libros
Crónica lisérgica del Malinche y Moctezuma
narrativa
Al encuentro entre Hernán Cortés y el emperador azteca en 1519, Álvaro Enrigue ha dedicado su más reciente novela
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Iniciar sesiónEl joven Borges preconizaba la invención de nuevas metáforas. El viejo Borges, más sabio, se inclinaba por el uso de las que ya existían. Otro tanto podría decirse de las historias. Quizás no valga la pena inventarlas sino volver a contar las que ya forman ... parte de nuestra memoria colectiva. Una de ellas es la del encuentro entre Hernán Cortés y el emperador Moctezuma en noviembre de 1519. Episodio crucial de la historia de México y España al que Álvaro Enrigue ha dedicado su más reciente novela, 'Tu sueño imperios han sido'.
Cualquier expectativa de encontrarse una novela histórica queda descartada desde la nota introductoria, donde Enrigue nos muestra un correo electrónico dirigido a sus editoras explicando las particularidades lingüísticas del manuscrito, a la vez que cuela de contrabando el 'dramatis personæ' de la novela. Lo mismo sucede al final, en los agradecimientos, donde revela sin ambages los autores que lo inspiraron: Calderón de la Barca, Pitol, Glantz, Elizondo, Borges, así como «las fuentes convencionales» para la construcción del sustrato histórico de su relato.
NOVELA
'Tu sueño imperios han sido'
- Autor Álvaro Enrigue
- Editorial Anagrama
- Año 2022
- Páginas 224 páginas
- Precio 18,90 euros
¿Y qué hay en el medio? Pues lo que suele haber entre la entrada y el postre: el suculento plato principal. La imagen no es gratuita: todo en esta novela tiene que ver con la comida y sus efectos placenteros, vomitivos o alucinógenos. En este sentido, la obra de Enrigue es una reinterpretación en clave rabelesiana, es decir, dionisíaca y carnavalesca, del primer encuentro diplomático entre el viejo y el nuevo mundo. El acento recaerá no en los grandes planos espaciales, ni en las líneas de tiempo que desde siglos antes condujeron a este choque de culturas tan distintas, sino en los abruptos abismos del protocolo y la etiqueta, donde un error puede costar la vida.
Sobre el final de esta adictiva narración, solo puedo decir que es de película
De este modo, el relato se desarrolla puertas adentro del palacio imperial y durante el lapso joyceano de un solo día. Así, el lector terminará convertido en uno más de ambas comparsas, siendo testigo privilegiado de las intrigas palaciegas. ¿Qué le sucede a Moctezuma? ¿Por qué anda tan melancólico y drogado todo el santo día? ¿Por qué permitió la entrada de los españoles en la sagrada ciudad flotante de Tenochtitlán? ¿Será cierto que, al igual que Ricardo III, perderá su reino por unos «cahuayos»? Y del otro lado, ¿tiene idea Cortés del problema en que se ha metido? ¿Por qué no termina de comprender que los verdaderos protagonistas de esta historia de malentendidos e incomprensiones son los traductores, el monje Aguilar y la Malintzin?
La tozudez de Moctezuma y de Cortés en su ejercicio del poder establecerá un vínculo entre los de abajo: «Si hay algo en lo que españoles y mexicanos siempre han estado de acuerdo es en que cualquiera sabe más del arte de gobernar que el gobierno», dice el narrador. La sentencia resuena hasta el presente (en realidad proviene de ahí, de aquí).
Guerras intestinas
Las guerras al interior de ese conglomerado genealógico que «los historiadores ingleses del siglo XIX, que en realidad no entendían nada de nada» llamaron simplemente «aztecas», recuerdan a las guerras intestinas dentro de las distintas facciones de la Revolución mexicana, tal y como las narró Jorge Ibargüengoitia en 'Los relámpagos de agosto'. Otro tanto podría decirse sobre la mirada dominante de la clase política española con respecto a América Latina, uno de cuyos modelos sería Hernán Cortés, con la diferencia de que el Malinche de Extremadura era un hombre con muchas más lecturas.
Sobre el final de esta adictiva novela, solo puedo decir que es de película. Me hizo pensar en los giros maravillosos de Tarantino en 'Bastardos sin gloria' y 'Érase una vez en…Hollywood'. Aunque quizás la comparación más pertinente sea con el genial y psicotrópico Philip K. Dick, una de cuyas paranoias recurrentes era la idea de que el imperio romano, en realidad, nunca había caído.
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