Crítica DE:
'Carlos II. El final de la España de los Austrias (1665-1700)', de Luis Ribot: la pieza que faltaba
Ensayo
El historiador vallisoletano culmina un trabajo de revisión que pone al día la historia del reinado del monarca llamado 'el Hechizado'
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Idiota, enfermizo, patético, feo, último fruto de una dinastía degenerada y otros calificativos de esta índole le fueron dedicados en vida y, en especial tras su muerte, a Carlos II, último de los Austrias españoles. Semejantes estereotipos de descalificación total han permanecido vigentes ... más de tres siglos, pero durante los últimos cuarenta años el formidable trabajo de los historiadores modernistas, españoles y de otros orígenes, ha revisado a fondo tanto la verdadera naturaleza de su reinado, como el papel jugado por el monarca y por quienes le precedieron.
Jamás menor o poco influyente, como correspondía a una monarquía del antiguo régimen. Así, hemos aprendido que Carlos I fue el último príncipe humanista europeo y Felipe II un rey planeta. Que Felipe III representó el ejercicio del poder en una etapa de transición y Felipe IV reinó en un tiempo de victorias efímeras y oportunidades irresueltas. Faltaba Carlos II.
ENSAYO
'Carlos II. El final de la España de los Austrias (1665-1700)
- Autor Luis Ribot
- Editorial Marcial Pons
- Año 2025
- Páginas 582
- Precio 36 euros
Ahora, en este volumen magistral, Luis Ribot, con inteligencia y cariño, culmina un trabajo de revisión que pone al día la historia de su reinado y, hasta donde es posible y las fuentes lo permiten, la del monarca. Lejos del influjo de una supuesta historia de la medicina sesgada por novelas psicoanalíticas, las cuatro partes del libro, a las que siguen unas muy juiciosas reflexiones finales y valiosos apéndices dedicados a los personajes relevantes, los altos cargos palatinos, consejeros de Estado, presidentes de consejos y secretarios del despacho universal, virreyes y gobernadores generales y embajadores, normalizan la historia de Carlos II.
En el contexto, como no podía ser de otro modo, de su reinado. Las preocupaciones fundamentales de un monarca de su época, en primer lugar la fabricación de un sucesor para la dinastía, en segundo término el traspaso de su herencia territorial intacta, modularon sus días de manera irreparable.
En el logro de estas obligaciones, el rey no estuvo solo. Por el contrario, hubo muchas cabezas e instituciones sólidas que lo apoyaron. El lugar de la política era la corte y, como muestran páginas excelentes, Carlos II, en el fin último de la producción de un heredero, asunto que demandaba el concurso de una reina, no tuvo fortuna. Durante la década de su segundo matrimonio con Mariana de Neoburgo, señala el autor, «para presionar a su esposo esta fingía embarazos o recurría a pataletas histéricas y otros recursos».
Las magníficas páginas finales cuestionan los límites de la decadencia de España
Dado que su madre estuvo embarazada en 24 ocasiones y dio a luz a 17 vástagos, cabía presumir que poseía una naturaleza favorable. El heredero no llegó, en parte, al menos, por los atroces tratamientos de fertilidad a los que fue sometida. Con semejante panorama, la gestión de una muy complicada situación hereditaria en los años finales de su existencia por parte de Carlos II quedó abierta con su muerte en 1700.
Tras un reinado que, no lo olvidemos, duró 35 años. Las magníficas páginas finales cuestionan los límites de la decadencia de España, consolidan una visión pragmática de la defensa del patrimonio territorial y prueban, en fin, que sin Austrias, sencillamente, en España no podía haber Borbones. Todos ellos con sus luces y sus sombras.