Crítica de:
'Mi amigo Kim Jong-un', de Keum Suk Gendry-Kim: las dos Coreas y la paz
CÓMIC
La historietista surcoreana explora en 'Mi amigo Kim Jong-un' la división entre los dos Estados con el color, la memoria y el humor
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Asier Mensuro
Dice Keum Suk Gendry-Kim que cuando estaba trabajando en ‘Mi amigo Kim Jong-Un’, sintió censura por parte de su editor habitual y la prensa coreana, pero que, en el momento en que vieron el trabajo, todo quedó atrás y la felicitaron, diciendo ... que había sido muy valiente.
Y es que su formación como historietista en Francia le permite tener un punto de vista único sobre Corea, y quiero pensar que también, un espíritu crítico a la francesa.
CÓMIC
'Mi amigo Kim Jong-un'
- Autora Keum Suk Gendry-Kim
- Editorial Reservoir Books
- Año 2025
- Páginas 288
- Precio 24,90 euros
Keum Suk utiliza como hilo conductor de su relato al líder norcoreano en un cómic documentadísimo en el que la autora recurre a entrevistas con personas que lo conocieron y trataron con él. Desde su mejor amigo en su etapa de estudiante en Suiza, al expresidente de Corea del Sur Moon Je-In.
Pero en realidad, Kim Jong-Un es una excusa para hablar de lo que realmente le importa: Corea. El cómic está lleno de atinadas reflexiones de la autora sobre sus preocupaciones cotidianas por vivir en el país en el que vive. Se pregunta cosas como: ¿Cómo pueden sobrellevar los coreanos la creciente escalada bélica entre el Norte y el Sur? La respuesta es descorazonadora: No pensando en ello, porque, de lo contrario, el peligro real y el miedo serían insoportables. O: ¿Cómo son los habitantes de ambos países? Y la respuesta es igualmente triste, los que antaño pertenecieron al mismo país y, por ende, a la misma cultura, se distancian cada vez más.
La propia autora evoca su infancia y el adoctrinamiento ideológico que recibía en el colegio, en el que se describía a sus vecinos comunistas del norte como una especie de diablos con rabo y cuernos (descripción que su tierna mente infantil creía a pies juntillas).
Keum Suk recuerda a la perfección que, en lo referente a Corea, todo se asociaba a dos colores puros y cromáticamente saturados: El rojo para el Norte, y el azul para el Sur. Quizá por ello, para este trabajo, abandona su habitual grafismo en blanco y negro y decide incluir el color.
Lanza un mensaje conciso, claro y muy necesario en el loco siglo XXI que nos ha tocado vivir
Utiliza solo dos tonos, un morado poco saturado para el país comunista y un verde igualmente pálido para el país capitalista. Gráficamente, la idea es extraordinaria. Por un lado, la falta de saturación de ambos tonos evoca el concepto de matiz o, dicho de otro modo, como reza el popular refrán español, entre el blanco y el negro caben un infinito número de grises.
Pero es que, además, Keum Suk aplica el color de manera digital, y si se mide el tono RGB de ambos colores, se cae en la cuenta de que ninguno de los dos se puede lograr sin combinar una parte de rojo con otra de azul. ¿Hay mejor manera que esta de expresar gráficamente las ventajas del entendimiento frente a la confrontación?
Un amante de la iconografía como yo no puede dejar de nombrar dos de las imágenes más potentes del cómic. En una de ellas, Kim Jong-Un baila la canción ‘Gangnam Style’ del cantante surcoreano de K-pop Psy, lo que se me antoja como la imagen de síntesis perfecta del deseo de la autora de que las dos coreas consigan entenderse.
Por otro lado, Keum Suk, consumada paisajista, retrata en el último capítulo de ‘Mi amigo Kim Jong-Un’ una vista de las cordilleras de Corea del Norte desde la isla de Gyodong, foco de la máxima tensión entre ambos países. La historietista dibuja la frontera, una valla, que se antoja como una herida sin sanar, infligida a lo que antaño fue un solo cuerpo.
Tras todo el trabajo que supuso este cómic, y a pesar de lo cuidado del proceso de documentación, Keum Suk no consigue despejar muchas de las incógnitas sobre su país que la atormentan; pero obtiene por lo menos una respuesta, y certera: Para los coreanos, y por extensión para cualquiera de los habitantes de cualquier otro país del mundo en conflicto, una paz frágil es mucho mejor que una guerra, y este, es el primer objetivo prioritario sobre el que, siempre, se debe trabajar. Un mensaje conciso, claro y, en opinión del que escribe estas líneas, muy necesario en el loco siglo XXI que nos ha tocado vivir.
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