, en las que el artista renuncia a su minuciosidad y su colorido característicos y produce unas grisallas abocetadas que recuerdan al mejor Sert.
Tras su paso por la Accademia degli Incamminati de Ludovico, Annibale y Agostino Carracci, viaja a Roma, donde conoce a Ribera –se confronta un 'San Sebastián' del español a otro del italiano– y la obra de Caravaggio –representado aquí con un 'David vencedor de Goliat' que inspira varias obras de Reni–, al que decide emular. Finalmente, en obras tan emblemáticas como 'La matanza de los inocentes' (1611), encuentra su propio estilo.
Pintura
Guido Reni
Museo del Prado. Madrid. Paseo del Prado, s/n. Comisario: David García Cueto. Patrocinador: Fundación BBVA. Hasta el 9 de julio
Las siguientes salas están dedicadas a sus representaciones del Salvador (sus biógrafos Carlo C. Malvasia o Francesco Scannelli le definieron como un «águila generosa» que, tras su «vuelo a las esferas», traía a la tierra las «ideas celestiales» y consideraron que su pintura fue «más allá de lo humano»), a su interés por la anatomía y la belleza del cuerpo humano, evidente en sus temas mitológicos (así, se exponen varias esculturas helénicas y romanas del Prado, semejantes a las pudo ver en Roma), a sus retratos de vírgenes, santos, apóstoles, evangelistas y ascetas, que son a la vez representaciones canónicas del cuerpo y el rostro en la vejez, y a su conocida iconología amorosa: sus famosos Cupidos.
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