'El fotógrafo de lo invisible': los pensamientos emulsionados de Duane Michals

Y más influyentes, porque su concepción de la foto como medio expresivo y conceptual, más allá de la mera documentación visual, ha ejercido con posterioridad un gran ascendente sobre un gran número de fotógrafos.

A mediados de los 60, Michals comenzará su singladura artística como un espíritu libre, alejándose de la tiranía -dulce, pero al fin tiranía- de la tradición de la imagen única y del instante decisivo, introduciendo innovaciones que le valdrían tanto admiración como asimismo abundantes críticas.

Él mismo comentaría que, sin duda, su formación autodidacta como fotógrafo -aunque es cierto que antes había estudiado Bellas Artes- le iba a permitir liberarse de cualquier atadura o convención vinculada a la práctica fotográfica tradicional.

Desde ese momento va a iniciar una personal trayectoria iconográfica en la que abordará cuestiones universales como la muerte, el alma, la memoria, el deseo o la identidad, a las que dará forma y concepto con una serie de procesos y técnicas muy referenciales, entre ellas, la secuencialidad narrativa, el uso de textos manuscritos, la escenificación y el empleo de estrategias como las exposiciones múltiples, los desenfoques o el uso de espejos.

A través de la exposición 'Duane Michals: El fotógrafo de lo invisible', incluida en la sección oficial del festival PHotoEspaña 2025, la Fundación Canal nos ofrece la oportunidad de contemplar una amplísima retrospectiva que abarca más de 60 años de trabajo, con un total de 51 obras -que en realidad se convierten en 150 fotografías por su empleo de secuencias-, desde 1964 hasta alguna de reciente creación de 2025. Todas ellas responden al pequeño formato en blanco y negro, tan característico suyo, salvo varias imágenes muy recientes, algunas de las que pueden verse expuestas por vez primera.

Quiero remarcar el hecho de que en el proyecto, junto a la comisaria Enrica Viganó, ha participado el propio Michals incluyendo prácticamente todas sus series y obras más conocidas. La muestra se articula en torno a seis secciones temáticas, cada una de ellas atendiendo a distintas estrategias expresivas, que se alejan de una organización puramente cronológica o metodológica.

Hay que destacar, como ya viene siendo habitual en la Fundación Canal, el limpio y bien resuelto montaje que permite contemplar estas fotografías, conscientemente pequeñas en su tamaño, pero dotadas de un aura y una maestría espléndidas.

'Imaginación' nos revela la capacidad de Michals de imaginar -literalmente- lo que no podemos ver a través de elementos aparentemente objetivos y reales. Aquí la muerte, uno de sus temas seminales, se nos muestra más como un pasaje que como un final en series como 'Un hombre yendo al cielo' (1967) o 'El espíritu abandona el cuerpo' (1968). En 'Visualización' vemos obras dispares pero muy emblemáticas, entre otras, su famosa secuencia 'Las cosas son raras' (1973) o también 'El espejo mágico de la incertidumbre del Dr. Heisenberg' (1998), en las que las cosas no son exactamente lo que percibimos.

Por su parte, 'Sensación' trata de esas potencias que extrañamente nos permiten reconocer las cosas a través de un inexplicable sexto sentido. En ella se nos muestra 'Encuentro casual' (1970), una de sus obras secuenciales más inquietantes y destacadas e igualmente 'El hombre iluminado' (1964), otra pieza icónica.

El apartado 'Intuición' remite básicamente a su condición de excelente retratista, una faceta quizás no tan conocida pero sí indudablemente reconocida. Son retratos realizados a lo largo de toda su carrera: a Warhol (quien por cierto fue su amigo en la infancia), Duchamp, Pasolini o su admirado Magritte, entre otros muchos, y en los que busca reflejar la identidad del individuo por medio de la interacción con el sujeto y su entorno. Él los denomina «retratos en prosa».

Duane Michals

'El fotógrafo de lo invisible'. Fundación Canal. Madrid. C/ Mateo Inurria, 2. Comisaria: Enrica Viganó. Hasta el 24 de agosto. Cinco estrellas.

'Indignación' nos lleva a una pulsión de justicia social y personal, sutil e íntima. Es aquí donde los textos manuscritos tal vez cobran más protagonismo, con trabajos como 'El hombre desafortunado' (1976), 'Lo negro es feo' (1975) o 'De compras con mi madre' (1978), donde alcanza un radical nivel cero iconográfico al no incluir ninguna foto, tan solo texto. Finalmente, 'Revelación' es una suerte de epifanía fotográfica que hace visible, casi siempre con ayuda de las palabras, lo que normalmente no podemos percibir.

Seguramente son sus obras más autobiográficas e íntimas, tal como se aprecia en 'Esta fotografía es mi prueba' (1974), 'La casa que una vez llamaba hogar' (2002) o 'Autorretrato como si estuviera muerto (1968).