Emil Ferris: «Goya lo es todo para mí. Ofreció su don a la humanidad a pesar de lo que sufrió»
La autora de cómic chicagüense publica el esperado segundo volumen de su aclamadísima novela gráfica 'Lo que más me gusta son los monstruos'
El 'Ulises' del cómic sobre los peligros y el vacío existencial de un domingo de resaca
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Iniciar sesiónEl conjuro de la más tierna emoción lo maneja Emil Ferris como Maradona chutaba las faltas donde quisiera, directo a tu corazón. En la forja del turbulento Chicago de los 70, la autora nacida en 1962 aprendió a reconocer a los monstruos y, ... también, a amarlos porque vienen equipados de traumas y desprotección. En 2017, a sus cincuenta y cinco años, publicó como desconocida 'Lo que más me gusta son los monstruos' (Reservoir Books), ganando los premios más importantes de cómic del mundo y recibiendo los parabienes de los genios del ramo por ablandarles a ellos y a los lectores ante las aventuras detectivescas y desolaciones de la jovencita Karen Reyes y familia, entre prostitutas, pandilleros, seres fantasmagóricos, yuppies y buscavidas del lugar. Ahora llega la segunda y última parte. Y el amor. El merecido amor en aquel 'skyline' chicagüense de caos y dolor.
-Creció en los sesenta y setenta en Chicago, donde aún reside. ¿Era la vida allí tan peligrosa entonces? ¿Hubo contacto con gángsters y personas de vida tan sufrida? ¿Es esta obra un reflejo de sus vivencias?
-Sí. El Uptown Chicago de los años 60 era un lugar muy violento. Sabíamos que no debíamos permanecer junto a una ventana por la noche, porque, incluso con las persianas bajadas, mostrar la silueta de un ser humano podía convertirte en un objetivo. La mayoría de las noches me iba a dormir con el ruido de los disparos. Era mucho más violento de lo que escribí en 'Lo que más me gusta son los monstruos'. Antes de cumplir los seis años había estado cerca de seis muertes, cuatro de las cuales fueron muertes violentas de niños. Creo que mi amor por los monstruos es una forma de intentar comprender la naturaleza del miedo, del horror en el contexto del mundo en el que vivía.
-¿Quiénes son los monstruos malos en la vida real?
-Es extraño lo ordinarios que son los monstruos malos. Es extraño cómo parecen gravitar hacia la jerarquía superior de las estructuras gubernamentales y corporativas. Lo han hecho durante miles de años. No proceden de ningún origen, religión o etnia, pero tienen algo en común: valoran el dinero y el poder por encima de todas las cosas y, desde luego, por encima de todas las personas. Se aferran a los mismos aburridos «odios» de siempre y a la misma tonta y autoinflada «supremacía» para justificar su brutalidad, su tiranía, su crueldad y sus genocidios. Realmente deben despertarse cada día pensando en cómo exprimir la vida, el dinero, el jugo, la alegría, la pureza de un ser vivo bueno. La verdad sobre los monstruos malos es que en la mayoría de los casos se alejaron de sí mismos y de su sincera alegría y belleza cuando eran pequeños. Ahora lo único que les queda es la adquisición de «más». El vacío que sienten nunca deja de ser cavernoso. Están arruinados, profundamente heridos y rotos, aunque en general parezcan muy «unidos».
-¿Y los buenos?
-Los Buenos Monstruos pueden parecer «ordinarios, desordenados, poco excepcionales» desde fuera, pero en realidad son héroes. Se levantan cada día con el deseo de hacer algo mejor. Puede tratarse de un niño al que están criando y en el que piensan en cómo hacer que ese precioso niño tenga un almuerzo más nutritivo o conseguir que vaya a una escuela mejor. El Buen Monstruo podría estar ideando formas de calmar a un padre con demencia. Puede tratarse de una biblioteca que el Buen Monstruo está manteniendo y construyendo. Podría ser un libro, o una coreografía de danza o un cuadro en cuya creación y mejora están pensando. Puede que estén creando un jardín, una galería, un pequeño aeropuerto, un negocio, una casa, una película o un poema, o quizá una clase llena de alumnos comprometidos, pero el Buen Monstruo siempre, siempre siempre está empeñado en mejorar las cosas. Si van a un trabajo, lo hacen lo mejor que pueden. Intentan mejorar las vidas que tocan a través de ese trabajo, aunque sólo sea con una palabra amable y una sonrisa. Los Buenos Monstruos trabajan duro y a menudo no se les reconoce nada. Hacen todo lo que hacen a pesar de que (y a veces porque) sufren defectos, depresiones, delirios y adicciones. Si les acosan los demonios, luchan contra ellos y, aun así, siguen dando. Saben que su misión, su vocación, su propósito es regalar al mundo a ELLOS MISMOS: defectuosos, confusos, hambrientos a perpetuidad, peludos, calvos, gruñones, bruscos, malolientes. Ellos son el regalo y siguen dándolo a pesar de sus fracasos y reveses. Y tras una marca de exitosos días de amor y lucha y gloria completados, cuando se levanta -con cara redonda y triunfante- el Monstruo Bueno aúlla a esa maldita luna y se merece ese buen y largo aullido.
El 'Ulises' del cómic sobre los peligros y el vacío existencial de un domingo de resaca
Javier VilluendasOlivier Schrauwen publica 'Domingo flamenco', un tebeo que narra las 24 horas de hechos y neurosis de un antihéroe aburrido en casa armado con un 'smartphone'
-Estudió Bellas Artes, y sus protagonistas van a menudo al museo, donde, a través de ellos, usted ofrece auténticas clases de arte y plantea debates que suscitan los cuadros. Karen incluso dibuja a Goya y piensa en él para darse fuerzas, porque él tampoco tuvo una vida fácil, para intentar aguantar. Goya como salvavidas, ¿está el sueño de la razón durmiendo demasiado últimamente?
-Goya lo es todo para mí a muchos niveles. Vivió en una época asesina y profundamente frustrante (como nosotros ahora) y vio la hipocresía y la brutalidad de todo ello y, aun así, creó una línea negra lírica para abarcar el significado en una visión extraordinariamente veraz. Ofreció su don a pesar de todo lo que sufrió. Ningún verdadero artista (y ningún buen monstruo) puede hacer menos. Es muy perspicaz por tu parte hacer esta pregunta y me entristecería hasta la médula decir que «sí, la razón está en coma estos días», pero creo que la humanidad está a punto de despertar y darse cuenta de su poder. Todo el mal y la degradación de la humanidad y la absoluta falta de respeto por los principios humanos que se nos echa en cara a diario -en Gaza, Congo, Sudán, Ucrania, hasta los millones de muertos en Irak, Afganistán e incluso más atrás, hasta Hiroshima, Nagasaki, la Nakba, el Holocausto, el Genocidio Armenio, el Genocidio Esclavo Americano de 400 años, el Genocidio Nativo Americano y el Genocidio Aborigen Australiano, la Inquisición y tantos otros genocidios y masacres- toda la avaricia y estupidez nos está ayudando a despertar para ver realmente lo profundamente poderosos que somos los Monstruos Buenos. Los monstruos malos no pueden destruirlo todo si los Monstruos Buenos ¡HABLAMOS Y DESEAMOS! Si estás leyendo esto y puedes proteger activamente a las personas que están siendo bombardeadas, por favor hazlo ahora. Si no tienes el poder de intervenir directamente, por favor habla, protesta y escribe y haz arte y poesía. No dejes que la gente de Gaza, del Congo y de Ucrania muera sin saber que el mundo ve su sufrimiento. Llámalo como quieras. Llámalo «oración» o «creación de deseos» o «imaginación positiva», da igual. La verdad sobre los humanos es que creamos mediante el uso de nuestra imaginación. Esa es la «cama de parto» desde la que se creó todo lo que existe. Cualquier cosa, cualquier movimiento, cualquier concepto o práctica cultural valiosa, tuvo que vivir primero en la imaginación. Ahora es el momento de que utilicemos nuestra imaginación como la herramienta de creación que siempre estuvo destinada a ser. Visto este contexto, sostengo que el mal puede verse como lo que nos despertará para impulsarnos hacia la creación de un mundo en el que TODAS las personas sean tratadas como deben: como preciosas e irremplazables y como un regalo para todos. Cada persona tiene el poder -y tiene sus dones únicos- para imaginar, invocar y materializar ese mundo.
-El cómic es muy conmovedor, por toda la desgracia que contiene y porque está contado a través de la visión de una niña detective. ¿Le resultó difícil mirar como un niño?
-Encontré a Karen en mí y estaba dispuesta a hablar. No fue difícil en absoluto. Lo más difícil fue escuchar. Eso es lo peor de la edad adulta. Que todas las responsabilidades pueden hacer que uno deje de escuchar. Cuando lees lo que escribe un niño te acuerdas del niño que llevas dentro y a lo mejor también te escuchas a ti mismo.
-Siempre se lo preguntan, pero... Publicó estos cómics cuando era bastante mayor; se solía dedicar al diseño de juguetes y a la ilustración médica. ¿Por qué no se lanzó antes?
-Publiqué algunas historias cortas y un poema o dos. Nada del otro mundo. Me alegra que la gente que quiere crear cosas vea que soy mayor. A los jóvenes les da la seguridad de que hay tiempo y a los mayores les da la seguridad de que literalmente NUNCA es demasiado tarde (pero empieza a trabajar en tus sueños HOY. ¡Los pasos de bebé siguen siendo pasos!).
-A sus 40 y pico, contrajo el virus del Nilo Occidental y mientras se recuperaba de la parálisis que sufrió de cintura para abajo y en la mano con la que dibujaba, preparó el primer volumen de 'Lo que más me gusta son los monstruos'. Y también tuvo la mala suerte de que la primera tirada quedó atrapada en el Canal de Panamá y su publicación se retrasó un año. ¡Tremendo!
-El libro siempre ha sido un monstruo. Hace lo que quiere. Se mete en problemas. Mucha gente no podía entenderlo, no podían definirlo. «¿Qué clase de monstruo es éste?», decían. No pasa nada. Con el tiempo, el monstruito encontró gente que lo entendió y lo cuidó y le permitió gruñir a muchos lectores.
-Y la última obligatoria: ¿no va a haber más cómics de 'Lo que más me gusta son los monstruos'?
-'Lo que más me gusta son los monstruos' ha terminado, pero ten por seguro que Karen tendrá más aventuras.
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