Un tal Pere Sanchis

El conocido como Cervantes se llamaba en realidad Joan Miquel Servet, era de Jijona. Escribió en catalán su obra ‘El Quixot’ (leído al revés, ‘tóxic’, tócsico); también, las obras atribuidas a Shakespeare.

Santa Teresa de Jesús se llamaba en realidad Teresa de Cardona, fue abadesa de Pedralbes.

Leonardo da Vinci era catalán, de Vinçá. La montaña que aparece al fondo de ‘La Gioconda’ es Montserrat.

El mito de Juana de Arco se refiere a la catalana Violant d’Aragó. El Cid no era de Vivar sino de Biar. También eran catalanes Marco Polo, Hernán Cortés, Bartolomé de las Casas, Garcilaso, El Greco, Lope, Calderón de la Barca…

Todo eso y mucho más- lo ha defendido el Institut Nova Historia, para dar argumentos al independentismo catalán. A cualquier persona con sentido común le da risa. El catalán Juan Marsé añadía que él había descubierto, por el contrario, que Xavier Cugat era murciano y Mario Cabré, andaluz.

Da risa y da pena. Pero Jordi Pujol animó a ese Instituto a seguir «en la misma línea», Esquerra lo ha premiado, la Generalidad catalana ha reconocido que subvenciona estos delirios con millones de euros. Sólo se los toma en serio una sociedad muy enferma.

Perder el sentido de la realidad es una de las enfermedades más graves que pueden sufrir un individuo o un pueblo. Sus cómplices son los políticos que los apoyan. Y el más responsable de todos, el que, para mantenerse en el poder, crea mesas bilaterales de diálogo: quizá se llama, en realidad, Pere Sanchis.