CRÍTICA DE:
'Cómo explicarle un chiste a un caballo', de Iñigo Navarro en la galería Ponce+Robles: El teatrillo de la gran pintura
Madrid
El 'realismo marciano' de Íñigo Navarro (que ficha por Ponce+Robles) no debe eclipsar la maestría de un profesional
Lea otros textos de este autor
Obra de la serie 'Cómo explicarle un chiste a un caballo'
Empieza la colaboración entre Ponce+Robles con este artista un tanto a contrapelo, Iñigo Navarro (1977), a quien desde hace tiempo se le habría deseado ver representado por una galería de al menos este fuste. Es algo habitual en nuestra escena que nombres como ... Antonio Montalvo, Concha Martínez Barreto, José Luis Serzo, Sara Quintero o Jorge Diezma, con quienes se le puede poner en sintonía por la vía de su interpretación sui géneris del 'realismo', tarden en encontrar acomodo en el sistema comercial -cuando lo consiguen-, quién sabe por qué prejuicios o complejos.
Pero en este caso, tras la larga espera en la que el artista fue demostrando lo sólido de su proyecto, así como su impecable dominio de procesos y técnica (atención a las superficies de sus acuarelas y telas, vayan al detalle), cabe esperar que su trabajo sea conocido por un público amplio y acceda a ferias, instituciones y colecciones de relevancia.
Mucho más que un surrealista
El trabajo de Navarro ha sido interpretado con frecuencia en clave mera y netamente surrealista, en parte porque el propio artista nos empuja a ello a través de los textos que escribe como acompañamiento de sus imágenes, y en los que las situaciones cotidianas se topan constantemente con el absurdo, lo onírico o lo delirante.
Quizá sería recomendable a quien se acerque por vez primera a lo intrincado de estas imágenes que no ceda de inmediato a semejante tentación, que rechace la mano que se le tiende desde la literatura, distanciando la lectura de esos escritos donde Navarro parafrasea sus imágenes por medio de historias rocambolescas.
Instalación de la muestra en la galería
De este modo, lo que parece salido del sueño adquirirá la textura del juego, y lo que aparenta paranormal devendrá más bien disparatado o mítico; todo improbable, sí, pero susceptible todavía de ser reconstruido por la lógica de la travesura, por las reglas de un teatro privado, del divertimento o la fiesta, del carnaval.
Esta labor, que arranca con 'performances' familiares, donde su mujer, hijos y amigos, junto a él mismo, aparecen enmascaradas bajo iluminaciones de tramoya, y que va dejando su rastro en objetos, vídeos e instalaciones que salpican sus exposiciones, amasa un substrato barroco de juego de espejos que va más allá de los medios técnicos en que se traduce a cada paso.
Íñigo Navarro
'Cómo explicarle un chiste a un caballo'. Galería Ponce+Robles. Madrid. C/ Alameda, 5. Hasta el 9 de marzo. Cuatro estrellas
La pintura está al final de esa cadena (aunque yo destacaría la inteligencia de unos pasos previos en el formato del pequeño boceto preparatorio para el cuadro y de los papeles, que suelen escapar al ámbito comercial); y es una pintura que merece la pena apreciarse en vivo, porque está hecha con la sabiduría y la sensibilidad de los grandes.