Crítica de:

'El final del cuento', de José María Sicilia: La pintura como traducción poética

Madrid

Primera cita en Madrid de una Prats Nogueras Blanchard 'unificada', con un autor que llevaba 10 años sin exponer en su ciudad

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Detalle de una de las obras de la serie 'El final del cuento', de José María Sicilia ABC

En una ocasión, José María Sicilia (Madrid, 1954) se definió como «un gato que intenta atrapar de un salto un pájaro». Todavía no había encontrado el placer de tejer sus experiencias, aunque tenía la poderosa imaginación para saber que tendría que cortar ... con muchas cosas. Entre los objetos que pintó al comienzo de su trayectoria creativa está 'Tijeras blanco titanio' (1984), en la que destaca el motivo figurativo, pero sobre todo las texturas de la superficie.

En esa época, Sicilia pintaba elementos como fregonas, planchas y herramientas, así como monumentos públicos, patios o paisajes. Hay en su estética un significativo gusto por las texturas, semejantes a paredes encaladas y desconchadas, espacios erosionados por el tiempo, lujosos y dramáticos, y por los grandes formatos que, literalmente, desbordan al espectador. Su especial suntuosidad y virtuosismo hacía que el cuadro fuera prodigiosamente denso y, al mismo tiempo, visualmente leve, con esas presencias figurativas que, sin embargo, pasaban a segundo término en beneficio del placer de lo pictórico.

Radicalizar soluciones

En 1985, el madrileño participa, junto a Barceló, Miguel Ángel Campano, Ferran García Sevilla y Menchu Lamas, en la exposición '5 Spanish Artist' que Donald Sultan comisarió en el Artist Space de Nueva York. Viviendo en la ciudad de los rascacielos comienza a radicalizar las soluciones constructivas de su pintura, desplegando un cromatismo maravilloso y vibrante.

En la imponente exposición 'Sicilia', en 1987, en el CAPC de Burdeos, se pudo ver 'Flor rojo' (1987), una obra en la que, como indicara Juan Manuel Bonet, se ha olvidado cualquier referencia figurativa o literaria. Lo decisivo para el pintor no es la temática figurativa del cuadro, sino que la pintura o, mejor, el color pueda sostenerse a sí mismo. Progresivamente Sicilia ha ido despojándose de la referencialidad figurativa para desarrollar una peculiar abstracción que no deja nunca de lado lo concreto, desplegando un complejo mecanismo de traducción de experiencia que literalmente se concreta en una singular textura y tejido.

José María Sicilia 'pinta-y-teje' combinando ligereza y densidad, sedimentando 'veladuras' que producen una sensación de misterio. La pintura es nudo, trama, agujero y velo, superficies intensas que activan la mirada.

Apariciones. En las imágenes, detalles de algunas obras de la serie 'El final del cuento', de José María Sicilia en su regreso a Madrid ABC

Han pasado demasiados años (casi dos décadas) sin que puedan verse obras de este gran maestro de la pintura en Madrid donde, entre otras cosas, animó la Fundación El Instante e incluso hizo una estupenda incursión en el género de la zarzuela. A pesar de la aparente 'ausencia', Sicilia no ha dejado de tejer sus 'relatos', contando y condensando en clave hermética su particular reencarnación de Sherezade.

Lo que parece interesarle a Sicilia es dar espacio en la pintura a la turbulencia de la sensación, tejer la experiencia, pero manteniendo su condición enigmática. Seguir el hilo de esta pintura, en su trenzado complejísimo, supone entregarse al goce, asumiendo que el deseo no puede extinguirse.

Drama y duelo, como el que sedimentó, de modo alegórico, en torno al accidente de la central nuclear de Fukushima, o vuelo místico que también busca –como apunta Valente– con la piedra el centro, aleteo de mariposa que genera un caos metafórico y, siempre en la especular pupila, el anhelo de la luz.

José María Sicilia

'El final del cuento'. Galería Prats Nogueras Blanchard. Madrid. C/ Beneficencia, 18B. Hasta el 9 de noviembre. Cuatro estrellas

Este artista tiene, en todos los sentidos, alma de poeta y eso le lleva a intentar traducir el canto de los pájaros. Lo que vemos ahora en Prats Nogueras son fragmentos de un 'bloc mágico', palimpsestos, cuentos para 'demorar' el final, sedimentaciones líricas que evocan esa noche que, como meditó casi oracularmente María Zambrano, será completada por el esplendor de la aurora.

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