libros
Gospodínov y el grado cero del tiempo
narrativa
'Las tempestálidas', una brillantísima obra sin género, integra todo a la vez: una novela y un poético y filosófico ensayo sobre la memoria individual y colectiva
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Iniciar sesiónEn su magnífico ensayo, o gran clásico moderno, ‘El arte de la novela’, el escritor checo Milan Kundera definió la novela como «arte ambiguo y profundamente antitotalitario». Es decir, el mejor antídoto para luchar contra las verdades absolutas, fundándose en la relatividad ... de las cosas y asuntos humanos.
Una premisa, escapar del realismo y linealidad canónica, que parecen cumplir brillantemente, en muy diversas formas, los grandes escritores actuales de la Europa Central: desde el rumano Cartarescu o la espléndida autora croata recientemente desaparecida Dubravka Ugresic, hasta la Premio Nobel polaca Olga Tokarczuk, sobre todo en libros suyos como ‘Los errantes’. A ellos hay que añadir el gran talento búlgaro de nuestros días, Gueorgui Gospodínov, reciente Premio Booker Internacional por su excelente y fantásticamente poliédrica obra, ‘Las tempestálidas’.
NOVELA
'Las tempestálidas'
- Autor Gueorgui Gospodínov
- Editorial Fulgencio Pimentel
- Año 2023
- Páginas 407
- Precio 23,75 euros
Poeta y narrador, Gospodínov (Yambol, 1968) debutó en la narrativa con una obra de centro sumamente nómada, como es habitual en él, ‘Novela natural’, a la que siguió otra espléndida, galardonada con un gran número de premios internacionales, que jugaba con diversas identidades múltiples, ‘Física de la tristeza’, de 2011 (ambas aparecidas en Fulgencio Pimentel). Escritor de una imaginación deslumbrante y sumamente cautivadora, que avanza en zigzag, sin ataduras ni servidumbres lineales, Gospodínov construye de nuevo con ‘Las tempestálidas’ una brillantísima obra sin género, que integra todo a la vez: una novela oscilante desde el principio entre lo puramente fantástico y cápsulas muy concretas de lo real e histórico, así como un fascinante, poético y filosófico ensayo sobre la memoria individual y colectiva.
Un artefacto distópico que alberga la historia y los momentos e hitos más significativos del pasado siglo en Europa. Todo ello atravesado por la historia específica de su país, Bulgaria, con todos sus microdetalles y particularismos dependiendo del tiempo cronológico del que se trate.
La acción de ‘Las tempestálidas’ se sitúa en una pequeña clínica de Zurich, creada por un enigmático psiquiatra gerontólogo, Gaustin, una especie de ‘vagabundo del tiempo’, un sorprendente ‘testigo ocular’ de momentos muy precisos, como es el año 1939, de la historia europea. ¿Por qué Zurich? Según Gaustin, que hace las veces de un doctor Moreau encerrado en su isla, en la obra de ciencia ficción de H. G. Wells, Zurich es una ciudad «cuyo emblema es el aburrimiento, buena para vivir y todavía mejor para vivir». Suiza es el lugar perfecto para instalar en él una clínica como la de Gaustin que trate la enfermedad, terapia o cura del pasado, ya que simboliza ‘el grado cero del tiempo’. Un país que logró escabullirse siempre de los grandes desastres del siglo XX ‘sin las marcas distintivas’ y traumáticas en el recuerdo de tantos otros.
Un artefacto distópico que alberga los hitos más significativos del pasado siglo en Europa, y la historia específica de su país, Bulgaria
Gaustin pretende establecer para su tratamiento lapsos de lugares y tiempos en los que sus pacientes fueron felices y con los que se sienten más identificados. Para él no es algo casual hoy día «la avalancha de personas que han perdido la memoria»: una memoria que va desvaneciéndose poco a poco sin poder hacer nada, ya sea por el alzhéimer o cualquier tipo de demencia. Los tiempos presentes, los desengaños, las frustraciones, empujan a muchos a huir. A la manera de ‘los refugios antiaéreos del pasado’ ha ideado habitaciones idóneas para sus internos a las que llama ‘cronorrefugios’: «Se avecinan tiempos en los que cada vez más personas desearán cobijarse en la cueva del pasado, volver atrás».
En la clínica, cada uno escogerá sus décadas felices —los setenta, los ochenta— y las habitaciones serán decoradas de forma armónica, para ayudarles en esa felicidad inducida, como pasaba en las últimas imágenes de la maravillosa película o ficción distópica ‘Solyent Green’. El peligro surgirá cuando ese experimento metafísico-imaginario, cuando ese virus de devoción por el pasado se quiera extender a todo el continente europeo: «Europa, que tras algunas graves pérdidas de la razón en el siglo XX se pensaba ya totalmente resistente a cierto género de delirios nacionales y otras pasiones similares, fue de hecho una de las primeras en rendirse».
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