'La estatua', de Günter Grass: la mujer más bella de la Edad Media

Con motivo de dar una serie de lecturas en catedrales e iglesias de su reciente libro 'La Ratesa', pernoctará en vetustas casas parroquiales de «tarimas crujientes, moho en los cimientos y virtuosas esposas de párrocos».

NOVELA

'La estatua'

• Autor Günter Grass
• Editorial Alfaguara
• Año 2025
• Páginas 80
• Precio 16,90 euros

Y lo hará por una zona de persecuciones de herejes, de guerras «fechadas y amortizadas», donde en todas partes «se desmoronaban la alta y baja Edad Media», los edificios viejos se caían «a cámara lenta», bloques de construcciones prefabricadas de la época moderna aparecían a lo lejos, y las carnicerías de la Guerra de los Treinta Años seguían surgiendo fantasmalmente por aquí y allá. Aunque, sobre todo, podía aparecer de nuevo la presencia fascinante, época tras época, de la belleza de una estatua sumamente realista: la de Uta, casada en el siglo XIII con el poderoso y belicoso marqués Ekkehard II, ambos en la catedral de Naumburg. Los acompañan otra decena de estatuas de fundadores de la catedral.

«Cuando hicimos la excursión a Naumburg durante la gira de lecturas, se apoderó de mí una especulación de graves consecuencias», afirmará Grass. Efectivamente, como maravilloso resultado de ese viaje y sus «consecuencias» en su fabulosa imaginación, surgirá un relato, hasta hace poco inédito, titulado 'La estatua', que incluye dibujos del propio Grass.

Nada mejor que la publicación de esta pequeña joya y deliciosa filigrana, para honrar en el décimo aniversario de su desaparición a este gran escritor y artista que quizá se sintió retado cuando, al no menos grande Umberto Eco, le preguntaron «con qué mujer de la historia del arte le gustaría cenar» y él, sin pensárselo dos veces, dijo «con Uta de Naumburgo».

Considerada durante siglos la mujer más bella de la Edad Media, compitiendo con la Ilaria del Carretto de la catedral de Lucca, Uta fue acusada de brujería en su corta vida y dejó tras de sí una curiosa estela: desde glorificarla los nazis en su culto racista, además de otra serie de «insensateces nacionalsocialistas», hasta servir de inspiración para Walt Disney a la hora de crear a la malvada madrastra de Blancanieves.

Pero Grass era un grandísimo escritor, además de admirador hechizado por bellezas enigmáticas de la Edad Media que lo perseguirán durante años por los lugares más inimaginables. Así que recurriendo al artificio literario de los convidados de piedra, ingeniará una cena como anfitrión «para invitarlos a todos».

No a unos personajes históricos «de los que prácticamente no se sabe nada», sino a aquellos modelos populares, a gente sencilla de Naumburg —la joven esposa de un carnicero, un herrero, la delicada hija de un orfebre que serviría de modelo para una Uta que se haría famosa después— que debieron posar en su día para el artista local que los plasmaría eternamente en un conjunto de exquisitas estatuas de los fundadores de la catedral.