Degradar RTVE

De la mano de Fernando Sánchez Dragó vimos libérrimos debates en ‘El mundo por montera’ y espléndidas entrevistas a escritores en ‘Negro sobre blanco’ (a esto último nos había acostumbrado Joaquín Soler Serrano en su mítico ‘A fondo’). Televisión Española producía obras maestras como ‘Juncal’ e impecables adaptaciones de novelas españolas esenciales: ‘La forja de un rebelde’, ‘Los gozos y las sombras’, ‘La Regenta’ o ‘Celia’. Quienes las dirigían y adaptaban a menudo eran artistas de la talla de Jaime de Armiñán, Mario Camus, Carmen Martín Gaite o José Luis Borau.

Crecimos asimismo con una radio pública magnífica gracias a RNE (Radio 1) o Radio 3, sobre cuya decadencia han corrido ríos de tinta (Diego A. Manrique mencionaba hace unos años en un artículo de ‘El País’ a todos esos directores empeñados en convertirla en una «radiofórmula más o menos pudibunda»).

La decadencia de RTVE empezó hace tanto que, mientras menciono lo que fue y a la gente sobresaliente que formó parte de ella (de todo el espectro ideológico, por cierto), me parece mentira, como si en estas últimas décadas hubiéramos acabado con la posibilidad de que los medios pagados con nuestros impuestos sean excelentes.

Ahora los responsables de la radio pública han decidido destrozarla aún más relegando el histórico programa cultural ‘El ojo crítico’ de R1 a R5. «El ojo da sentido a la radio pública y su presencia diaria en la radio generalista ha conformado la cultura de este país, a sus creadores y los ciudadanos», escribía en X Laura Barrachina, quien ha comandado impecablemente el programa.

Las palabras de Barrachina apuntan al problema más grave de la cultura española hoy: la destrucción del talento y del patrimonio del país. Por ello, lo que menos necesitamos es que RTVE se rija por la audiencia, que a menudo es sinónimo de mediocridad.