ARTE
Arranca La Oficina prohibiendo instalarse en lo absoluto
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Al artista Pedro G. Romero encarga La Oficina, nueva galería en Carabanchel, el comisariado de su primera cita en la ciudad
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Iniciar sesiónNo hace falta, de momento, releer el prólogo de 'Contribución a la crítica de la economía política' de Marx, ni estamos en condiciones de rescatar a Plejánov de los oscuros anaqueles de las bibliotecas soviéticas. Puede asistirnos, en pleno desmantelamiento de las certezas, ... una anécdota contada por Savater en alguna conferencia: en México, pudo ver en una obra la sorprendente indicación de que estaba prohibido «a los materialistas instalarse en lo absoluto».
Aquello, por filosófico que sonara, en realidad era una llamada de atención para que las carretillas de los obreros no bloquearan la circulación en la construcción de un edificio.
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La sucesión de tragedia y farsa parece empantanarse en divertimentos para matar el tiempo. El instante de peligro que, para Benjamin, impulsaba al historiador a generar una imagen dialéctica, parece llevarnos a una deriva archivística que se presenta como un desmantelamiento de la inercia burocrática. «Sabemos –escribe Pedro G. Romero en el pequeño catálogo de la muestra que ha comisariado para la apertura de la galería La Oficina– que el archivo no es colección ni acumulación originaria.
Ni es la mediación enciclopédica de internet para acceder a cualquier cosa. No. Archivo es el desafío de las taxonomías, de los clasificandos dominantes». También puede añadirse que es, de acuerdo a Derrida, una pulsión o hasta un mal, una forma de legitimación de los arcontes o, en clave curatorial, una retórica que ha llegado a tornarse extraordinariamente tediosa.
Amigos que comparten mesa
Dejando de lado la alegoría del enano jorobado que juega al ajedrez simulando la maravilla del autómata, lo que vemos en esta colectiva es tan vital como «una buena reunión de amigos compartiendo mesa».
Un montaje bien trenzado permite adentrarse en los planteamientos de artistas que, en algunos casos, tienden a lo crítico-narrativo, como es evidente en las piezas de Azul Blaseotto & Eduardo Molinari, o condensan un imaginario, como hace Erick Beltrán en una sencilla mancha en un pañuelo que 'punctualiza' lo que puede ser doloroso o enigmático.
Oriol Vilapuig focaliza en sus dibujos 'huecos', ya sea en el falo 'faltante' de una estatua, en el pecho, los ojos o la espalda de piezas devocionales, o en el estigma de la mano del crucificado. Los trajes con capirote y el paraguas con lunares de Lola Lasurt juegan humorísticamente con la magia en una época en la que el milagro puede adquirir el tono de la 'frikada'.
Las obras de Chema Cobo permiten que reivindiquemos a un artista magnífico, recientemente desaparecido, con el que Pedro G. Romero tuvo una intensa relación de amistad y sobre el que escribió estupendos textos. El joker cabeza abajo saca la lengua enfrentándose a unas acuarelas recientes en las que Cobo volvía sobre su iconografía tragicómica, con signos de puntuación flotando, interrogantes, dados y trompos, calaveras y píldoras: un final de partida en el que las cartas estaban marcadas.
'Materialismo histórico'
Colectiva. Galería La Oficina. Madrid. C/ Morenés Arteaga, 9, bajo. Comisario: Pedro G. Romero. Hasta el 20 de enero de 2024
La infraestructura que el materialismo tiene presente implica una crítica ideológica, una toma de conciencia del fetichismo de la mercancía, pero también unos modos de relacionarnos que, a través de la distopía hiperreal, reaniman el deseo de una alegría desbordante o, al menos, de un chiste que subvierta la amnesia. Estas obras nada absolutistas no bloquean líneas de fuga. Al contrario: activan maquinaciones inquietantes, son 'artes menores' que nos reaniman.
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