CRÍTICA DE:
'El caballo dorado', de Sergio Ramírez: de Rumanía a Nicaragua en carrusel
Narrativa
El autor nicaragüense nos sirve una divertida e ingeniosa fábula que tiene más miga de la que aparenta, empezando por el homenaje a los cuentos infantiles y a las novelas de aventuras
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Iniciar sesiónAl igual que hicieran Günter Grass en 'El rodaballo' y Mujica Lainez con 'El escarabajo', Sergio Ramírez se sirve de la invención de un ingenio como el 'carroussel' (en España conocido como caballitos de feria) para una imaginativa trama que viaja por países ... de dos continentes, durante los años que van de 1905 a 1914 en una divertida e ingeniosa fábula que tiene más miga de la que aparenta.
Lo primero que sorprenderá al lector es encontrarse a quien fue Premio Cervantes en 2017 deslizando un homenaje a los cuentos infantiles, y luego a las novelas de aventuras incluso en el modo como son narradas, con las peripecias de un rey, en un pequeño condado de un país de los Cárpatos, en 1905, entregado a la bebida y al juego de las cartas donde pierde todo en sus apuestas con los criados.
NOVELA
'El caballo dorado'
- Autor Sergio Ramírez
- Editorial Alfaguara
- Año 2024
- Páginas 415
- Precio 21,90 euros
Es padre de la verdadera protagonista de la historia, su ingeniosa hija, la princesa Maria Aleksándrovna, creadora de ardides amatorios para huir de esa ruina, de la mano del peluquero Anatoli, quien se cree el inventor de un mecanismo que hace mover unos caballos giratorios que él cree de su invención exclusiva. Sería prolijo reproducir aquí todo el argumento de engaños, robos, disfraces, crímenes urdidos o perpetrados que llevarán la historia a Rumanía (quizá el momento más feliz de su desarrollo narrativo), Estambul, Viena, París (en la tercera parte de la trama, quizá entretenida en excursos de excesivo despliegue imaginativo (como el de Papus) y que concluye en la convulsa Nicaragua de comienzos del siglo, con su sucederse de dictadores varios, en golpes de Estado continuos, que (eso pasa en los países caribeños y Centroamérica) parecen increíbles y funcionan como historias inventadas por febriles e inverosímiles imaginaciones, siendo tan ciertas como históricas.
Los vínculos que la trama va urdiendo se alejan del indigenismo y cifran la universalidad cultural de Centroamérica
La miga de la novela está ahí: el sucederse de la política nicaragüense parece la herencia de reyezuelos de países o condados eslavos en la disolución del que fuera Imperio austrohúngaro. Quizá la moraleja encuentre su centro en que habría que tener la imaginación de inventor de tramas muy noveleras, en novelas de entrega o de cuentos asiáticos, para imaginar lo que la política centroamericana ha sido capaz en el siglo pasado (y sigue siendo en el presente con el dictador Daniel Ortega y su mujer, quienes obviamente no están en la novela, pero si en la vida de exiliado del autor).
De entre las muchas cualidades de esta obra no es la menor haber mostrado también con ella la tesis del estrecho vínculo de la cultura nicaragüense (y de América hispana en su conjunto) con Europa, y especialmente con el París de los dorados años posteriores a la Exposición Universal, cuando era la capital del mundo y huésped de Rubén Darío, el poeta nicaragüense más universal, como cónsul que fue en distintos países europeos.
Fragmentos de periódicos
Los vínculos que la trama va urdiendo se alejan del indigenismo y cifran la universalidad cultural de Centroamérica más allá de lo hispano incluso y netamente europea en lo cultural. Otra cualidad de la novela se halla en los mecanismos narrativos de los papeles e historias que va insertando, con fragmentos de periódicos o revistas, de libros especializados y enciclopedias, que ayudan por ejemplo a conocer la forma en que se produjo la invención y explotación industrial del carrusel o bien como la aparición de la firma de chocolate de origen franco-belga Meunier, por sus intereses de cacao en Nicaragua, le permite llevar allí la trama.
Sobresalen magníficos tipos y situaciones picarescas llenas de una vitalidad desbordante como la propia Maria Aleksándrovna, y Anatoli, pero luego el mexicano señor Sedano, que se creía y disfraza hijo del Maximiliano que llego a estar al frente del México prerrevolucionario. Sergio Ramírez es brillante urdidor de una historia nacida de un verdadero prestidigitador narrativo, que solamente habría necesitado de alguna contención para no ver peligrar su enorme interés.
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