UNA mirada académica
Apagón
Recogió por vez primera 'apagón' la Academia en su 'Diccionario manual' de 1927 (al común pasaría en 1956), como «extinción accidental y repentina de un alumbrado»
Otros artículos de 'Una mirada académica'

Nunca se ponderará lo suficiente el extraordinario modo en que los llamados sufijos apreciativos, es decir, los diminutivos, aumentativos y despectivos, contribuyen a la riqueza de nuestro léxico.
Sírvanos tal constatación, esta vez, para consolarnos de las penalidades de haber estado toda una tarde ... a dos velas (expresión que uso aquí en sentido recto; no toca hoy hablar de fraseología). A la luz de ellas la entretuve yo —con deformación profesional ya patológica— haciendo búsquedas en diccionarios (solo en papel, desde luego) sobre la palabra apagón. De las que, completadas luego con pesquisas en pantalla, deriva lo que sigue.
Tiene el vocablo en el diccionario académico dos acepciones, una como adjetivo (propia solo de Cuba, donde significaría ‘apagadizo’, ‘que se apaga fácilmente’; de modo que se llamará allí cigarro apagón al que tal defecto tiene) y otra como sustantivo, que es la que nos interesa. La definición correspondiente es «interrupción pasajera del suministro de energía eléctrica», y me abstendré de ironizar sobre si se ajusta o no, habida cuenta de la que el mismo diccionario da para pasajero, «que pasa presto o dura poco», a lo que vivimos el lunes 28 de abril por la tarde.
A la luz de las velas —con deformación profesional ya patológica— hice búsquedas en diccionarios, en papel, sobre la palabra
Recogió por vez primera apagón la Academia en su Diccionario manual de 1927 (al común pasaría en 1956), como «extinción accidental y repentina de un alumbrado», es decir, con empleo de un sustantivo definidor, «extinción», menos acertado que el que hoy se brinda, «interrupción». Los dos adjetivos, «accidental y repentina» sí estaban bien elegidos, y de la duración (si pasajera o no) nada se decía. Convénzase el lector de que definir con la palabra justa, sin pasarse ni quedarse corto, no es tarea fácil.
El 'Diccionario histórico de la lengua española' que elaboraba el Seminario de Lexicografía de la Academia dató la acepción de que hablamos no con un testimonio textual, sino con uno lexicográfico, el Vocabulario costeño (esto es, de la región septentrional de Colombia) de Adolfo Sundheim, de 1922.
¿Existen, entonces, los apagones desde esa fecha? ¿Llevamos un poco más de un siglo padeciéndolos, o mejor, nombrándolos?
Pues no, parece que llevamos unos cuantos años más. Ocioso es decir que en historia de la electrificación, de España o de América, estoy completamente pez. Pero a cambio la historia del léxico puede iluminar —nunca mejor dicho— la de las realidades que designa, y hoy podemos servirnos para aquella de fuentes de información en verdad impresionantes.
En el caso presente nos permiten retrodatar la voz apagón hasta 1896. El número de Electrón. Revista Decenal Ilustrada del Cuerpo de Telégrafos del 11 de diciembre de aquel año nos informa, en relación con el alumbrado eléctrico de Lugo, de que en la ciudad «continúan los apagones», con significativo empleo de la cursiva para el vocablo en cuestión.
Sin caer en chovinismo alguno, no estará de más señalar que ni el francés ni el italiano tienen una voz propia equivalente a nuestro apagón, sino que en ambas se emplea el crudo anglicismo black- out.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete