CRÍTICA DE:
'La exégesis', de Philip K. Dick: el evangelio según el maestro de la ciencia ficción
Ensayo
Esta obra se compone de miles de páginas de notas mecanografiadas y manuscritas, partes de diarios, cartas y bocetos de novelas
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Iniciar sesiónLa historia ocupa, siempre, un sitio determinante en los últimos tramos de cualquier biografía de Philip K. Dick (Chicago, 1928-1982); pero, desde allí, también siempre, parece proyectarse a toda su obra anterior y hacia el infinito y más allá.
Allí, la gozosa desesperación ... de Dick por procurar entender lo que le ocurrió durante febrero y marzo de 1974 (episodio bautizado por él como 2-3-74), cuando abrió la puerta de su casa y, jura, fue invadido por una entidad extraterrestre de nombre VALIS —siglas de 'Vast Active Living Intelligence System'— que le reveló La Verdad de las Verdades.
ENSAYO
'La exégesis'
- Autor Philip K. Dick
- Editorial Minotauro
- Año 2024
- Páginas 1.198
- Precio 75 euros
Por esos días Dick se aprestaba a publicar —luego de demoras y revisiones— un clásico suyo: 'Fluyan mis lágrimas, dijo el policía', acaso su última aproximación pura al género. Y una mañana Dick pidió entrega a domicilio. Calmante para dolor de muelas. Dick abrió la puerta. Y la joven y hermosa repartidora de drugstore lucía colgante dorado con forma de pez del que —aseguró Dick— brotó un rayo rosado. Y Dick fue alcanzado y alcanzó «la comprensión total del universo convertida en información». Dick juró haber experimentado una 'anamnesis' en toda regla (término griego que designa la «pérdida del olvido») y de pronto lo supo y lo recordó 'todo'.
Sí: la chica del 'drugstore' no era sino una antigua cristiana en la clandestinidad y todavía vivíamos en tiempos del Imperio Romano y él mismo no era otro que San Pablo o el profeta Elijah. Sí: nuestro mundo no existía como tal y era una ilusión (El Tema de las ficciones de Dick), Nixon era el Mal Supremo, Dios era imperfecto y dual y muchas cosas más. Y, de acuerdo, Dick era habitual consumidor de drogas poderosas (y más de uno teorizó que posiblemente padeciera alguna variante de epilepsia); pero ahí y entonces Dick 'también' supo que su propio hijo estaba enfermo de gravedad.
El lector comenzará a pensar que todo suena perturbadoramente lógico, inteligente, posible, verosímil
Y que necesitaba tratamiento inmediato a pesar de que primero los médicos se lo negasen categóricamente para, después y ante la insistencia del padre, asombrados, descubriesen que ese escritor alucinando en Urgencias tenía razón y había visto mucho más de lo que los no rosados rayos x en principio habían ignorado por completo.
Todo lo anterior fue explorado y narrado y acaso delirado (sus conferencias se convirtieron en una suerte de prédica de apóstol delirante para incomodidad de colegas y fans) en una tetralogía final de Dick que no se parecía a nada de lo que él ni nadie hubiesen hecho hasta la fecha dentro de los parámetros 'sci-fi': 'Valis' (1981), 'La invasión divina' (1981), 'La transmigración de Timothy Archer' (1982) y el cuasi-borrador 'Free Radio Albemuth' (escrita en 1976 pero no publicada sino hasta 1985 después de muerto P.K.D.) son una de las más originales muestras de autobiografía, elucubración mística, consideraciones filosóficas y, ya que estamos, ciencia-ficción de todos los tiempos.
Narrar la verdad
Ahora, entender a las muchas páginas de la imprescindible para dickianos 'La exégesis' (laboriosa y lograda destilación de más de ocho mil folios manuscritos de sueños y visiones y mensajes recibidos y enviados por Jesucristo & Zebra a cargo de Pamela Jackson y el escritor y especialista y editor de Dick en la Library of America Jonathan Lethem) como en el sustento teórico y vital de Dick a la práctica en su obra iluminada desde las sombras de su propio castillo. Su cuasi proustiano (porque no trata de otra cosa que de la recuperación de, sí, un tiempo perdido recobrado) y monolito estilo '2001' que si bien no aclara nada del todo sí lo aclara a todo por completo.
Así, casi enseguida, el lector adentrándose en este libro comenzará a pensar que todo suena perturbadoramente lógico, inteligente, posible, verosímil. Y, sí, En alguna parte Dick (quien, a diferencia de Bradbury o Ballard o Sturgeon o Gibson no era un gran estilista, su prosa era a menudo torpe y apresurada; pero siempre desbordando de conceptos formidables y seguro, hoy por hoy, el más influyente y plagiado y refritado por Hollywood) confesó y no mintió: «Yo soy un filósofo ficcionalista, no un escritor de novelas; mis novelas y cuentos son empleados como medios para formular mis percepciones. El centro de mi obra no es arte sino verdad. De ahí que lo que yo narro no es sino la verdad y no puedo hacer nada por evitarlo. Por suerte, esta actitud mía parece ayudar de algún modo a ciertas personalidades sensibles y problemáticas a las que me dirijo. Creo entender cuál es el ingrediente que tengo en común con ellos y que me une a mis lectores: ni ellos ni yo sacrificaremos jamás nuestras ideas en cuanto a lo que es racional o irracional, auténtico o falso, dentro de la misteriosa naturaleza de la realidad. Para mis lectores lo que yo escribo no es más que una interpretación alternativa pero amorosa de sus vidas privadas y sus pensamientos más íntimos».
Aquí, entonces, 'realmente', he aquí al Evangelio según San Dick. Aquel quien después murió y ascendió no a los cielos sino a los metaversos pero antes dejando dicho que nada le gustaría más que le dedicasen una lápida donde se leyese: «Tomó drogas. Vio a Dios. ¡Gran cosa!».
Gran escritor, por los años luz de los años luz.
Amén.
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