PANTALLAS
Expresionismo en el cine: Luces sombrías del caligarismo
MADRID
La sombría luz expresionista se prolonga en nuestros días críticos y banales. Así lo constata la muestra 'Expresionismo. Un arte de cine' en la Fundación Canal
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Iniciar sesiónSi el pintor de la vida moderna, tal y como postulara Baudelaire, es un dandi, también es cierto que su paisaje metropolitano, allí donde surge la anómala 'botánica del asfalto', genera no solo el placer del artificio, la seducción del maqui- llaje, sino ... al tiempo el vértigo y la carroña que impone su pestilencia en los caminos periféricos.
En los estertores del Romanticismo, cuando sus abismos sublimes quedaron desmantelados bruscamente por la electrificación del mundo, surgió una angustia generalizada, la neurastenia que es el fracturado suelo emocional en el que enraizó eso que llamamos Expresionismo.
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El único refugio antiatómico (antitontos) es la comedia
Oti Rodríguez Marchante
Tanto las fechas de la actitud o talante expresionista como las influencias recibidas son oscilantes, como si el caos estuviera inscrito en su imprecisa definición. En los orígenes del Expresionismo entran en juego un libro publicado en Múnich en 1918 con ilustraciones alemanas de los siglos VIII al XV titulado 'Miniaturas expresionistas del medievo alemán', el color y formas apasionadas de la tradición veneciana, la reivindicación de un artista como El Greco, la emocionalidad de Rubens, el rechazo de Gaugin a la anquilosada civilización europea, el descubrimiento de Van Gogh, la fascinación por Munch, pero también los sufrimientos sedimentados en Dostoievsky, los dramas domésticos de Ibsen o el borrado del horizonte que se produce con la 'nietzscheana' muerte de Dios.
Huir de la Academia
Tanto el grupo de Dresde denominado Die Brücke (1909-1913), formado por Kirchner, Heckel, Schmidt-Rottluff, Pechstein y Mueller, como los artistas de Múnich, capitaneados por Kandinsky y Franz Marc, que publicaron el almanaque Der Blaue Reiter (1912), tenían en común el deseo de expresarse escapando del academicismo. Herwarth Walden (figura decisiva por su actividad editorial en 'Der Sturm' que en 1912 le llevó a abrir una galería en la que presentó las tendencias vanguardistas comenzando con individual de Kokoscha simultánea a una revisión de los pintores de Der Blaue Reiter), describe, en su canónico libro de 1918, el Expresionismo como una acción «cargada de sentido espiritual».
La exposición 'Expresionismo. Un arte de cine' en la Fundación Canal ofrece una crucial clave para aproximarse a esa época de tensiones artísticas y políticas marcada por la «fractura» –así la denomina Philip Bloom– de la Gran Guerra. Una magnífica selección de pinturas, dibujos, grabados y esculturas de artistas como Paula Modersohn-Becker, con un paisaje de 1900 con árboles de troncos ondulantes que parecen presagiar la catástrofe que estaba por llegar, Emil Nolde, el más vigoroso de los expresionistas aunque nada favorable a formar parte de ninguna agrupación, la metrópolis angustiosa que presenta Otto Dix en una acuarela de 1925 o la hipnótica litografía 'Pierrot y Máscara' (1920), de Max Beckman.
El hipnotismo cinematográfico se acentúa en la película determinante de la estética expresionista: 'El Gabinete del Doctor Caligari' (1920), dirigida por Robert Wiene a partir de un guion completamente modificado en su sentido profundo de Hans Janowitz y Carl Mayer. Las sombras pintadas, la feria sofocante, el psiquiátrico conclusivo, alegorizan el estado del mundo, la condición demente de la autoridad, los estragos psíquicos de la tiranía. Sigfried Kracauer apuntó en su referencial texto 'De Caligari a Hitler' (1947), que el personaje siniestro y doble del hipnotizador/psiquiatra representa «la autoridad ilimitada que deifica el poder por el poder mismo y que para satisfacer su ansia de dominación viola cruelmente los valores y derechos humanos».
Esta exposición traza lúcidamente las relaciones 'antitéticas' de ruptura/liberación, forma/deformación y sueño/trauma; combina a pintores como Macke, Franz Marc o Hermann Max Pechtein con fragmentos de películas como 'Nosferatu' (1924), de Murnau, 'Dr. Mabuse' (1922) y 'Metrópolis' (1927), de Fritz Lang o 'Misterios de un alma' (1926), de Pabst.
Estas imágenes, principalmente marcadas por la angustia, hacen que recordemos las profundas crisis de la República de Weimar, cuando el dinero apenas servía para intentar encender una chimenea, cuando las luchas políticas extremas llevaron al enclaustramiento general. Los alemanes experimentaron la derrota militar como una quiebra total de su universo, apareciendo el manicomio como destino de muchas almas desgarradas.
Carl Hauptmann sostenía durante los años de postguerra que mientras el lenguaje moderno estaba demasiado pervertido para cumplir con el cometido de expresar experiencias y sensaciones primitivas, el cine, al que denominaba «bioscopio», bridaba una oportunidad singular para exteriorizar la fermentación de la vida interior.
El arte y el cine expresionista, calificado como «degenerado» por los nazis, nos interpela, como si ese caos que ilustra fuera la prehistoria de nuestras catástrofes. «La carroña no tiene por qué falsear la vida; por el contrario, la vida puede culminar en montones de carroña, tanto cuanto un escritor no podría acumular jamás», escribe Kracauer comentando la depravación atroz de 'Dr. Mabuse'. La sombría luz expresionista se prolonga en nuestros días críticos y banales. Somos, lamentablemente, los herederos y actualizadores del 'caligarismo', sometidos a la locura y las sombras de la tiranía. El sonámbulo Cesare está a punto de cometer más crímenes.
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