Guía de festivales de música para quienes los odian
España es un gran festival, y este verano se vuelven a acumular en una agenda demencial con sus citas más ocultas (o no tanto) de encanto y resistencia. Hete aquí una selección distinta
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Iniciar sesiónEn la tradición hindú, el ciclo cósmico avanza en fases de creación y destrucción. Si Satya Yuga sería la edad dorada, ahora el mundo se encuentra en el Kali Yuga, la época de la oscuridad y la decadencia máxima. Y algo así le pasa a ... los festivales de música en España. Entre Wegow en concurso de acreedores y el fondo de inversión pro-israelí con negocios inmobiliarios en los asentamientos en Gaza y detrás del Sónar, el Viña Rock o el Arenal, esto no corresponde más que a una etapa de un proceso de fondo más profundo, desde la contracultura a lo que sea que son hoy y los entiende la gente.
Y, sin embargo, cómo no, aún quedan guardianes y creadores de nuevas esencias. Festivales con capacidad de sorpresa. Porque de concurrir los melómanos a casi echarlos, el discurrir en las décadas de los festivales desde los 90 ha mutado. Y al igual que la sociedad, con una penetración total de las marcas y los bancos, esponsorizando los descampados de polvo y brillibrilli corporativo, con masificación en el aforo y de su misma cantidad en todos los rincones de España con un modelo Dolly de clonación en sus carteles (un verano contamos que Rigoberta Bandini hacía 17 'festis', C. Tangana otros tantos y Sen Senra, Zahara, Carolina Durante, Izal… podrían aparecer debajo de tu cama y cantarte un show).
Pero no todo el monte es napalm. Existen los oasis con impronta. Y con un aforo racional, un enclave hermoso… Por ejemplo, el Festival Observatorio. Situado en el impresionante paraje natural de Balboa (El Bierzo), es un proyecto de la Asociación Observatorio de Música, Arte y Ciencia. Se celebra el 26, 27 y 28 de este junio, y este año actuarán Sal del Coche, Xenia o pablopablo, artistas y bandas entre el novísimo indi-pop, el post-punk o la electrónica.
Independientes
Se declaran independientes, y le preguntamos en qué se conceptúa eso hoy: «La organización siempre ha sido un grupo de colegas con ganas de hacer una fiesta. No hay detrás ninguna discográfica, y para nosotros mantener esto, junto a un aforo reducido, es la base. La idea de festival de música y arte viene de la mano del resto de actividades que llevamos a cabo, además de los conciertos en Balboa, desde talleres vinculados al territorio, rutas botánicas por los alrededores o visitas a La Casa de las Gentes (el Museo de Balboa)», nos explica Hannah Olmedilla, co-directora.
Y volvemos a su (en)clave: «Balboa es un lugar maravilloso. Todo el mundo que viene al festival nos lo dice. El propio río Balboa atraviesa el pueblo y puedes bañarte en él (¡si aguantas el frío!). Tiene muy pocas casas, y mantiene las pallozas, que son unas construcciones tradicionales de origen celta. Ahora están reformadas y son bares. Tomarte una cerveza o cenar dentro de una de ellas es toda una experiencia. Y no nos olvidamos del castillo que corona el pueblo. Es una edificación con más de 1.000 años de antigüedad donde se hacen los conciertos».
En resumen: aforo muy limitado (es un secreto, de hecho, para mantener su cercanía: «Después de un par de días saludas a gente que ya conoces, como si el festival fuera un pueblo»). Sobre los grupos y artistas que actúan, el también co-director Jaime Torrego comenta: «Parte de adaptarnos a nuestras posibilidades, a nuestros gustos propios y a lo que el público nos propone en unos formularios que enviamos. Creemos que la categoría 'alternativo' se ha desvirtuado por completo hoy. Es una etiqueta que nos genera cierto conflicto y de la que poco a poco nos queremos ir despegando. No queremos abanderar el ser alternativos, pero sí el ser un proyecto de red, construido con y para la comunidad y desde la autogestión».
¡¿La música que nos gusta han dicho?! Una línea editorial que parece lógica pero que igual no lo es ya tanto, y que siguen en el Canela Party, que es como 'los buenos festis' de siempre con una personalidad marcada y añadiendo su ya mítica competición de disfraces. En Torremolinos, a finales de agosto. En donde este año tocan Bar Italia, Blonde Redhead, Les Savy Fav o Somos la Herencia, entre tantos.
El escenario FISTRO
Álvaro Fernández, el co-director, al habla: «Somos un grupo de amigos que engendró el primer Canela en 2007 de manera muy precaria, punk y D.I.Y., sin más pretensión que pasarlo bien y llevar a Málaga bandas que nos gustaban. Nunca hubo ningún plan ni análisis del sector. Ahora tenemos un tamaño mucho mayor, pero queremos mantener esa filosofía inicial en el centro. Nuestros escenarios no tienen nombres de marcas, sino que se llaman FISTRO y JARL en honor a Chiquito de la Calzada. Parece una tontería, pero es una declaración de intenciones: El Canela no es un centro comercial. Seguimos siendo un festival 100% independiente y autofinanciado, con un cartel original y que pone a las personas en el centro, ya sean artistas, público o empleados».
Lo de poner la gente en el centro es literal: «El germen del festival fue una banda llamada The Skirmish Society que tocaba todos los conciertos disfrazada y tirando confeti y caramelos. Invitamos a otros artistas y al público a hacer lo mismo y así nació el Canela. Es una forma bonita de generar un entorno en el que no solo vas a disfrutar de la creatividad de otras personas, sino que también vas a mostrar la tuya. De esta forma, siempre decimos que 'El Canela Party es el único festival en el que las bandas vienen a ver al público'».
Y como olvidar el Festival Sinsal, en donde durante tres días a finales de julio se marcha a la isla de San Simón (Vigo) a disfrutar de... Un cartel secreto, desde lo experimental al pop alternativo, el flamenco o la electrónica. Otra opción embelesante sería el Pirineos Sur, cada año en el lago de Lanuza, el escenario sobre el agua, y multiculturalidad por ya 30 años. Por allí veremos este julio a Michael Kiwanuka, Julieta Venegas o Residente, y otras ediciones actuaron gigantes como Franco Battiato o Paco de Lucía. O, polémicamente, Ricky Martin.
O, además del calor de la canícula, está el Infierno. El festival en Salobreña (Granada) organizado por La Vendición, la discográfica de Yung Beef, que nació desde el corazón de su género musical, el trap, el reguetón y lo urbano, y ya es una referencia a nivel nacional. Este verano con Canelita, La Zowi, La Húngara, Soto Asa y Gloosito. A finales de junio.
Y en este repaso, en donde no están todos los que son, por supuesto, y sin dejar de mentar el Azkena Rock de Vitoria, que se trae a John Fogerty o The Flaming Lips, apuntar así a este subtipo de festivales que salvaguardan calidad e impacto año tras año en su sonido 'pureta'. También el Jazzaldia de Donosti, 60 edición. O las Noches del Jardín Botánico, en otro emplazamiento esplendoroso en Madrid, y que durante este junio y julio vuelve a hacer saltar la banca con Van Morrison, Santana y Morrissey. De hecho, esa capacidad de deslumbrar (otro año Bob Dylan dos noches seguidas), casi que ni les debería corresponder.
Le preguntamos cómo lo hacen a Julio Martí, el codirector artístico: «El enclave ha sido fundamental y el boca a boca de los artistas, unos se lo recomiendan a otros. Y a su equipo. Ahora mismo está aquí Van Morrison, y su 'crew' viene muy bien alentada. Eso hace que quieran participar al margen de las condiciones económicas. Porque, evidentemente, tenemos artistas que ganarían muchísimo más dinero en otros sitios».
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