Moderneces arquitectónicas

Se cerró en diciembre de 2017 para una rehabilitación integral, con dos fases. La primera incluía derruir la parte moderna, situada en la zona trasera: en seguida se hizo. Por problemas económicos, la segunda, que suponía la construcción del nuevo edificio, nunca se ha hecho. Se ha reabierto tres años después, con un interior moderno totalmente cambiado. Lo justifica así la arquitecta: es sobrio para que «no compita con el exterior». No cabe duda de eso.

Antes de la restauración, el Parador tenía unas 200 habitaciones; después, se ha quedado en la cuarta parte, unas 50. También han desaparecido cuatro grandes salones para convenciones y celebraciones, con aforos entre 60 y 700 personas. Es fácil ver el inmenso perjuicio que eso ha causado a las cuentas del Parador, que era sede habitual de congresos y reuniones científicas . Muchos leoneses celebraban allí sus fiestas familiares: se ha roto también ese vínculo sentimental con la ciudad.

Su único lugar de reunión es un gran patio central, totalmente nuevo. La arquitecta prefiere llamarlo atrio, «porque así se llamaba en la domus romana». Más que la realidad, importa el nombre que damos a las cosas.

Me cuentan que la rehabilitación ha ganado ya algún premio. No me extraña. Más que la funcionalidad del edificio, la restauración ha buscado el protagonismo del arquitecto. (Nunca hubiera hecho eso el maestro de la catedral de León). No es un caso único: así funcionan las moderneces. Y, ¡que nadie se atreva a criticarlo, si no quiere ser tachado de facha!