MÁS QUE PALABRAS
Cristina Pineda, los libros hoja a hoja
Es editora de Tres Hermanas con un catálogo singular del que se siente orgullosa: la belleza al lado de la trascendencia, con pensamiento crítico
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Iniciar sesiónEn casa, como en su editorial, eran tres hermanas. Y un hermano, el pequeño. Así que ella y su melliza, las mayores, casi aprendieron a leer por su cuenta, con los gemelos Zipi y Zape. De Zipi y Zape y doña Tecla Bisturí a las ... Mellizas O'Sullivan, Celia, los Cinco o los Hollister apenas hubo un paso. A los once años, cuando tuvo entre sus manos 'El principito', supo que un libro podía llegar a ser su mejor amigo en la extraña soledad del campamento de verano. Y a los 13, después de leer 'Del tiempo y el río', de Thomas Wolfe, decidió llevarse el volumen todos los días al colegio, para leer y releer mientras las otras niñas jugaban al béisbol. Y los niños, al fútbol.
Para Cristina Pineda (Madrid, 1971), la editora de Tres Hermanas, los libros fueron siempre una presencia amiga y necesaria, en una casa donde su madre, Cristina Torra, editora de arte y jefe de publicaciones del Museo Nacional Reina Sofía, no paraba un minuto de corregir pruebas. El remate a su vocación le vino en primero de BUP, cuando encontró «esa literatura lenta y sosegada, ese amor y esa espera» del tiempo perdido de Proust. Esa maravilla que nuestro concepto actual del tiempo (de la lectura, de la vida) nos impide disfrutar en su verdadera dimensión.
Estudió Filología Inglesa, pero como además de ser buena lectora quería evitar ser pobre, decidió organizar su propio negocio editorial. Cerca de la literatura que le gustaba, y con el primer objetivo de traer al castellano lo que con mucha emoción ella había leído en inglés. Y que aquí no era fácil encontrar. Las cartas de Sylvia Plath, los diarios de Virginia Woolf… Soñaba con ser Anagrama o Tusquets, y en el camino aprendió a especializarse. También a renunciar a sus sueños de escritora, a pesar de sus relatos y de los poemas que llegó a publicar en alguna revista literaria de fuste.
Renunció a sus sueños de escritora, a pesar de que llegó a publicar en alguna revista literaria de fuste
Como editora (y como lectora), amor creciente por el ensayo, frente a la novela, con el paso de los años. Predilección especial por los textos escritos desde el desasosiego o el desarraigo. Por la incertidumbre y la angustia de los desplazados, los exiliados, los refugiados. También por literaturas menos frecuentadas, como la de los países de la Europa del Este. O por los autores australianos y neozelandeses, en los antípodas de nuestro mundo sin salir de la órbita occidental. Autores y autoras que traducidos, pero también autores que escriben en castellano. Hombres y mujeres, pero sobre todo mujeres.
Porque las mujeres, dice, hablan de su propia realidad de un mundo muy diferente al que lo han hecho los hombres desde hace siglos. Vamos, lo que cuentan Sandra Gilbert y Susan Gubar en 'La loca del desván'. O esa «literatura de la maternidad» que no deja de abrir nuevas vías prácticamente inéditas a la producción literaria. Sus últimas autoras: Lydie Salvayre, Marica Bodrozic, Inma López Silva, Mirentxu Aquerreta, María de Valvanera, Ioana Gruia. Un catálogo singular del que se siente orgullosa: algo así como la belleza al lado de la trascendencia, con pensamiento crítico.
Redes sociales
Cinco colecciones (incluida una dedicada en exclusiva a la «re visitación» de los clásicos) para todos los públicos, más una dedicada a los niños: Silonia. El homenaje a esos tebeos y cuentos ilustrados que han forjado y siguen forjando a generaciones de nuevos lectores. Lectores, dice, que muchas veces se pierden en el tránsito de la adolescencia a la madurez. Quizás por el salto de la educación primaria a la secundaria. Quizás por esas redes sociales a las que alguien debería poner coto en algún momento. Quizás porque dejar de ser niños supone, en no pocos casos, una pérdida irreparable en todos los sentidos.
Tal vez por eso, o por el gusto comprobado de sus lectores, también desde su editorial Cristina Pineda apuesta por los libros ilustrados para adultos. Es verdad, asegura, que a veces preferimos convivir con los personajes que hemos creado en nuestra cabeza que con los que nos ofrece el ilustrador, fruto de su propia interpretación. Pero también es cierto que el color y el calor de las ilustraciones nos invitan a acercarnos a la lectura y a interpretar la vida de una manera más luminosa.
Pero eso sí: infantiles o para todos los públicos, escritos por mujeres o por hombres, ilustrados o a palo seco, vertidos del inglés o nacidos directamente del castellano, todos libros en papel. Papel para leer, para tocar, para transportar, para oler, para sentir, para colocar en las estanterías… Incluso para agitar sus hojas (como ella suele, para inquietud de alguno) e interpretar en ellas el ruido del viento en el otoño. O de las olas en la orilla del mar. Esparciendo, de paso, el perfumado aroma de la tinta. Muchas sensaciones que seguimos sin poder encontrar en otra parte que no sea eso que llamamos libro.
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