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Bartleby, en busca de la distinción editorial
Si nació con una triple dedicación a la narrativa, el ensayo y la poesía, esta última se ha ido imponiendo con rotundidad en el catálogo
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Iniciar sesiónLa novela pide papel. El ensayo pide papel. La poesía, sobre todo, pide papel. Su tacto, su aroma, la facilidad de su uso, sin necesidad de enchufes, ni cables, ni baterías, ni pantallas…, ni todas esas cosas que componen la impedimenta de algunos lectores contemporáneos. ... Ése es el secreto, entre otros, de que un pequeño sello como Bartleby Editores sume y siga, contra viento y marea, 26 años de andadura, desde aquel 1998 en que lo fundaron Pepo Paz, Carlos Cabrera y Dionisio Rodríguez Mesa. Eso piensa, entre otras cosas, el actual director editorial de Bartleby, Pepo Paz (Madrid, 1962), quien hoy comparte con Manuel Rico, como director de la colección de poesía, la responsabilidad de este catálogo que supera los doscientos títulos vivos.
De entre todos los modelos posibles de editor, Pepo Paz se inscribe en el de editor-escritor. Como no le dejaron estudiar Periodismo por libre en la Complutense madrileña, gastó «tres cursos frustrados» de aproximación a las ciencias físicas, hasta que al final tiró por una ciencia social con fundamento, y se licenció en Económicas.
En 1998, después de trabajar unos cuantos años en empresas «relacionadas con los números», fundó la editorial, y en 1999 publicó su primer libro, el ensayo ‘Transeúntes (de América Latina)’, al que siguieron relatos (’Las demás muertes’, 2018) y, sobre todo, libros y guías de viajes, más de una docena, entre ellos alguno, como sus ‘101 destinos de España sorprendentes’, que ya anda por la octava edición. Sin contar una novela inédita, que quién sabe…
A querer ser escritor le impulsó el ganar, con diez años, un concurso de redacción en el colegio. Después, algunas lecturas que, de la mano de Carlos, un compañero de colegio, dejaron en él huella profunda, como ‘El viejo y el mar’, de Hemingway; ‘La ciudad y los perros’, de Vargas Llosa, o el ‘Siddharta’ y ‘El lobo estepario’, de Hermann Hesse. Volúmenes todos ellos que todavía conserva en su biblioteca, después de la última mudanza, como pequeños tesoros.
Lector «caótico», sobre todo de narrativa, y sin embargo editor de poesía. Porque si bien Bartleby Editores nació con una triple dedicación a la narrativa, el ensayo y la poesía, con el paso del tiempo esta última se ha ido imponiendo con rotundidad en el catálogo.
A ser editor, como él dice, aprendió con «un máster de edición de media hora en el despacho de Pío Serrano en Verbum». De escritura y escritores algo sabía, incluso de economía, pero de diseño, producción, distribución, comercialización… Sobre la idea primera de los tres socios, en todo este tiempo de andadura valora sobremanera el consejo que le dio Sergio Gaspar cuando cerró el sello DVD: no editar para filólogos, sino para lectores de poesía, que los hay y no son pocos.
La pandemia sirvió para ratificar el compromiso con los lectores de libros de papel, por encima de toda componenda tecnológica
A eso obedece el lema que figura en la contraportada de todos los libros de Bartleby: «Veintiséis años creando lectores». Pronto serán veintisiete. Lectores hay, y pequeñas editoriales también, aunque muchas de ellas, dice Pepo Paz, se mantienen en la precariedad, como un paciente que reduce su respiración para poder seguir viviendo. Siempre ha habido y siempre habrá un puñado de lectores fieles, dice también, por mucho que en el mercado se trate de inducir un proceso de «expulsión del género de los circuitos comerciales».
¿Cuál ha sido el cambio de paradigma editorial? Entre otros, que hasta hace bien poco los libros de poesía se apoyaban en las librerías y en el criterio de los libreros, mientras que hoy resulta difícil encontrarlos en las estanterías, y dependen más de las plataformas digitales, que te los entregan en un día. Encontrar la sección de poesía en una librería se ha convertido en una verdadera aventura… y a pesar de todo los libros se venden.
Entre las señas de identidad del sello, apostar como pioneros por las traducciones bilingües de escritores estadounidenses o buscar, también, la poesía de autores que destacaron en otros géneros, desde Faulkner a Carver pasando por Kapuscinski: «Una veta de alegrías», dice. De obstáculo en obstáculo en estos casi treinta años de experiencia editorial, fue la crisis del 2008 la que impulsó al sello a centrar sus esfuerzos en la poesía por encima de la narrativa y del ensayo.
Y la pandemia la que sirvió para ratificar el compromiso con los lectores de libros de papel, por encima de toda componenda tecnológica. ¿El futuro? Tal como se lo describió el mentado Sergio Gaspar: pasito a pasito y pensando que el que sea capaz de tener una distinción sobre los demás es el que se quedará. Mejor publicar diez buenos libros al año, «sin agobiar a las librerías ni a los críticos», que cien de los que no se llegan a vender cien ejemplares. La calidad y la diferencia, que parecen ser los únicos caminos posibles para las editoriales independientes.
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