Hay que censurar a los clásicos

También es lamentable el desdén de los enanos que expresa Sebastián de Covarrubias en su 'Tesoro de la lengua castellana': «El enano tiene mucho de monstruosidad. Porque natura quiso hacer en ellos un juguete de burlas».

Juan Ruiz de Alarcón era corcovado y barbitaheño (de barba bermeja). Al burlarse de él, muestra su ingenio pero no su caridad cristiana Quevedo: «Que pareces garabato / por lo torcido, con puntas. / Corcovilla… Que saber es por demás / si es que te corcovienes / o es que te corcovas». Pero Ruiz de Alarcón también se burló de la cojera de Quevedo: «¿Quién contra todos escribe, / escribiendo con los pies? / Patacoja».

Innumerables son los ataques a las mujeres, que deben eliminarse. Por ejemplo, el 'Elogio de las donas chicas', del Arcipreste de Hita: «Del mal tomar lo menos, dícelo el sabidor, / por ello, entre mujeres, ¡la menor es mejor!». O la opinión del Arcipreste de Talavera: «La mujer, ser de dos haces y cuchillo de dos tajos, no hay duda en ello, por cuanto cada día vemos que uno, dice por la boca; otro, trae al corazón». Y el juicio de Sempronio, en 'La Celestina': «De la mujer se ha dicho: arma del diablo, cabeza del pecado, destrucción del paraíso».

Censurar a los clásicos es tarea benéfica pero infinita. Felizmente, no faltan ahora voluntarios que se apuntan a hacerla.