CRÍTICA DE:
'Las fracturas doradas', de Paloma Díaz-Mas: literatura del duelo
Narrativa
El magnífico libro de la escritora y académica madrileña ha nacido por el hermano muerto. Su hermano pequeño que será siempre joven
Otras críticas del autor

En los últimos años viene siendo rica una narrativa no ficcional que expresa el dolor de una pérdida, lo que la poesía lírica había desarrollado como elegía o llanto, desde las 'Coplas' de Manrique hasta los grandes poemas de García Lorca por Sánchez Mejías ... o Miguel Hernández por Sijé.
La tradición judía, instauró una práctica litúrgico- discursiva, el 'kaddish', plegaria por el padre (o madre muertos), que en forma de textos narrativos motivo libros de Philip Roth, Albert Cohen y Amos Oz, y fuera de esa tradición Annie Ernaux.
NOVELA
'Las fracturas doradas'

- Autora Paloma Díaz-Mas
- Editorial Anagrama
- Año 2024
- Páginas 149
- Precio 17,90 euros
En español varios desde Eduardo Halfon (también judío), al colombiano Héctor Abad Faciolince. Antonio Muñoz Molina, Rosa Montero, Elvira Lindo, Ricardo Menéndez Salmón o Sergio del Molino entre los españoles. Todos los citados escriben a la muerte del padre o madre, en el caso de Rosa Montero a su pareja y en Del Molino al hijo. El magnífico libro de Paloma Díaz-Mas es diferente, pues ha nacido para ofrecer en palabras la congoja por el hermano muerto. Su hermano pequeño, que la dedicatoria recuerda que será siempre joven, pues a mediana edad le llegó una muerte repentina, en 2021, en pleno confinamiento por la pandemia.
Es impresionante el comienzo del libro con una España nevada por la tormenta Filomena con la narración del viaje de la autora y de su marido por Castilla la Vieja hacia Madrid, desde la ciudad del Norte donde vivían, confinados además por el virus de la COVID. Todo estaba cerrado, hasta las gasolineras. Ese tiempo atmosférico-vital fue colectivo y proporciona a la novela un 'tempo' estilístico y tonal sobrecogedor. Paloma Díaz-Mas sostiene en este libro una modalidad de hondura nacida de la naturalidad; la de contar experiencias domésticas a las que su estilo arroja una mirada insólita.
Huye de lo realista porque no le sirve, aunque se llena de realidad doméstica. Menuda maravilla
Mientras leía esta narración me dije, menos mal que existen las palabras y los buenos escritores que las acunan para todos, menos mal que la literatura da cuenta de lo que la gente vivimos, incluso algunos de los lectores revivirán quizá: el dolor de sus pérdidas. Sobre todo agradecerán que una escritora lo haya sabido decir elevando a universal lo que solamente a ella y su hermana parecía corresponder. La desgracia de perder al hermano pequeño, once años menor que la autora.
Este es un libro en el que se ofrece algo que Aristóteles intuyo al marcar la diferencia entre el recuerdo y la rememoración ('amnamnẽsis'), puesto que aquí los recuerdos se sustituyen o evocan desde su rememoración presente, a partir sobre todo de los objetos pertenecientes al hermano, quien vivía y murió solo, si bien rodeado tanto de sus dos gatos, como de decenas de objetos que Paloma Díaz-Mas recorre. Rescata el libro desde ellos su presencia.
Congoja
En un poema de Borges, titulado 'Las cosas', el yo poético enumera las cosas que le acompañan en su escritorio y cierra el poema sobre tales objetos con los versos «Durarán más allá de nuestro olvido// no sabrán nunca que nos hemos ido». Es tema al que también Javier Marías dedicó páginas memorables en 'Negra espalda del tiempo'.
En este libro de duelo Paloma Díaz-Mas concede a los objetos del hermano la contigüidad de él, rescata metonímicamente su presencia. Como es filóloga, sabe decir las palabras de la tribu como pocos, y por eso se fija en el sustantivo congoja, una aflicción del ánimo que no dicen igual por sí solos ni el desánimo, ni la fatiga, ni la tristeza. Paloma Díaz-Mas nos hace descubrir las palabras de nuestros sentimientos, consciente quizá de que siendo suyos pueden ser compartidos. Es un libro nacido para aliviar la congoja, pero también para restituir, de ahí el título, los fragmentos de un cuenco, queriendo que la literatura restaure la vida rota.
Regala este libro una sutileza que alimenta los silencios. Nada externo lo turba, no dice el nombre de las ciudades, tampoco de su hermana o de su marido. Huye de lo realista porque no le sirve, aunque se llena de realidad doméstica, en la medida en que rescata la presencia que pervive en lo que su hermano reunió, acunó, encuadernó, guardó. Menuda maravilla de lenguaje necesario. En su rememoración de gran escritora rescata vida con palabras bien dichas, no solo suyas, ya de todos.
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