PANTALLas
Cualquier día de estos nos renace un Berlanga. Motivos hay
Fuera de campo
La actualidad social y política daría para un buen folletín. Pero, por lo que sea, a nuestros cineastas no les sale
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En España siempre hemos sabido reírnos de nosotros mismos y de nuestra realidad, por chusca que fuera y por peligroso que resultara que se oyeran las risas. Y siempre ha habido creadores, escritores, pintores, dramaturgos, cineastas… que diluían la calle, la vida, la política ... y los pecados del poder entre los líquidos corrosivos de su mirada con un resultado muchas veces sorprendente, genial y empapado de negrura, comedia o tragicomedia.
Un tatuaje en la piel de lo español con los tintes de Quevedo, de Goya, Valle y Berlanga, por poner apellidos que son nombres propios y que han dejado noticia de su época para que nosotros, los del futuro, sepamos que éramos tal y como somos y que no deberíamos dejar que pase nuestro tiempo sin añadirle tintes y colores al tatuaje entre risotadas negruzcas que testimonien a los del futuro que serán como somos y como éramos.
Y poca noticia queda en lo que va de siglo, al menos en lo cinematográfico, de ‘lo berlanguiano’, a pesar de que nuestra sociedad y especialmente nuestros políticos se han esforzado mucho en dar motivos para que guionistas y cineastas afilaran sus plumas y dejaran constancia de que ahora el pícaro, la pintura negra, el garrotazo, el esperpento, la escopeta y el patrimonio nacional no han perdido su chispa de siglos, y que aún hay personajes que dejan chicos al buscón Don Pablos, a Max Estrella, al Marqués de Leguineche, a Plácido o al verdugo Amadeo.
O sea, que motivo hay, pero a nuestros creadores cinematográficos se les cayó la pluma en 2004, tras aquel ‘¡Hay motivo!’ en el que más de treinta directores le dieron su merecido rapapolvo al Partido Popular en una película coral (cortometrajes que señalaban todos los aspectos que veían deleznables en la política del PP) con la que se daba por terminado el cine ideológico y se inauguraba el cine de trinchera.
En los últimos años, el cine español solo ha visto ‘motivos’ en peligros que no incomoden ni hagan burla social de la agenda de progreso sanchista
Y eso es lo que hay desde entonces, un cine que desde la trinchera busca, señala y critica aspectos globales y sociales, la naturaleza en peligro, las bondades de lo rural, la igualdad de la mujer, la inmigración, la intransigencia, la vejez, la amenaza de la derecha… En fin, cuestiones cruciales, probablemente, pero que dejan a estos Gobiernos tan creativos y divertidos sin su merecida foto berlanguiana.
Ha habido algún que otro intento de clavar al político, como el de Rodrigo Sorogoyen en ‘El Reino’, en el que con otras virtudes que las berlanguianas se dejaba referencia de los tejemanejes del PP en Valencia y los olores a Gurtel y papeles de Bárcenas, también directamente referido en ‘B’, de David Ilundain, con Pedro Casablanc y Manolo Solo.
Pero, en los últimos siete u ocho años, el cine español solo ha visto ‘motivos’ en el campo, la identidad, la marginación, la ultraderecha y otros peligros que no incomoden ni hagan burla social de la agenda de progreso sanchista. Por comodidad, por precaución, por convencimiento, por anemia de espíritu crítico…
Es una evidencia que Luis García Berlanga y Rafael Azcona ya no están aquí para ofrecer una caricatura graciosa y retar con su ingenio a la censura (llámelo, si prefiere, autocensura) siempre alerta para prohibir (si prefiere, cancelar) a los no partidarios. Hay motivo, pero sorprendentemente no ‘¡Hay motivo!’, y lo más chocante es que tampoco parece haber necesidad, o talento, o esa audacia para la crítica sin vergüenza de los grandes momentos que nos dan a diario nuestros políticos en el poder absoluto.
Lo habrán oído muchas veces: ‘¡Qué gran película haría Berlanga con…’, y esos puntos suspensivos se pueden rellenar con todos y cada uno de los miembros de los últimos Gobiernos y con sus infinitos allegados, algún que otro cineasta incluido.
Esplendor e inmundicia
Y aunque parezca exagerado, el único director que ha tratado de dejar un personaje a la altura de las circunstancias es Santiago Segura, que se inventó a Torrente para dibujarnos en todo nuestro esplendor e inmundicia.
De hecho, Torrente es prácticamente el padre físico y espiritual de algunos de los protagonistas de la política nacional y de sus andanzas quevedianas, goyescas, valleinclanescas y berlanguianas.
Y el enorme talento de Santiago Segura, al que, por cierto, se le ha intentado cancelar de forma repugnante por salirse de la trinchera, se ha percatado de que Torrente tiene presente y ya prepara una sexta entrega de su serie, francamente irregular, pero graciosamente descriptiva. La pena es que no pueda tener a mano esa milagrosa mirada y ese gracioso veneno de Rafael Azcona que tan bien vomitaría en la pantalla todo el color ‘pastelón’ de nuestra actualidad.
La idea de esto no es reprochar a los buenos y capaces cineastas españoles que miren solo a su ombligo, a la recolección de melocotones o a su identidad de género o de patrias, sino más bien pretende animar a que no pierdan de vista esta ocasión de divertirnos con la descripción jugosa del lodazal político y social, y que se traigan a la actualidad aquel espíritu berlanguiano.
En vez de ‘Plácido’, podría ser ‘Flácido’, y en vez de ‘Siente un pobre a su mesa’, tendría su chispa un ‘Siente un fascista a su mesa’. Y en lugar de ‘El pisito’ de Azcona, mejor ‘El pisazo’; y por ‘La escopeta nacional’ valdría ‘La escopeta nacionalista’ o ‘Patrimonio internacional’, y más acorde con nuestro presente que ‘El verdugo’ sería ‘El profugo’ (léase sin acento)… En fin, para cuando les lleguen a nuestros cineastas la inspiración y el valor (o los del PP), se nos habrán pasado las ganas de reír.
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