Crítica de libros
Ariana Harwicz y la escritura a quemarropa
Ensayo
A lo largo de los ensayos que componen este volumen, la escritora argentina abre en canal temas esenciales
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Iniciar sesiónHay autores que irrumpen como los vinagres, para hacer que escuezan las heridas, incluso aquellas de las que no teníamos conciencia. La escritora argentina Ariana Harwicz pertenece a esa estirpe. La intensidad de sus ficciones y del lenguaje que utiliza no se corresponde «con ... el clima de la época». Hieren, incomodan. Así se lo han hecho saber muchos de sus editores y traductores. Les parece que su forma de ver y describir el mundo atenta y ofende la sensibilidad. La crítica señala sus libros como un desgarro. Y lo son. Por eso molestan e intimidan: por bellos y terribles.
En 'El ruido de una época', Ariana Harwicz retoma el espíritu de alegato de 'Deserción', un ensayo sobre la traducción publicado anteriormente y que está unido a estas páginas por una intensa pulsión de urgencia. A lo largo de los textos que componen este volumen, la escritora argentina abre en canal temas esenciales sobre la responsabilidad del acto creador, las acechanzas y amenazas de una sociedad de parvulario y rescata, citando a Melville, la idea fundamental de escribir como ese proceso en el cual alguien bucea y sale a la superficie con los ojos llenos de sangre. Sus editores en España han tenido el buen gusto de colocar en portada una partitura de las 'Variaciones de Goldberg' anotadas por Glenn Gould, aquel pianista a quien Bernhard dedicó su maravillosa novela 'El malogrado' y de cuyas murmuraciones echa mano la escritora para sacudirnos por dentro.
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Planteado como un tríptico, el libro abre con 'La escritura adoctrinada', un conjunto de textos en los que reflexiona sobre el peligro del pensamiento único, la nueva inquisición literaria y la ficción como aquello que un escritor ejecuta contra sí mismo. Le sigue 'AK-AH', que es la correspondencia dela autora con Adan Kovacsics, escritor y traductor del alemán y del húngaro de Kafka, Zweig o Canetti. Este segundo capítulo está lleno de música y la relación implícita entre interpretación musical y traducción literaria. Cierra el libro con 'El escritor aparenta ser un moribundo'.
Al escribir estos ensayos, Harwicz no pretende salvar el mundo, sino darle una paliza, despertarlo. «Escribir y la necesidad de desobedecer. Escribir es un tiro al corazón», asegura. La descripción que hace del acto creador es una moral orgánica, un proceso del cual también forma parte la no escritura. Se refiere a una literatura de lo no escrito. El ruido de una época, la frase que da título al libro, lo definen el relato que le hacen los muertos a los vivos y los muertos a los muertos, de tumba a tumba. «Para pertenecer a una época, una novela debe, sobre todo, no ser de su época». Sin duda, Harwicz escribe a quemarropa. No hay otra forma posible de leerla.
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