ARTE
De David Bestué a Cristina Mejías. Un ovillo, distintos cabos en el Museo Patio Herreriano
Valadolid
Las actuales exposiciones del centro castellano y leonés demuestran que todo parte de todo; que lo más contemporáneo bebe de fuentes pretéritas. La vanguardia emparenta con Cristina Mejías o David Bestué
Lea otros textos de este autor
Detalle del montaje de 'aprendices errantes', de Cristina Mejías en Patio Herreriano
Un buen museo público es aquel que atiende de manera plural a su colección y el que también tiene en cuenta a los distintos públicos y las distintas sensibilidades que a él se acercan a la hora de programa sus muestras temporales. Un equilibrio que ... ha conseguido lograr el Museo Patio Herreriano desde una colección que no le es propia, sino que cuenta con ella en depósito, y que va revisando conociendo además sus limitaciones (es un importante conjunto del arte español del pasado siglo, aunque quizás no asentada en sus primeras espadas, sino en aquellos y aquellas que determinaron y generaron un sustrato y un contexto).
Le toca desde antes del verano analizar el eco de la vanguardia en sus conjuntos ('Vanguardia y destino'. Hasta el 30 de junio), pero mucho más interesante es ver cómo esos mismos ecos, desde la planta superior –descendiendo al resto de plantas– reverberan, sin forzarse nada, en el resto de la programación temporal.
Así, el proyecto de Cabello/Carceller es una nueva constelación posterior a esa constelación histórica, mientras en el ,mismo piso, una joven artista como Cristina Mejías ('Aprendices herrantes'. Hasta el 11 de febrero) aporta nuevas soluciones a dudas de siempre en este caso en torno a la disciplina escultórica, la nobleza de los materiales, las posibilidades expresivas del movimiento... Generando un paisaje transitable en el que el espectador activa y da razón a lo acontecido.
Reinventar el paisaje
Y lo bueno es que una respuesta similar está dándole al paisaje castellano David Bestué ('Pajarazos'. Hasta el 7 de enero) desde la Capilla y la sala continua, 'reduciendo' sus elementos (tierra, naturaleza, colores) a pigmentos con los que conformar la base de sus esculturas y la textura de sus papeles. Imposible no pensar, por ejemplo, en la Escuela de Vallecas mientras se aprecia la reactualización de sus premisas en ese gran tótem expuesto (casi) en solitario.
Pero volviendo a Mejías, es esta su producción más ambiciosa hasta la fecha, basada además en su interés por dotar de fisicidad a la oralidad y a las distintas formas de comunicación, no solo humanas: aquí sobrevuelan bandas de estorninos por encima de nuestras cabezas y manadas de ballenas de los océanos bajo nuestros pies.
Entre medias, un elenco de formas ondulantes resultado de domesticar la madera (ecos también biográficos); piezas no tan estáticas que activan manos de cristal (la política de los afectos de Cabello/Carceller), que activan nuestros pasos, y su duplicado nocturno en los vídeos de entrada y de salida. Nada permanece. Todo fluye. Y muy cerca, la fotografía de Manolo Laguillo en su regreso a Valladolid ('Aquí y ahora'. Hasta el 4 de febrero). Pero eso es ya otra historia, ¡y qué Historia!