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libros

Ginés Sánchez, todo ocurre como en las 'pelis'

Narrativa

En su última novela, 'De tigres y gacelas', vuelve a un realismo sucio, aplicado a gentes que podríamos definir como colgados

Ginés Sánchez, escribir desde el punto de vista femenino

Ginés Sánchez (Murcia, 1967)

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La página de agradecimientos de esta novela se abre invitando al lector a que la lea como prolongación de ‘Los gatos pardos’, que había sido el mayor éxito de su autor tras la titulada ‘Lobisón’. Se comprende este retorno una vez llevaba varias novelas en busca de un estilo que no terminaba de decidirse como propio, desde una distopía futurista hasta dos historias de compromiso feminista, publicadas con intento de situarse en una onda que no terminaba de ser la suya, pese a su brillante escritura. Es más suya, aparte de la mencionada ‘Los gatos pardos’, otra titulada ‘Entre los vivos’. En ambas se hace gala de un realismo sucio, aplicado a gentes que podríamos definir como colgados, de barrio bajo.

‘De tigres y gacelas’ comienza con ese mundo, a partir de la narración de un hecho en que se ve envuelta Rocío, una limpiadora que ejerce de punki, y que constantemente realiza un ejercicio de desmantelamiento de la feminidad, con su cara cortada y su ojo de cristal, con el que la novela juega en una narración casi irracionalista, me parece que fácilmente entregada a lo estentóreo de relaciones marginales con otro personaje apodado el Mono.

NOVELA

'De tigres y gacelas'

Imagen - 'De tigres y gacelas'
  • Autor Ginés Sánchez
  • Editorial Tusquets
  • Año 2023
  • Páginas 409
  • Precio 19,90 euros

Hay un problema narrativo, porque esa voz que dice hablar a unos oyentes que podrían ser los lectores, no tiene otra justificación narrativa que la de introducir una historia demasiado tenue en el fondo para tanto gesto displicente. ¿Qué pasa?, pues poco, salvo el juego que con su cuerpo y el descuelgue del ojo, con el que va ejercitando Rocío acciones que suscitan más curiosidad que interés, precisamente porque su pensamiento es nulo, su vida interior no está, y lo que quedan son gesticulaciones que ocupan ciento treinta páginas, la primera parte de la novela. Hay un oscuro episodio al final y un accidente que parece secuestro, que la novela retomara en su parte final. Haber cedido la dimensión narrativa a esa voz sin capacidad discursiva no me ha parecido la mejor forma de interesar al lector en tales personajes lumpen.

Una confesión

La segunda parte alcanza una buena dimensión narrativa por la vía de una confesión que Tania hace a Victoria, la esposa de Jorge, el mafioso que la ha convertido en amante. Aparte de que no está muy claro el sentido de que sea un texto dirigido a Victoria, toda la narración de unas doscientas páginas se dedica a narrar la vida trepidante en países cada vez más exóticos de Jorge y Tania. En varios momentos la narración aduce ocurrir «como en las pelis» y una vez incluso con esa expresión.

Mala cosa es que una novela pretenda actuar como las pelis. A cada arte le es dado ejecutar lo suyo, y hay que reconocer que es muy eficaz la sofisticada manera en que las películas de intriga criminal han narrado la consecución de fortunas millonarias. La novela de Ginés Sánchez las reproduce bien, pero no alcanza a superarlas. Desaparecido Jorge misteriosamente, la tercera parte se dedica a indagar ese hecho, por medio del Chino Mendoza personaje que conocimos en la primera parte, aunque de modo muy prolijo, con decenas de páginas dedicadas a visionados de vídeos de un ‘parking’. El problema principal lo veo en que ojalá los lectores pensados por Ginés Sánchez no se encuentren visionando las pelis que su novela homenajea.

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