LIBROS
'Eneida' para disfrutar con todos los sentidos
clásicos
Esta obra de Virgilio es un palacio encantado de palabras sublimes. Y esta nueva edición cuenta con una traducción en perfectos endecasílabos españoles y con unas maravillosas ilustraciones
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Iniciar sesiónHe aquí una ‘Eneida’ para soñar y para disfrutar, con una traducción en perfectos endecasílabos españoles, con el texto latino en tinta azul acompañando desde el faldón inferior de la página al texto castellano y con unas maravillosas ilustraciones de Federico del Barrio enriqueciendo ... el grueso tomo. Un Del Barrio que toca el cielo con una interpretación gráfica de la epopeya virgiliana desde la más radical modernidad y, al mismo tiempo, desde una absoluta complicidad con la obra del Mantuano. Y no es que falten otras 'eneidas' en nuestra lengua a las que respetar y honrar largo y tendido por su calidad e interés. Ahí están las entregas parciales, en Hiperión y en Renacimiento, de algunos libros del epos de Eneas a cargo de ese impecable traductor y fino poeta que es el catedrático Vicente Cristóbal, o la interesante propuesta de traducción rítmica planteada por el también catedrático Antonio Alvar (de cuya viva voz escuché hermosos fragmentos en mi despacho del CSIC hace unos años).
CLÁSICOS
'Eneida'
- Autor Publio Virgilio
- Editorial Reino de Cordelia
- Año 2023
- Páginas 744
- Precio 42,95 euros
Si nos remontamos a las versiones clásicas, habría que citar la de Gregorio Hernández de Velasco (siglo XVI) y la del polifacético colombiano Miguel Antonio Caro (siglo XIX), entre otras. Y si hablamos de versiones recientes y de amplia recepción tendré que referirme a la de Rafael Fontán en Alianza, a la del ecuatoriano Aurelio Espinosa Pólit en Cátedra o a la de Dulce Estefanía en PPU. Y hay muchas más. Pero la que tengo ahora a la vista es, sin duda, una de las más notables que conozco, y sus endecasílabos una auténtica fiesta para los sentidos, destilando claridad y precisión a partes iguales y convirtiendo la lectura del ‘magnum opus’ de Virgilio en algo parecido a la felicidad.
Lo más importante, en las traducciones de los grandes autores clásicos es hacerlos legibles para el lector actual, como consigue Luis Bonmatí
Y es que lo más importante, a mi juicio, en las traducciones de los grandes autores clásicos es hacerlos legibles para el lector actual, acercarlos a nuestra sensibilidad y alejarlos de esa vana retórica con que los malos traductores adornan su tarea, como si los clásicos utilizaran un oscuro metalenguaje que hay que transmitir oscuramente, cuando, por el contrario, los clásicos grecolatinos son siempre transparentes y diáfanos, y hay que trasladarlos a nuestra lengua de forma transparente y diáfana, como hace Luis Bonmatí en la traducción que estoy comentando. Si unimos a la belleza y claridad de los endecasílabos bonmatianos la fuerza expresiva y la poderosa y genial plasticidad que manan de las ilustraciones del gran Federico del Barrio, concluiremos que esta ‘Eneida’ no es una Eneida más, sino un auténtico hito en la historia de las traducciones españolas de la epopeya romana por excelencia.
Épica «artística»
Junto con su predecesor Apolonio de Rodas y sus sucesores Ariosto, Tasso o Alonso de Ercilla, Virgilio representa el ‘Kunstepos’ frente al ‘Volksepos’ de Homero, del ‘Beowulf’ o del 'Cantar de los Nibelungos'. Esa épica «artística» siempre tiene un autor preciso, real, histórico, no una criatura nebulosa como el autor de la ‘Ilíada’. Virgilio existió, nació en Mantua, fue protegido de Augusto y amigo de Horacio (que lo llamó en alguna parte ‘animae dimidium meae’).
En la ‘Eneida’ se propone cantar las hazañas de un héroe secundario de la guerra de Troya, hijo de Anquises y de Afrodita/Venus, que aparece poco en los poemas homéricos, pero que a Virgilio le viene pintiparado para justificar la procedencia troyana de la ‘gens Iulia’, o sea, la familia de Octaviano, el sobrino de Julio César, que pasaría a la historia con el título de primer emperador y con el nombre de Augusto (no cabe otro más solemne). Con la ‘Eneida’ se inicia ese tipo de obras, en verso o en prosa, que pretenden suministrar el abolengo del que carecen a las dinastías imperantes con las que simpatiza el autor. Se me viene a las mientes, por ejemplo, la ‘Historia de los reyes de Britania’, de Godofredo de Monmouth (circa 1135), que intenta dar a los Plantagenet reinantes un pedigrí de fábula que se remontaría al troyano Bruto. Pero, al margen de esta intencionalidad espuria al servicio de este o aquel linaje, lo que instala a Virgilio en las vitrinas de la permanencia es su portentosa sensibilidad a la hora de urdir versos inolvidables.
De manera indeleble
Viven en mi recuerdo, de manera indeleble, algunos de ellos. En el libro I, por ejemplo, el Mantuano se pregunta, ante el despliegue de insidias y partidismos de que hacen gala los dioses en su apoyo a tal o cual causa: ‘Tantaene animis caelestibus irae?’ No concibe que sentimientos tan negativos como la cólera puedan habitar en el corazón de los dioses. Más adelante, en el mismo libro, Venus se aparece a su hijo bajo la especie de una doncella armada; al darse la vuelta, su divinidad se revela por la forma de andar: ‘et uera incessu patuit dea’. ¿Y qué me dicen de ese prodigioso hexámetro del libro VI, tan citado por Borges como ejemplo supremo ‘de hipálage: ibant obscuri sola sub nocte per umbram’? La ‘Eneida’ es un museo de prodigios textuales, un vivero inagotable de ‘loci memorabiles’, un palacio encantado de palabras sublimes. Compruébenlo en la preciosa traducción de Luis T. Bonmatí que acaba de aparecer en Reino de Cordelia.
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