Donde habita el olvido / Fefasa (Miranda de Ebro)
En la ciudad del dólar
Una chimenea de 113 metros y unas ruinas evocan la fábrica que dio trabajo a 2.370 personas
Un penal en el infierno
La ciudad muerta

No hay nada mejor que unas ruinas para recordarnos que todo es mudable y pasajero. Ese el sentimiento que invade al recorrer los edificios abandonados de Fefasa, una planta de fibra textil artificial que llegó a dar trabajo a 2.370 personas en 1958 en ... Miranda de Ebro (Burgos). Fue el gran proyecto industrial del franquismo después de la Guerra Civil. No pudo sobrevivir a la llegada del nuevo siglo y a un incremento de costes que hacían inviable el negocio.
Fefasa es una muestra de la arqueología industrial de este país. Su creación data de 1940, pero el proyecto no arrancó hasta 1944 cuando el INI, el holding público estatal, se hizo con el control de la empresa. El general Franco visitó sus instalaciones en 1957, como testimonian las imágenes del NO-DO. Los empleados de la planta fueron gratificados con una paga extra por la presencia del Caudillo. Fefasa era ya entonces el símbolo de la autarquía económica del régimen del yugo y las flechas.
La empresa del INI no era una simple planta industrial en un terreno de cerca de 400 hectáreas, a las afueras de Miranda. A principios de los años 50, el Gobierno impulsó la creación de un poblado de 326 casas unifamiliares para los empleados. Se construyeron escuelas, un economato e instalaciones deportivas. No podía faltar la edificación de una iglesia, que sorprendió a los habitantes de la colonia industrial por su vanguardismo. Es un edificio de varios cubos con una cristalera que inunda de luz la nave central.
Tras sucesivas crisis, la empresa entró en los años 90 en un proceso de declive que duró hasta su cierre definitivo en 2009
Fefasa impulsó el crecimiento de la llamada entonces 'ciudad del dólar' por su pujanza económica, que se traducía en una renta per cápita muy superior a la media del país. Los mirandeses que sobrepasan los 70 años recuerdan el sonido de la bocina, que, a la una de la tarde, anunciaba el final de la jornada matinal. Casi un millar de obreros en bicicleta volvían a sus casas para comer. A las tres, se reanudaba el trabajo, mientras las amas de casa escuchaban los seriales de la radio.
Hace casi cinco décadas que la bocina ya no escucha, pero queda la gigantesca chimenea, revestida de ladrillo rojo, que es lo primero que se divisa al llegar a Miranda. Mide 113 metros de altura y servía para evacuar los gases tóxicos de la producción. Un verdadero monumento de la arqueología industrial de este país.
La planta de Fefasa dejó de producir fibra textil en los años 60 y comenzó a fabricar pasta de papel, un proceso que producía un olor a lejía que se podía percibir a más de cinco kilómetros de distancia. En 1972, Ence adquirió la propiedad de las acciones, que luego fueron vendidas a la multinacional Scott, que reconvirtió las instalaciones para fabricar rollos de papel. Tras sucesivas crisis, la compañía entró en los años 90 en un proceso de declive. La compra de la antigua Fefasa por la multinacional Rottneros no impidió su cierre definitivo, que se produjo en 2009 tras una huelga cuando daba trabajo a poco más de 200 personas.
Hoy Miranda Empresas, una entidad municipal, intenta recuperar la actividad industrial. Una plataforma logística opera en los terrenos de Fefasa desde hace seis años. Se ha vuelto a poner en funcionamiento la vía que unía la fábrica con la estación de ferrocarril y hay nuevos proyectos de inversión. Algunos de los viejos edificios han sido demolidos, pero la chimenea y las ruinas que han sobrevivido suscitan los recuerdos del esplendor de una ciudad que empieza a salir de una crisis que ha durado cuatro décadas.
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