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ABC Cultural

ARTE

Carlos Aires: «Yo soy un artista de taller, no de ordenador»

ARCO 2024

Carlos Aires es el fundador de MalaFama Studios, un taller auténtico y colectivo. En su obra más reciente, el artista invita a los espectadores a explorar su conexión con un mundo que se derrumba

Lea aquí la crítica de 'El Mundo', última exposición en Madrid de Carlos Aires

Carlos Aires en MalaFama, su estudio Madrid I. ruiz-jiménez vera

Inés Ruiz-Jiménez Vera

Madrid

En el madrileño barrio de Carabanchel, convertido ya parte de la escena artística de la ciudad, se encuentra MalaFama Studios. Un espacio de autogestión de artistas que inauguró Carlos Aires hace una década, y que destaca por tener espacios individuales de creación que elevan el trabajo del artista al mismo nivel que cualquier otra profesión. «Como el médico en su consulta o el cocinero en las cocinas». Así lo expresa él.

Aires asegura que él es un artista clásico, no de ordenador. Un artista de taller, al que acude todos los días por recomendación de la que fue su profesora en la Facultad de Bellas Artes de Granada,Soledad Sevilla. El taller para el andaluz se ha convertido en «esa habitación propia de la que hablaba Virginia Woolf», es la génesis de la creación, la antesala de las galerías y las ferias, la cocina de los artistas.

La de Aires ha sido una trayectoria marcada por otro consejo que le dio Sevilla: «Carlos, vete fuera». Lo que en principio iba a ser un Erasmus de un año en el extranjero acabaron siendo 14 años que dedicó a formarse como creador plástico. Enlazando distintas becas, programas de estudios y muchas jornadas nocturnas en diversos trabajos, desde fábricas a museos: «No deja de sorprenderme la fuerza que tuve en aquellos años», asegura.

Una lagartija sureña

Tras una década de idas y venidas por el Benelux y EE.UU., Aires decidió regresar a España, un país que él percibía saliendo de una profunda crisis económica. Hay quien trató de persuadirlo, pero asegura que su naturaleza es la de una «lagartija sureña» que necesitaba regresar al clima de la Península y que su vida ha estado marcada siempre por «movimientos de una naturaleza emocional, y no lógica».

Empujado por su necesidad de regresar a España y ver el sol, Aires decidió asentarse en la capital, donde alquiló el primer espacio para disponer de un taller y subarrendar el resto a diversos artistas. Esta fue la semilla, junto a autores como Guillermo Mora, que más tarde se convertiría en MalaFama.

Montar los talleres y conseguir que el proyecto despegara fue para él una aventura que hizo que su barba se tornara completamente blanca. A pesar de todo, MalaFama es ahora mismo considerado uno de los centros pioneros que relocalizaron el panorama artístico de la ciudad en Carabanchel. Los espacios que se han asentado en esta zona de Madrid, como puede ser Casabanchel, Nave Oporto, El Grifo o Delirio, han creado una comunidad y una atmósfera que, según Aires, «le da sentido a este tipo de proyectos».

Como señala el artista, «es complejo hablar del origen de las ideas», pero cuando comienza a profundizar sobre todo aquello que le ha llevado a crear, por ejemplo, su última pieza más reciente, 'El Mundo', instalación que ha estado expuesta en la galería Sabrina Amrani hasta el pasado 13 de enero, asegura que él es como una esponja que absorbe todo aquello que le rodea: La atmósfera en la que produce, su bagaje personal, el mundo apocalíptico del que estamos siendo testigos... Todo ello permea, haciendo que esta obra sea «el resultado de un cómputo de elementos que conforman una radiografía del estado del mundo en el que vivimos, desde una posición profundamente personal».

Imagen principal - Sobre estas líneas, fragmentos de la instalación de `El Mundo´ y el collage 'Us'. Arriba otra vista del montaje de la pieza.
Imagen secundaria 1 - Sobre estas líneas, fragmentos de la instalación de `El Mundo´ y el collage 'Us'. Arriba otra vista del montaje de la pieza.
Imagen secundaria 2 - Sobre estas líneas, fragmentos de la instalación de `El Mundo´ y el collage 'Us'. Arriba otra vista del montaje de la pieza.
El mundo en tensión. Sobre estas líneas, fragmentos de la instalación de `El Mundo´ y el collage 'Us'. Arriba otra vista del montaje de la pieza. Carlos Aires

La instalación, de la que ya se vio una primera versión en ARCO'23, consta de una serie de puntales de obra a los que se les ha calado frases de canciones de una discografía personal creada por Aires. La música, asegura, es un elemento fundamental en sus obras, ya que «es la única manifestación artística que es capaz de cruzar diagonalmente todos los estratos de la sociedad». La música puede conmover a todo el mundo por igual, «un colombiano y un noruego pueden llorar con la misma canción». Así, Aires la utiliza como elemento unificador y autobiográfico.

De esos puntales marcados con una discografía profundamente emocional se suspenden fragmentos de esculturas de iconos y objetos que representan valores fundamentales de la Historia, como la cabeza del David de Miguel Ángel o Jesús en la Cruz. En un acto «casi violento» de trocear y colocar en suspensión las verdades inamovibles de la sociedad, como la religión o la belleza, el espectador acontecía a un mundo que se está derrumbando.

Aires la define como «una exposición en suspensión», configurada por una serie de piezas en constante tensión. El recurso del puntal, además, resulta fundamental para comunicar el mensaje ya que es un elemento arquitectónico enjuto que lo sostiene todo: «Tiene que ver con este elemento de la caída, de la resiliencia, este acto de aguantar, de algo muy fino que sostiene todo». Partiendo de esta idea decidió llamarla 'El Mundo'. Habitualmente Aires escoge el título de una canción en inglés para sus obras, pero esta vez se decantó por uno en castellano.

El enorme complejo nacional

Al final del recorrido se encontraba un gran collage o «vómito», como lo denomina él, llamado 'Us' o 'Nosotros', que pretendía ser el reflejo de la sociedad mediante un compendio de imágenes que conforman el imaginario popular e imágenes que recibimos a diario y que «nos tienen anestesiados», asegura el artista.

Esta pieza, a la que Aires se refiere como un retablo, es el reflejo también de un bagaje cultural barroco y andaluz, inevitablemente folclórico y español, que el artista rondeño abraza sin complejos desde sus inicios: «Ser moderno en España siempre ha sido mirar hacia afuera y tenemos un complejo nacional enorme», aunque asegura que en los últimos tiempos estamos siendo testigos del resurgimiento del folclore español. Para Aires, el aprendizaje real de estar tantos años fuera ha sido tener la oportunidad de tomar una distancia real con la tradición española y así abrazarla de otra forma en sus obras.

Su última exposición hablaba sobre la impotencia del espectador ante un mundo que se derrumba. Al hilo de este tema, el artista reflexiona sobre el papel del artista, que es constantemente testigo de la tragedia, de las guerras televisadas, del horror compartido. Él se pregunta hasta qué punto uno debe abstenerse de lo que ocurre ahí fuera. Para el rondeño, el arte siempre debe hablar sobre el tiempo en el que está.

Asegura que, «cualquier obra artística que te toca es porque lo personal pasa a ser universal». La de Aires, lejos de aleccionar al espectador, hace una introspección que cobra un significado completo cuando el espectador se pone frente a ella y la reconoce también como su mundo.

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