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Anders de la Motte: «La esperanza es fundamental en la ficción criminal»
ENTREVISTA
Antes de escribir novelas, con las que ha vendido más de tres millones de ejemplares, fue policía. La Motte sabe de que habla
Otros textos de la autora
Anders de la Motte (Escania, 1971)
Antes de convertirse en uno de los diez escritores más leídos de Suecia, Anders de la Motte (Escania, 1971) fue policía y responsable de seguridad de una compañía internacional, y desde sus inicios en una comisaría de Estocolmo supo que en algún momento escribiría sobre ... el Departamento de Casos Perdidos, la pintoresca división de agentes desahuciados a la que relegan a la inspectora Leonora Asker en 'El asesino de la montaña' (Planeta, 2023), la primera novela de De la Motte traducida al español, recién llegada a nuestras librerías.
«Mis compañeros y yo éramos muy jóvenes —cuenta el novelista a este periódico—. Trabajábamos en un sótano y cogíamos todos los casos, porque todos nos parecían interesantes. Recuerdo que al final del pasillo donde se encontraban nuestros despachos había tres puertas cerradas. Creíamos que escondían oficinas vacías, pero un día alguien trajo una tarta para celebrar su cumpleaños y esas puertas se abrieron, y de ellas salieron tres hombres que cogieron la porción de pastel que les correspondía antes de volverse a encerrar. Tenían los ojos rojos y olían a menta, y nunca más los volvimos a ver. Nunca supimos quiénes eran ni de qué se ocupaban… con el tiempo, aprendí que muchas organizaciones cuentan con este tipo de equipos, cuya misión nadie sabe muy bien cuál es. En esta anécdota se encuentra el germen de la historia de Asker», que es a la vez la historia del secuestro de Smilla Holst, hija de una de las familias más adineradas y poderosas de Malmö.
«Recurro constantemente a mi pasado profesional y lo utilizo en mi obra»
La mezcla del suceso protagonizado por Smilla, construido con todos los elementos de un buen 'thriller', y el descenso de Leonora desde el liderazgo de Delitos Violentos a la jefatura de los Casos Perdidos, descrito con pequeñas pero certeras pinceladas de 'cozy crime', da como resultado un híbrido interesante, probablemente el resultado que obtendríamos al fusionar los casos del Departamento Q, de Jussi Adler Olsen, y las heterodoxas técnicas de espionaje de los Caballos lentos, de Mick Herron; un hibrido que destila la maestría y el buen olfato para las tendencias literarias de su autor.
Este buen tino tal vez se deba a que De la Motte cuenta ya con cinco series literarias distintas y más de tres millones de ejemplares vendidos en todo el mundo del conjunto de su obra, un prolífico éxito que se basa sin duda en la experiencia real con la que cuenta el novelista y de la que nutre sus ficciones. Pero ¿qué se pierde y qué se gana al transformar la realidad en literatura? De la Motte tuvo tiempo más que suficiente para familiarizarse con el funcionamiento de una comisaría y dominar las etapas de una auténtica investigación. Sin embargo —señala—, «aunque recurro constantemente a mi pasado profesional y lo utilizo en mi ficción, la literatura exige atajos que desbrocen la realidad. Un caso real implica a muchísima gente y está lleno de tiempos muertos. A menudo resulta aburrido, por eso al escribir hay que saber elegir qué se queda y qué se elimina».
«Todos estamos rotos de alguna manera», reflexiona De la Motte, que en 'El asesino de la montaña' habla de la importancia de mantener viva la esperanza para salir adelante. «Quizá por eso a la gente le encanta leer novela negra, porque siempre hay un crimen terrible pero al final, en el noventa y ocho por ciento de los casos, el malo recibe su castigo. En la realidad no siempre pasa. La esperanza es una parte importantísima de la ficción criminal por esta razón».
«En el 98 por 100 de los casos, el malo recibe su castigo. En la realidad no siempre pasa»
Para explorar esas heridas que, curadas en mayor o menor medida, todos llevamos con nosotros, el escritor sueco establece en su novela un curioso paralelismo entre la fragilidad de los miembros del Departamento de Casos Perdidos, relegados laboralmente al olvido hasta la llegada de Asker, y los edificios abandonados, objetivo de los amantes del Urbex, una curiosa práctica que consiste en adentrase en las casas deshabitadas y las fábricas desiertas para fotografiarlas y encontrar la belleza en el deterioro de las construcciones, devueltas en cierto modo a la naturaleza.
Con la exploración urbana como telón de fondo, se completa la lista de elementos sobre los que De la Motte levanta su entretenida trama, una propuesta que va más allá de la implicación de Asker y su equipo en la búsqueda contrarreloj de Smilla Holst y la identidad de su captor, para asomarse a algunos de los temas que ahora mismo encabezan la lista de preocupaciones de la sociedad del bienestar, cada vez más en peligro: la violencia machista, la seguridad ciudadana y las secuelas de las catástrofes medioambientales en la conciencia colectiva, ahora capaz de imaginar el fin del mundo tal y como lo conocemos como una posibilidad.
Al final de nuestra conversación, invitado a imaginarse librero, De la Motte no duda en describir 'El asesino de la montaña' a un hipotético cliente indeciso: «Es un buen 'thriller ' de detectives, con un latido trepidante, tanto mecánico —esto lo comprenderá quién le de una oportunidad al libro— como real; la combinación de un crimen durísimo, personajes particulares y un final de locos».