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Bárbara Mingo: una mirilla propia
La escritora acaba de reunir sus artículos en 'Lloro porque no tengo sentimientos', un libro en el que sintetiza su mirada de poeta y su vocación de susto
Crítica de 'Lloro porque no tengo sentimientos'
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Iniciar sesiónEl mundo no es aburrido, somos nosotros, que miramos mal. Por ejemplo: ¿no fue la exhumación de Franco una magnífica película experimental de tres horas sobre una extracción geológica? Y en las bodas, ¿por qué nadie lee nunca el 'Eclesiastés'? «Vamos, come tu pan con ... alegría, bebe tu vino con gratitud en el corazón…» Un articulista se define en la mirada, o mejor, en la mirilla desde la que observa el mundo, y la de Bárbara Mingo (Santander, 1978) es deformante como una lupa divertida. Al móvil lo llama «nuestro fascista mayordomo», y luego, cuando piensas que puedes adivinar el razonamiento que sigue a la metáfora, suelta: «Seremos súbditos, pero no por la sofistificación de las herramientas que nos dominan, sino porque llevamos años practicando». De piruetas como esa se alimenta la atención.
La escritora acaba de publicar 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La navaja suiza), donde reúne las columnas que ha colocado aquí y allá, pero sobre todo en 'Letras libres', que fue la revista que le impuso una entrega semanal, esto es, una inspiración obligatoria, una inspiración de mesa y teclado. «Para escribir no hace falta retirarse a ninguna parte. Para escribir solo hay que saber que alguien espera tu texto», asegura ella. El título del recopilatorio es una frase que le robó a un niño que lloraba desconsolado en el patio del colegio. Cuando la profesora le preguntó por qué, respondió: «Lloro porque no tengo sentimientos». «¡Yo lloro por lo mismo y le saco treinta años!», protesta la autora. ¿No vivimos en una época demasiado sentimental? «La gente habla mucho de sus sentimientos, y ahí está el peligro de acabar hablando de los sentimientos con unas fórmulas cerradas. A veces los sentimientos son más ambiguos y exigen una elaboración en la expresión para no decir que sientes una cosa que en realidad no sientes».
La vida pirata
Hay en su escritura una obsesión por salirse de las nomenclaturas, de los moldes, una intención de fundar un lenguaje y unos giros para cada pequeñez, para intentar atrapar la realidad, aunque esta sea un suspiro. En el prólogo del libro, Daniel Gascón afirma que para ella «la cotidianidad es casi una novela de aventuras». ¿Lo es? «No sé, para un pirata del siglo XVIII su vida y sus asaltos y sus fechorías eran su rutina, y para nosotros son aventuras. Si conseguimos vernos desde fuera, entendernos desde otro punto de vista, podemos vivir cosas trepidantes. Las estamos viviendo, de hecho».
La carrera de Mingo tiene algo de los virajes de su prosa. Un día, en una tienda de discos, se compró la camiseta con el nombre más raro que encontró: Konstantinas Čiurlionis. Tiempo después, no sabe por qué, recordó aquel nombre (ya había perdido la camiseta, las cosas se compran para perderlas y después recordarlas), y descubrió que a los veintiocho años aquel compositor se había metido a pintor, y que antes de morirse a los treinta y cinco de neumonía levantó una obra simbolista que la obsesionó por completo, tanto que tuvo que irse a Lituania a rastrear sus huellas y escribir un libro. El resultado fue 'Vilnis' (Caballo de Troya). Antes, cuando trabajaba en 'El estado mental', había pergeñado 'Corazón de Crustáceo', una novela por entregas sobre una mujer que hereda una casa en lo que ella cree que es la Costa Brava y resulta ser los Pirineos. «La escribí en un viaje verano, un poco donde podía, fue muy divertido», recuerda. También ha hecho guiones, porque si fue a la universidad fue para dedicarse al cine. ¿Qué mejor excusa?
Al principio, eso sí, fue el verso. Tiene dos poemarios –'De ansia de goznes mi alma está llena' (4 de Agosto) y 'Al acecho' (Vitrubio)–, pero hace mucho que no escribe poesía. «Es que hace mucho que no me encuentro en ese estado de ánimo. Para la poesía necesito aislarme, encerrarme, porque es un lenguaje de lo esencial… Aunque procuro poner un poco de mi poesía en mis artículos, no abandonar del todo el impulso poético». Pero su plan, ahora, es la ficción.
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