CRÍTICA DE:
'El fin de la inocencia', de Stephen Koch: la cultura occidental cómplice del comunismo
ENSAYO
Las raíces totalitarias de muchos de nuestros gobernantes populistas de izquierdas o neocomunistas enmascarados, provienen de lo que magistralmente nos cuenta Koch
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Iniciar sesiónLa primera edición española de este libro se publicó en el año 1997. Veintisiete años después se reedita, revisada y actualizada, con un prefacio del autor, Stephen Koch. La importancia de este extraordinario ensayo es incluso mayor que la que tuvo a finales del siglo ... pasado.
Cuando apareció por primera vez, el comunismo había caído y los países de centro Europa y la propia ex URSS, vivían los primeros tiempos de la libertad y la democracia. Todo fue una esperanza que, casi tres décadas después, no la hemos visto confirmarse. Los autoritarismos han regresado.
ENSAYO
'El fin de la inocencia'
- Autor Stephen Koch
- Editorial Galaxia Gutenberg
- Año 2024
- Páginas 471
- Precio 27 euros
El mayor ejemplo es la dictadura rusa de Putin. Las nuevas generaciones que, por su edad, no pudieron leer 'El fin de la inocencia', deberían hacerlo. Las raíces totalitarias de muchos de nuestros gobernantes populistas de izquierdas o neocomunistas enmascarados, provienen de lo que magistralmente nos cuenta Koch.
Durante los años treinta del siglo pasado el comunismo estalinista se infiltró profundamente en el mundo cultural occidental. La libertad de conciencia y expresión del artista y el intelectual fue apagada en beneficio de la lucha de clases. A las vanguardias se les antepuso el realismo socialista. La década de los treinta fue la del desarrollo de los totalitarismos asesinos, la de la decadencia de las democracias liberales y, finalmente, la del inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Koch se refiere a tres personajes comunistas muy relevantes pero poco conocidos. El alemán Willi Münzensberg, así como los polacos Karl Rádek y Félix Dzerzhinski. Willi fue el principal propagandista y reclutador de gentes de la cultura occidental a favor del comunismo soviético. Willi y Rádek trabajaron con Lenin en Suiza y luego en Rusia. El primero de ambos creó el espionaje cultural, se infiltró en Cambridge y otras universidades, planeó sobre el grupo de Bloomsbury, llegó a Wall Street, a Hollywood, entró en gobiernos (el francés y español), creó el Socorro Rojo Internacional, la Internacional Comunista también denominada Komintern, el Frente Popular (1935-39), los Congresos en defensa de la cultura. También su larga mano estuvo presente en conspiraciones, manifestaciones, conferencias, publicaciones, radios, teatros, cines, librerías y demás. Blanqueaban dinero, falsificaban pasaportes y documentos. Miembros de profesiones relacionadas con la Cultura fueron captados.
Se había difundido que el comunismo equivalía a solidaridad con los oprimidos. También existió un gran esnobismo social
El antifascismo no sólo fue eso, sino un ataque en toda regla contra las democracias occidentales, además de extender la horrible mentira de que el comunismo era el Paraíso. Antifascismo mientras Stalin pactaba con Hitler. La justicia revolucionaria estaba por encima de todo. ¿Por qué la Cultura se adhirió y justificó estos asesinatos en masa? Se había difundido que el comunismo equivalía a solidaridad con los oprimidos. También existió un gran esnobismo social. Se hablaba de una libertad sexual que en la URSS nunca existió. La burguesía fue la clase a la que más se atacó. El igualitarismo socialista era sustituido por una sociedad jerarquizada con un líder carismático.
Y otra gran mentira, el comunismo era el defensor de la paz. Aquello o aquel que no fuera comunista era acusado de fascista. Los gulags siempre fueron justificados y no negados. El terror debía ser conocido y divulgado. El mismo Stalin afirmó que únicamente eran decentes aquellos que no daban la espalda al antifascismo. A Willi también se le debe la creación de la Liga contra la guerra y el fascismo, así como el Congreso Mundial contra la guerra de Amsterdam (1932).
Hemingway, Dos Passos y Dorothy Parker estuvieron en esta conjura en EEUU. En mayor medida Parker, y, en menor, los dos restantes. Lilliam Hellman y Hammet contribuyeron económicamente. Lilliam apoyó la invasión de Finlandia por la URSS. Según ella era un país pro-nazi. Y lo basó en un viaje que dijo había hecho y no fue así. Gide se arrepintió en 1936 al regresar de la URSS. Brecht llegó a escribir que «cuanto más inocentes son más merecen el paredón». Siempre tuvo un subsidio secreto, incluso en sus años de Hollywood. La lista de gentes de la cultura cómplices del comunismo sería inmensa. Y también hubo muchas mujeres. Nina Berbéroba las denominaba «las damas del Kremlin», entre ellas Elsa Triolet mujer de Aragon.
Quienes criticaban al comunismo y a la URSS eran malas personas, intolerantes, incultos y, definitivamente, fascistas. Mientras que los afectos eran progresistas, humanistas y pacifistas. Stalin desconfiaba del mundo de la Cultura y ordenó al Buró de tareas especiales que los vigilaran. Karl Rádek, brazo derecho de Willi, fue ejecutado por su proximidad a Trotski. Dzerzhinski fue el ideólogo del Estado policial o Estado de terror, e inventó las checas.
Babel comenzó su etapa revolucionaria en ellas antes de su desencanto. Otro personaje importante fue Otto Katz, judío alemán de los Sudetes que vivía en Praga. Fundó la Liga antinazi de Hollywood. Amante de la Dietrich, presumía de la amistad con Brecht, Hellman, Einsenstein, Lang, Noel Coward y, en otros tiempos, con Kafka y Max Brod. Otto también fue asesinado. La gratitud de Stalin hacia sus colaboradores era mortífera. Lo mismo le pasó al periodista Koltsov. Ehrenburg siempre sobrevivió.
El capítulo dedicado a España es memorable. Por estas páginas, pasan Largo Caballero, Álvarez del Vayo...
Hay en este libro un comentario de Koch que creo imprescindible citar: «Los espías de Cambridge fueron servidores de Stalin, estalinistas puros. Lo mismo pasó en Francia, USA y demás países democráticos. No habrá perdón histórico para ellos».
Sin enterarse
El capítulo dedicado a España es memorable. El desinterés de Stalin por nuestra guerra civil, los cobros en efectivo de las armas obsoletas, el no enviar combatientes rusos sino comunistas del resto del mundo, la no involucración oficial en la contienda. Por estas páginas pasan Largo Caballero seguidor de la línea política del VII Congreso del Komintern; Álvarez del Vayo; Negrín; así como el desaparecido José Robles, amigo de Dos Passos. Orlov, el jefe de la policía secreta soviética en España, llevó a cabo numerosos asesinatos como el de Nin.
De todo esto la cultura española de aquel tiempo no se quiso enterar. Münzenberg que también trabajó en España, en el año 1940, apareció ahorcado en un bosque de Francia. Los nazis habían entrado en este país, Willi había caído en desgracia hacía tiempo, y se encaminaba a un puerto del Sur huyendo.
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