Crítica De:
'La ciudad y sus muros inciertos', de Haruki Murakami: una novela confinada
Narrativa
El autor japonés funde lo mejor de su vertiente más pero no del todo realista y siempre muy melancólica con las alucinaciones desatadas y en ocasiones excesivas
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Iniciar sesiónLo cuenta en detalle Haruki Murakami en la nota final a 'La ciudad y sus muros inciertos'. Allí, la cronología casi arqueológica del autor (Kioto, 1949) evocando un relato/'nouvelle' primerizo, publicado en una revista en 1980, con el que nunca quedó del ... todo conforme y al que alguna vez se prometió volver.
Después, la escritura de dos novelas de iniciación ('Escucha la canción del viento' y 'Pinball 1973') y de otras dos ya terminalmente murakamianas y en las que se ponía en marcha esa estrategia de narración-en-dos-planos tan característica de todo lo por venir: 'La caza del carnero salvaje' y 'El fin del mundo y un despiadado país de maravillas' (donde ya incluyó y reformuló elementos de esa historia fundante de lo suyo).
NOVELA
'La ciudad y sus muros inciertos'
- Autor Haruki Murakami
- Editorial Tusquets
- Año 2024
- Páginas 560
- Precio 22,90 euros
Pero —aunque ya establecido como narrador y reconocido por un número creciente de fans— en ese cuento frustrado y frustrante Murakami, sentía algo tan pendiente como importante. Por fin, en 2020, Murakami creyó haber encontrado la clave para hacer comulgar su pasado con su presente y —coronavirus de por medio y «como un lector de viejos sueños»— fue confinado como todos pero también se confinó a solas y consigo mismo para poner fin a lo inconcluso y fallido desde hacía casi medio siglo. Y, sí, supongo: los personajes de Murakami suelen aislarse en sí mismos, así que hizo falta que Murakami se aislase para poder rescatar a su héroe perdido durante tantos años.
Así, por fin, en 'La ciudad y sus muros inciertos' la paradójica certeza de Murakami arreglándose para fundir lo mejor de su vertiente más pero no del todo realista y siempre muy melancólica ('Tokio Blues/Norwegian Wood', esa cumbre que es 'Al sur de la frontera, al oeste del Sol' o 'Los años de peregrinación del chico sin color' así como muchos de sus relatos) con las alucinaciones desatadas y en ocasiones excesivas (pero aquí perfectamente balanceadas en su estructura dual) que en ocasiones lastraron un tanto títulos como 'Kafka en la playa' y '1Q84' y 'La muerte del comendador'.
El viaje de ida y vuelta impulsado por el todopoderoso y mágico combustible del amor a una chica muy murakamiana
Aquí (al igual que en 'Cuento de hadas' de Stephen King, casualmente o no otra novela-catarsis iluminada durante la pandemia) el mecanismo es tan antiguo como clásico, tan frecuentado como efectivo: el viaje de ida y vuelta (el cruce de fronteras, dimensiones, barreras y murallas es motivo tan recurrente en lo de Murakami como los animales parlantes) impulsado por el todopoderoso y mágico combustible del amor a una chica muy murakamiana (es decir: muy rara a la vez que irresistible y casi monologando en trance acerca de su otro yo y su otra vida en una ciudad lejana y fantástica que pareciera limitar con Oz o Narnia o Pepperland o Twin Peaks). Y, por supuesto: esa chica desapareció y, por lo tanto, resulta imposible de olvidar.
Organizada en tres partes, la primera de ellas es la versión muy expandida de aquel cuento donde se plantea el romance adolescente entre él y ella (no se consignan sus nombres); la segunda se inicia con parrafada acerca de la ambigua condición de lo que entendemos como realidad (palabra que, según Nabokov, debería escribirse siempre entre comillas) y la necesidad de recuperar una cierta normalidad (otra palabra a encomillar) resultando en un muy murakamista enrarecimiento de todo lo que rodea a nuestro cada vez más melancólico héroe.
Nuevo sentido
A saber y a reconocer: encandiladora presencia de sombras casi marca Jung, mujeres casi oraculares en cafetería, fantasmal sabio anciano, alusiones a 'beatlescos' submarinos amarillos cortesía de joven mágico que actúa casi como portero entre Fukushima y aquella otra región más allá de todo mapa con la ya más de una vez visitada biblioteca murakamiana como portal y frontera y santuario donde elevar paredes de libros y, de nuevo, leer sueños antiguos. La tercera parte une los caminos y cierra el círculo no sólo de 'La ciudad y sus muros inciertos' sino que a su vez —como hermana siamesa pero separada de 'El fin del mundo y un despiadado país de maravillas'— dota de un nuevo sentido a buena parte de todo lo que Murakami escribió después y hasta ahora.
'La ciudad y sus muros inciertos' —acaso consecuencia y beneficio de su doble edad: ser la última hasta la fecha pero, además, ser casi la primera— es también una de las novelas mejor balanceadas de Murakami en mucho tiempo donde las costuras entre lo mágico y lo lógico son casi invisibles pero, a la vez, muy precisas y más allá de todo desgarro que no sea el del enamorado que vaga, dantescamente y a lo largo del tiempo, en busca de recuperar la sonrisa divina de aquella quien le sonrió en su cada vez más lejana pero no por eso menos vívida y revisitable juventud que, finalmente, equivale a una final recuperación de «la fe en otra parte» y que empieza y acaba siendo el camino de regreso a casa.
Y, claro, 'La ciudad y sus muros inciertos' es una de esas novelas —suele ocurrir con las de Murakami— que se leen sonriendo. Y que, dato pertinente a la vez que consolador, en Japón ha vendido más ejemplares que el manual de instrucciones para la última actualización del epidémico y virulento Pokémon.
No todo ni todos están perdidos: hay otros mundos, pero están en este y en esta novela.
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