Desde la orilla
Dios no ha muerto, pero tu atención sí
«También entre los escritores hay una voracidad cada vez más evidente, más desatada. ¿No escriben ya antes de mirar, de pensar, de sentir, de vivir?»
Y tú, ¿por qué no estás llorando?
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Iniciar sesiónByung-Chul Han ha escrito un nuevo libro, aunque esto es cada vez menos noticia: Han es el anticapitalista más productivo que conozco. Mientras nosotros perdemos el tiempo escribiendo tuits o haciendo scroll, él escribe libros para decirnos que estamos perdiendo el tiempo en las ... pantallas o que todo está mal en este siglo. El último se llama 'Sobre Dios. Pensar con Simone Weil' (Paidós), y nada más empezar sentencia: «No es Dios quien ha muerto, sino el ser humano al que Dios se revelaba». ¿Se podrá decir lo mismo de la novela decimonónica? ¿Y de la literatura en general? Pienso en unos cuidados intensivos, en un lector con un par de horas de lucidez al día; pienso en alguien refugiado en su camarote intentando leer en medio de una tormenta; pienso en los que leen con el móvil encima de la mesa. Pero es algo más complejo, sutil, retorcido. Lo más difícil de leer, creo, es callar esa vocecilla que te susurra, a las dos páginas, que hay muchos más libros que ese libro que acabas de abrir. Esa voz que te distrae con promesas de otras novelas, de otros lenguajes, de otros tonos, esa voz que te quiere siempre insatisfecho, inquieto, móvil, que te quiere siempre ahí, no aquí. Esa voz que insiste: a ver cuándo acabas este libro, que tienes que contarlo. Lo más difícil de leer es ignorar esa sed hasta olvidarla. Lo más difícil de leer es leer.
Para Han, la atención muere no por inanición, sino por abundancia. Por el deseo de «comerlo todo, consumirlo todo, en lugar de mirarlo». «La percepción voraz no requiere atención alguna. Se traga cuanto se le ofrezca. Solo el alma que ayuna puede mirar, contemplar. Durante el ayuno se pone en marcha una autofagia en la que el alma consume su parte baja, su parte voraz», asegura. Hace mucho que ocurre algo similar con la creación. También entre los escritores hay una voracidad cada vez más evidente, más desatada. ¿No escriben ya antes de mirar, de pensar, de sentir, de vivir? ¿No son más adictos a la novedad que sus lectores? ¿No parece que odian a Rulfo? ¿O solo es una cuestión de dinero? ¿Escriben más porque venden menos y necesitan ganar lo mismo? ¿O es una necesidad profunda de figurar, de estar, de ser? ¿Es tan difícil de soportar el silencio? ¿No nos vamos a morir igual?
Una última fantasía: si la gente leyera más y mejor, ¿publicarían menos los escritores?
Y lo más importante: ¿qué diría Byung-Chul Han en ese mundo en silencio?
¿Diría algo?
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