Crítica de:
'El enemigo de mi enemigo', de Gonzalo M. Quintero Saravia: al rey lo que es del rey
ENSAYO
Exploración de conjunto y actualizada de la participación española en la revolución de los colonos estadounidenses. La monarquía hispánica de Carlos III se convirtió en un actor determinante en este conflicto
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Iniciar sesiónA finales de 2021, se mostró al público una placa restaurada en Fort Green, Nueva York, en la que se recuerda a los 126 españoles, soldados y marineros, que estuvieron allí, presos de los británicos, durante la guerra de independencia de EE.UU. La ... placa original fue dada a conocer en 1976, con ocasión de su bicentenario, por el rey Juan Carlos, en una visita oficial que entonces tuvo enorme importancia.
Desgraciadamente, aquel conflicto imperial en el que España fue beligerante entre 1780 y 1783 costó, al menos, 5.000 muertos españoles. El mayor número de bajas, 1.300 hombres, se dio en el ataque contra Gibraltar de 1782.
ENSAYO
'El enemigo de mi enemigo'
- Autor Gonzalo M. Quintero Saravia
- Editorial Alianza
- Páginas 856
- Precio 27,50 euros
La mayor batalla de aquella guerra larga, terrible y global fue consecuencia del fallido intento de toma de «ese montón de piedras», como denominó al famoso peñón el conde de Floridablanca. En especial, los muertos se produjeron entre los tripulantes de las 'baterías flotantes', promovidas por el gran marino Antonio Barceló, en aquel último intento español de recuperar la roca.
Otra batalla naval, la del cabo de San Vicente, costosa derrota española, incluyó la explosión del navío Santo Domingo, con la muerte de 600 tripulantes. En 1780, un huracán hundió parte de los barcos que transportaban la primera expedición española al mando del militar Bernardo de Gálvez hacia Pensacola, en Florida. Aunque la acción terminaría con una rotunda y recordada victoria, podrían haberse ahogado unos 500 hombres entre marinos y soldados de refuerzo, procedentes de regimientos acantonados en España o en la América española.
No podríamos decir que la participación española en la exitosa revolución de los colonos estadounidenses haya sido ignorada en la historiografía especializada. En realidad, ha sido un tema clásico y, como muestra este volumen, compilación y obra maestra de la historiografía sobre ella, ha preocupado y hasta obsesionado en diferentes épocas a historiadores y diplomáticos.
Ciertamente las posiciones 'negrolegendarias' en los EE.UU. decimonónicos ignoraron la aportación española en sus orígenes
De lo que carecíamos hasta ahora es de una obra de conjunto y actualizada, una historia global y posnacional de una guerra mundial en la cual una tenue confederación republicana de antiguas colonias británicas en América del norte, una nación todavía sin nombre, sin constitución, sin moneda y unida solo en un dudoso experimento político, logró poner en marcha su existencia.
Ciertamente las posiciones 'negrolegendarias' en los EE.UU. decimonónicos ignoraron cualquier reconocimiento de la aportación española en sus orígenes. Allí inventaron que «el salvaje oeste estaba vacío» (Hollywood hizo el resto) y asumieron con pragmatismo imperialista que el mejor indio (con frecuencia hablante de español y sujeto a algún tratado con España), era el indio muerto.
Aquí, todavía algunos divulgadores, aficionados y polígrafos persiguen una imaginaria conspiración anglosajona que, no es una sorpresa, en este volumen de historia verdadera, trabajada con tesón en archivos y bibliotecas de muchos países, no aparece por ninguna parte. Según el orden de los siete capítulos y, de acuerdo con los argumentos fuertes del libro, la España de Carlos III era una potencia mundial formidable y se comportó como tal durante el nacimiento de EE.UU..
No hay elites viciosas, ni militares traidores, ni marinos cobardes, esos que tanto juego dan a novelistas y resentidos varios. La participación española en la independencia de EE.UU., esta es la historia, constituye una apología del reinado de Carlos III. Impresionan las habilidades diplomáticas de Grimaldi, Aranda o Floridablanca para retrasar todo lo posible otra guerra con Gran Bretaña que había que ganar, su defensa de la razón de Estado y el perfecto cálculo de riesgos.
Es fascinante el ejercicio político de una meritocracia militar y naval hispana abierta al reconocimiento del talento individual multiétnico, característico de la monarquía española. Asuntos de debate como la eficacia asombrosa de la red de espionaje española, la poderosa maquinaria militar y naval –con La Habana como puerto y arsenal decisivo–, o la aportación económica a los rebeldes estadounidenses, cinco millones de reales que en 1795 ya habían sido devueltos, muestran el dinamismo de una relación mutua que, todavía en 1800 imponía una relación fronteriza de miles de kilómetros. Lo que acontece después, la crisis metropolitana española que dará tantas oportunidades a los emergentes EE.UU. de América, será historia de otro siglo.
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