Crítica de:
'30 días en la vida privada de Dios', de Marcelo Viquez en la galería Herrero de Tejada: La dimensión más humana del uruguayo
El creador latino Marcelo Viquez regresa a la galería madrileña Herrero de Tejada con una técnica que domina, la del dibujo, y su habitual ironía
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Madrid
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La poética de Marcelo Viquez (1971) también requiere que el espectador se desplace, esta vez de manera conceptual, sin la intención de que restituya formas concretas, sino que abra fisuras en convenciones sociales que se dan por incontestables. Su obra conforma un relato crítico sobre el presente, filtrado a través de una narrativa autobiográfica que explora sus obsesiones, miedos, esperanzas y deseos.
Extensa, inclasificable y multidisciplinar
La producción de Viquez es extensa, inclasificable y multidisciplinar. En esta nueva exposición profundiza en uno de sus principales grupos de trabajo, los dibujos a tinta sobre papel, y mantiene una dimensión estética muy similar a los presentados en 'Garage Hell' (2018), su anterior cita en la galería Herrero de Tejada. Pero mientras que en aquella ocasión el hilo conductor era una suerte de inventario de sus filias y fobias, expresadas con un singular sentido del humor, ahora sus imágenes responden a un pensamiento reflexivo y doloroso acerca de la muerte.
En estos dibujos, la iconografía se construye a través de un encadenamiento relacional entre el ser humano y el pájaro. Detrás de este monstruoso híbrido se encuentra una genealogía que nos remonta hasta Platón, para quien el hombre es un dios que ha perdido las alas, mientras que en el 'Timeo' llega a afirmar que las almas menos viles se reencarnan en pájaros.
Más allá de estas lecturas simbólicas, que incluyen traducciones al ámbito cristiano, los dibujos de Viquez destacan por su singular expresividad, lograda mediante audaces trazos de variada intensidad, siempre aunados por la sabiduría compositiva.
La muestra alberga un segundo conjunto compuesto por carboncillos sobre loneta y una inquietante instalación con objetos cotidianos intervenidos. En ambos casos, la iconografía de la cadavera adopta un carácter obsesivo. Al igual que en la pintura de Holbein, existe un espíritu de vánitas que Viquez retoma para explorar los límites entre la devastación emocional y la lucha por sobrevivir.
Marcelo Viquez
'30 días en la vida privada de Dios'. Galería Herrero de Tejada. Madrid. C/ Hermosilla, 49. Hasta el 10 de febrero. Cuatro estrellas
Carlos Jover, el crítico que con mayor lucidez ha abordado su obra, ha señalado que «lo real en manos de Marcelo se convierte en una fuerza de reivindicación de la sustancia de la autenticidad, de la coherencia, de la dignidad». Estos tres elementos son, asimismo, las claves que resuenan en esta cita.
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